El objetivo es querer innovar, pero además proteger ese invento a la hora de transferirlo a la sociedad y, cómo no, y en la medida de lo posible, moverlo tanto legal, comercial e industrialmente para rentabilizar el esfuerzo económico y potenciar los departamentos de I+D+i de la Universidad. Sin embargo, los investigadores de la UMA llevan tres años sin conseguir convertir en ingresos sus esfuerzos por patentar lo que producen. En la mayoría de las ocasiones, las licencias concedidas o firmadas en 2016 se deben a acuerdos comerciales con las entidades con las que la institución académica comparte la propiedad de las patentes, es decir, que estas empresas cuentan con el derecho de explotación en virtud de estos acuerdos. En otros casos, según explica Adolfo Linares, de la OTRI, son patentes muy recientes y es pronto para que puedan generar dinero.

La Universidad malagueña mantiene sus niveles de patentes de los últimos años. En 2016 se registraron un total de 30 solicitudes de patentes en las que la UMA figuró como titular o cotitular. De ellas, 14 fueron solicitudes de patentes españolas, una solicitud de modelo de utilidad, once solicitudes internacionales PCT, dos solicitudes de patente europeas y dos solicitudes de patente USA, según informa la Oficina de Transferencia de Resultados de la Investigación (OTRI). «Los números de solicitudes registradas son más o menos similares año tras año salvo en 2014, año en el que hicimos una experiencia piloto basada en la identificación proactiva de posibles invenciones y que nos llevó a triplicar el número de registros», explica Linares.

En la OTRI matizan que, en cualquier caso, el número de solicitudes de patente registradas es relativamente importante, ya que «lo relevante es identificar lo que realmente debe ser patentado, porque se pueda proteger bien y porque tenga un potencial de comercialización significativo, y dedicar esfuerzo, y tener fortuna, en su gestión y transferencia, y esto no se deriva de una mayor número de solicitudes, «incluso todo lo contrario, puesto que una cartera elevada de patentes puede suponer un consumo ineficiente de recursos humanos y económicos, en detrimento de la gestión y promoción de tecnologías más destacadas», agrega.

Al tratarse la UMA de una universidad generalista, el abanico de sectores es diverso. En 2016 se registraron patentes en el ámbito de la computación y de la electrónica (nuevos hardwares y softwares), de la producción de materiales a partir de residuos biológicos, de la medicina (diagnóstico, tratamiento de enfermedades), de la acuicultura, de la agricultura, de la síntesis de nuevos materiales, de la robótica médica, de los catalizadores químicos, de la construcción, o de la mecánica.

Hasta hace bien poco, patentar el resultado de una investigación no era demasiado bien visto, ya que los investigadores consideraban que los artículos en revistas especializadas tenían más mérito académico, pero infringían uno de los requisitos básicos de las patentes: que no se divulgara el resultado de la investigación antes de tramitar la protección. Ahora se han dado cuenta de que es mejor que exista una patente, ya que las empresas están más dispuestas a asumir el riesgo de invertir si se garantizan que van a poder explotar el producto en exclusiva.

«Suelo decir a los investigadores que cuando uno publica un resultado sin haberlo protegido antes, dicho resultado queda a libre disposición del mundo, de forma que tanto una empresa como su competidora pueden hacer uso del mismo», explica Linares.

Y entre las razones para patentar, por supuesto también está la aspiración de ganar dinero. «Cuando una patente se explota o se transfiere se obtienen beneficios por ello, ya sea explotando directamente ya sea a través de acuerdos con empresas que sean las que se encarguen de explotar. En el mundo de la empresa éste es básicamente el único motivo para patentar; en el mundo universitario, o de la investigación pública, es más relevante que las tecnologías lleguen a la sociedad en forma de productos o servicios que contribuyan al bienestar social que el hecho de que se ingrese más o menos dinero por su transferencia al sector empresarial (que será el que desarrolle y comercialice dichos productos o servicios)», asegura el representante de la OTRI.

Sin embargo, en los últimos tres años la UMA no ha logrado ingresos, cuando en ejercicios anteriores han sido relevantes. Hace diez años, por ejemplo, fueron 88.404 euros. Sí es verdad que conforme han pasado los años, según revela la propia información aportada por la OTRI, esta cantidad iba disminuyendo progresivamente. Así, en 2008 se quedó en 46.400 euros; en 2009, en 3.132 euros; o en 2013 en 2.295 euros. «El hecho de que una patente genere ingresos no es algo controlable o predecible. A veces se trata de tener la tecnología adecuada en el momento adecuado y que ésta sea visible para la empresa adecuada», señala Adolfo Linares.

Otra interpretación posible es que los ingresos en años pasados derivan de patentes que, en dichos años, tuvieron el desarrollo suficiente para ser comercializadas y rentables, y conforme a lo cuál es posible que tecnologías licenciadas más recientemente alcancen, digamos, su apogeo en breve, generando ingresos en los próximos años.

¿Publicar en revistas o patentar?

Hasta hace bien poco, patentar el resultado de una investigación no era demasiado bien visto, ya que los investigadores consideraban que los artículos en revistas especializadas tenían más mérito académico, pero infringían uno de los requisitos básicos de las patentes: que no se divulgara el resultado de la investigación antes de tramitar la protección.Patentar lo que tenga potencial real

Es importante identificar lo que realmente debe ser patentado, porque se pueda proteger bien y porque tenga un potencial de comercialización significativo, y dedicar esfuerzo, y tener fortuna, en su gestión y transferencia, y esto no se deriva de una mayor número de solicitudes, porque una cartera elevada de patentes puede suponer un consumo ineficaz de recursos.