Juan Cassá se levanta todos los días a las 7.15 horas. En verano, incluso media hora antes, pero ahora considera que hace demasiado frío para salir a caminar por las mañanas. Quedan dos horas para el primer punto en la agenda del día. Toca consejo sobre la Casa Natal de Picasso y no es lo que más le gusta, aunque eso no signifique que le dé igual. Prefiere el contacto directo con la gente. Admite que su primer movimiento por las mañanas es para engancharse al móvil. Luego, repasa la prensa mientras que se prepara un té. Antes, le quedaba tiempo para encenderse un cigarrillo, pero es un vicio que está intentando dejar. Lleva 25 días sin echar humo y admite que sanear los pulmones le está costando más de lo que pensaba. Si tiene excesiva prisa para finiquitar el desayuno es porque todavía tiene que llevar a sus hijos al colegio.

Las familias modernas tienden a reducirse en número pero a él eso le dio igual y tuvo cuatro. Sol, la mayor, de 7 años, nació en Costa Rica. Leonardo, el menor, con 3, en Málaga. Un crisol de juventud que complementan Santino y Xana. Antes de convertirse en el portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento, Cassá había vivido en 14 países diferentes. «Los asturianos siempre hemos sido emigrantes», explica su tendencia al desplazamiento compulsivo. El único viaje de ida y sin vuelta, asegura, es el que le ha llevado a la Costa del Sol.

Después de cinco años y con la familia plenamente adaptada, ya no quiere cambiar. Como tampoco lo hizo en clave capilar. Antes de las elecciones municipales de 2015, su partido le sugirió que se cortara la coleta por aquello de transmitir más seriedad, pero su mujer le dijo que no. Hoy la coleta se ha convertido en su principal signo de distinción en la política municipal.

Después de despachar los asuntos que conciernan a la Casa Natal de Picasso, mira su móvil y repasa el orden del día: «10.00 horas, reunión gabinete». Emprende el camino al Ayuntamiento y se dirige a la segunda planta, donde Ciudadanos tiene instalado su grupo municipal, y su despacho ejerce de sala de reuniones. En la esquina hay un Albert Rivera en molde de cartón. «Nuestro éxito está relacionado con la marca», admite. Al menos, parcialmente, porque el nivel de dependencia se quiere rebajar. Para ello se pone en marcha toda la maquinaria. Implantar Ciudadanos a nivel local es el paso intermedio para alcanzar el objetivo final.

Cassá cuenta con tres colaboradores directos y una red fija de aproximadamente 20 personas que ayudan a la expansión. «Intentamos combinar la presencia en la calle con un lenguaje claro». El lenguaje tiene que ser claro, insiste Cassá: «No como le pasa muchas veces al alcalde, que pega bandazos. El mejor ejemplo es el hotel del Puerto. Nosotros decimos sí al hotel porque significa progreso para la ciudad».

Si hay algo que ha aprendido de Francisco de la Torre, es que hay que estar siempre en la calle. Y sentir amor por la ciudad. «Amo a Málaga» repite una y otra vez. Por momentos, recuerda a uno de estos estudiantes de Erasmus que idolatra su ciudad, esa que se convirtió durante doce meses en un duro castigo para el hígado. «Con el alcalde coincido mucho en la calle», asegura. Como en aquellas reuniones que acostumbran mantener a solas, al menos, una vez al mes. «Tuvo que aclimatarse a no tener mayoría absoluta», asegura Cassá que ya sí ha entendido como pegan en la formación naranja. Admite que se la quiso colar con los directores de distrito y entonces tuvo que ponerse serio: «Firmó el decreto de cese de los directores con carnet de partido el 31 de diciembre. ¿Qué más se puede decir al respecto?», tira de mueca y señala que su obstinación supuso un antes y después en la relación. «Creo que el alcalde tiene una buena imagen de mí porque ha conocido a pocos políticos como yo, en los que prima la ciudad por encima de las siglas de su propio partido», asegura, además, que su factor diferencial es el «pragmatismo a la hora de buscar soluciones». Una teoría que ahora quiere aplicar para fomentar la hostelería y las actividades tradicionales en los paseos marítimos de El Palo y Pedregalejo. Los hoteleros con los que se reúne, lamentan que el Ayuntamiento se haya olvidado de ellos y ahora solo son noticia si cierra otro establecimiento tradicional. «El PP lleva años sin hacer nada», se le quejan.

Si para ser político hace falta tener alma de comercial, Cassá aplica el mandamiento principal. Hablar bien de tu producto, pero nunca mal del que ofrece la competencia. Promete trabajar para solucionar el problema del estacionamiento: «Joder, yo vivo en este barrio y sé que aparcar aquí a veces es misión imposible».

Para sacar rendimiento al día, corre de vuelta al Ayuntamiento. Toca rueda de prensa conjunta con Raúl Jiménez para presentar la iniciativa sobre el ADN canino, aprobada con el consenso de todos los partidos. A última hora, se entera que el PSOE se ha caído de la foto. «Son estos tacticismos los que no entiendo», se lamenta. En general, asegura que su relación es buena con todo el mundo aunque admite fricciones con Ysabel Torralbo. «Cuando tu única motivación es el no por el no, algo falla», asegura sobre su polo opuesto. Tanto en el fondo como en las formas. De vuelta al grupo municipal, mira una entrevista a Fran Hervías que cuelga en la pared y cuyo titular haría estar orgulloso a cualquier madre. «Veo a Juan Cassá como alcalde de Málaga en 2019», reza y él asiste: «Trabajo para ser el próximo alcalde y creo que puedo ser un muy buen alcalde para Málaga». Claridad en el lenguaje también era esto. Cuando se dirige hacia quien pudiera ser su futuro rival, Elías Bendodo, admite que su relación es más fría. «Nos vemos una vez cada tres meses», dice. Hasta el final del día, Cassá habrá visitado el comedor solidario de Amfremar, se habrá reunido con la asociación de vecinos de Carranque e interpelado con los responsables de la Cofradía de los Gitanos. Para 2019, Cassá se habrá recorrido Málaga no se sabe cuántas veces. Al único que echa de menos es a Rogelio. «Mi mejor amigo», asegura sobre el perro que le ha acompañado 12 años, y que ha fallecido hace poco.