Un emblanco de pescado, plato típico de la gastronomía malagueña, en el que el caldo no se toma con cuchara, sino que es una espuma y el pescado pierde su aspecto habitual para convertirse en una bolita esponjosa, ha sido finalista del III Concurso andaluz de Jóvenes Cocineros. Una propuesta de la tierra que ha presentado el joven Christian Barrientos, natural de Rincón de la Victoria, por la escuela Virgen de Belén de Huelva.

Este joven de 22 años estudia el grado superior de cocina en Huelva, la máxima formación posible a la que puede optar cualquier personas que quiera dedicarse al mundo de los fogones y a Christian ganas no le faltan. Apasionado de la cocina desde que tiene uso de razón está ultimando sus estudios para iniciar las prácticas en un hotel de cinco estrellas de la tierra que ahora le acoge. Mientras tanto, ha comenzado a adentrarse en la competición gastronómica y sus compañeros y profesores le animaron para esta nueva edición del Concurso andaluz de Jóvenes Cocineros. El requisito era crear un plato en el que el aceite de oliva fuera el protagonista y lo tuvo claro: «En cuanto lo supe pensé en el emblanco, un plato pescador típico que he visto en casa. Recuerdo como mezclaban el aceite con la sopa y el pan se machacaba», detalla.

Durante las cinco semanas que ha durado el proceso hasta que se disputó la final, junto a otros dos jóvenes de Jaén, se ha dedicado a hacer pruebas y más pruebas para dar con el emblanco perfecto, una propuesta que él mismo ha denominado «emblanco de texturas». «Había 20 solicitudes de seis escuelas diferentes y han elegido tres. Este plato lo he hecho con empeño y sabía que tenía posibilidades porque tenía mucho sentimiento», expone.

La humildad y tradición que representa este plato se ve envuelta por la propia marca de Christian e innovar para romper la imagen original que a cualquier malagueño le viene al pensar en este plato. «Mis profesores no conocían el plato pero me han ayudado para dar con el concepto», sentencia. Un emblanco en el que la patata es un cristal traslúcido y la zanahoria está glaseada.

Su propuesta trasgresora le ha valido para obtener el tercer premio de este certamen que se celebró en Jaén. «Ha sido una experiencia muy bonita. Estoy contento con el resultado», indica. Acaba de ser seleccionado para el concurso Minimal de alta gastronomía en miniatura. «Ha sido el primero de muchos. Ahora a apuntarse a todo lo que pueda», sentencia.

Amante de la cocina desde que era niño, aún recuerda cómo al principio en casa no hacía mucha gracia que entrara a la cocina. «Me gustaba mucho experimentar, por decirlo de alguna manera, y no me podían ver metido en la cocina». Una de sus creaciones cuando aún tenía seis años fue mezclar un batido de chocolate con pimentón dulce y una alubia, recuerda entre risas. «No estoy muy orgulloso de ello», comenta.

Estudió un grado medio de cocina en la escuela de turismo Castillo del Marqués, en Málaga. Nada más culminar su formación, se incorporó como jefe de cocina en el restaurante brasería Los Robles de León. Un año al frente de la cocina con solo 18 años que le sirvió para conocer en primera persona este mundo y comprobar que era lo que quería. La decisión de irse a estudiar a Huelva, a pesar de tener una escuela en Málaga, se ve forzada por la inestabilidad que ofrece La Cónsula. «De todas formas quise apuntarme con 16 años y no me dejaron por la edad, me dijeron que era muy joven para saber lo que quería», recuerda. A pesar de esa decisión, su tierra está presente en sus creaciones y en este primer concurso lo ha dejado claro.

Cuando termine sus prácticas tiene claro que quiere seguir conociendo la gastronomía andaluza. «Al estar en Huelva he descubierto que hay cosas diferentes con respecto a Málaga», argumenta. Conocer a fondo la gastronomía andaluza es uno de sus objetivos, un paso previo a lograr su gran sueño: crear su propia marca dentro de la restauración en la que no faltará la cocina tradicional con un toque innovador.