Han sido los últimos en incorporarse a la larga lista de inversores. Al menos, con la ambición comercial que ahora demuestran, traducida en un interés por propiedades para rentar a terceros, por seguir haciendo negocios. Los dos grupos de inversores, turcos y árabes, atraídos por los cambios que se avecinan en sus países, especialmente inciertos en el caso de los primeros, que se han visto golpeados por el terrorismo y por la inestabilidad social y económica.

Lo cuenta Ricardo Bocanegra, presidente de la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol,que insiste en que la situación que vive Turquía ha hecho que muchos ciudadanos, especialmente los de mayor poder adquisitivo, opten por comprar en el extranjero en un intento de garantizarse la protección de sus ahorros. Marbella y sus alrededores se han convertido en uno de los destinos elegidos. Sobre todo, en lo que se refiere al mercado de la vivienda, animado casi en exclusiva desde el estallido de la crisis por un perfil de comprador mayoritariamente extranjero. Y en el que de un tiempo a esta parte se multiplican los agentes.

Los turcos son unos de los inversores más recientes, pero también han resurgido otros mercados como el de Arabia Saudí. En este caso, la novedad no está en el número, sino en una motivación diferente que se une a la tradicional, la de la compra de terrenos para grandes edificaciones. Los árabes ya no vienen sólo a descansar. Y han empezado a invertir en propiedades -incluidos trasteros y cocheras- con el propósito de sacar rédito a su gestión. Incluso explotándolas en régimen de arrendamiento.

La razón, señala Bocanegra, hay que buscarla en los rumores de cambio en la política fiscal de Riad. Frente a la tormenta de una posible modificación en las reglas del juego, que podría derivar en mayor presión fiscal, las clases altas del país han reaccionado buscando otros focos de rentabilidad permanente. Un estímulo al que se suma el de la obtención de la Golden Visa, la tarjeta que otorga de manera automática el permiso de residencia y que se concede en exclusiva a los compradores de casas tasadas objetivamente en más de 500.000 euros.

La llegada de turcos y árabes al mercado de la Costa del Sol no se traduce, sin embargo, en la depresión de otro tipo de compradores. El turismo residencial, sensible como pocos a los desórdenes y a la legislación urbanística, ha dejado atrás definitivamente los desvelos de la corruptela. Y, aunque todavía está lejos de alcanzar su máximo rendimiento, va poco a poco recuperando su lugar en el conjunto de la economía de la costa. Los ingleses, pese a la amenaza del Brexit, siguen sin desfallecer. Y otros países, como los nórdicos o los belgas, se han sumado masivamente al cupo habitual de inversores.

En lo que respecta a los rusos, muy activos en la provincia durante la última década, las dificultades estriban en la concesión de visados, que se ha ralentizado por culpa del relevo de la empresa contratada para ocuparse de la tramitación diplomática. Otros compradores como los iraníes esperan a que el sistema bancario afloje en sus reservas y les permita operar con la misma tranquilidad que a los ciudadanos del resto de países, ya que no existe ningún tipo de advertencia internacional que justifique la desconfianza.