Han pasado de la anécdota, de figurar forzosamente fuera de la legislación, a cambiar en menos de un año, el tiempo de vigencia de la norma andaluza, la silueta del Centro. Las viviendas vacacionales, reguladas en mayo de 2016, se han convertido en uno de los negocios con mayor presencia en el corazón histórico de la ciudad, donde empieza a ser raro ver un local que no esté directamente relacionado con el turismo. Los datos hablan de una propulsión espectacular. Según el recuento del Ayuntamiento, hay 1.301 pisos dados de alta en el registro de la Junta. Y con un grado de concentración por zonas que ha llevado a muchos analistas a dar preventivamente la voz de alarma. Sobre todo, por el ejemplo negativo de destinos como Barcelona o Mallorca, en los que el entusiasmo en la proliferación ha dado lugar a conflictos y a duros ajustes.

En Málaga, de momento, la radiografía municipal, que se detiene en el mes de febrero, refleja un volumen de actividad en expansión, que apunta alto en su condición de nuevo actor de la oferta de alojamientos. La ciudad suma en la actualidad un total de 6.342 camas distribuidas en 2.637 habitaciones, con una notable dependencia del Centro, que es donde se localizan el 75,25 por ciento de los pisos. Una polarización que, junto a la densidad de bares y restaurantes, alimenta el recelo de muchos de los analistas, que temen que el clima se vuelva irrespirable, con las calles transformadas al completo en un recorrido sin tregua de explotación turística.

El Ayuntamiento no quiere que la tendencia derive en una nueva burbuja. Y ya en su plan estratégico, que ordena la política del sector para el próximo trienio, se ha fijado como objetivo tratar de anticiparse a posibles problemas. El primer paso ha sido estudiar de cerca al fenómeno, poniendo en marcha una mesa de trabajo en la que están representados tanto los hoteleros como los propietarios de las viviendas. Una de las propuestas conjuntas es llamar a la puerta del INE para que incluya a este tipo de alojamientos, ya perfectamente integrados, en sus encuestas periódicas sobre la evolución turística. En la ciudad preocupa que la moda arrase en poco tiempo con un modelo económico cuya continuidad a medio y largo plazo se subordina a su propia capacidad de equilibrio. ¿Son demasiados el número de pisos actualmente operativos? Carlos Pérez-Lanzac, presidente de Avva, el colectivo que agrupa al sector en Andalucía, no tiene ninguna duda y responde con rotundidad: Málaga, dice, está muy lejos de la saturación. Y, además, añade, por el tipo de viviendas que han salido al mercado, radicalmente distintas en su ambición a los espacios de fiesta permanente que ilustran todos los veranos la peor parte del turismo. «Estamos hablando de una oferta de vanguardia, de calidad, dirigida a un perfil familiar y cultural y que en muchos casos ha venido acompañada de la rehabilitación de grandes edificios», explica.

El representante de Avva cree que el alto grado de inscripción en el registro de la Junta, que aparece encabezado por Málaga, denota el interés existente entre los empresarios y propietarios por darse de alta y corresponder a las exigencias técnicas y de calidad planteadas por la Junta. «Es un sector con incidencias mínimas, que está creciendo en consonancia con el aumento de la competitividad del destino, de la propia Málaga y su capacidad para atraer turistas», indica.

En cuanto a la concentración en el Centro, Pérez-Lanzac alude a las reuniones con el Ayuntamiento y a una fórmula sobre la que ya se ha hablado a la hora de abordar el crecimiento de la hostelería: la necesidad de «expandir» el Centro y de hacer que el itinerario turístico abarque otros puntos. «Hay zonas como La Victoria o en el entorno de Carretería por las que habría que apostar en el futuro», indica.

La irrupción de las viviendas turísticas y su rápida multiplicación forma parte del debate en las distintas parcelas del sector. Incluida la de los hoteleros. Francisco Moro, vicepresidente de Aehcos, no es partidario de restricciones tan radicales como las adoptadas recientemente en Mallorca, pero sí defiende el establecimiento de mecanismos permanentes de observación y control. Principalmente, a la hora de conceder las licencias. «Sería interesante, como ocurre con los hoteles, que se estudiara cada proyecto, si se ajusta a la zona y casa con la demanda real», reseña.

El peligro al que todos hacen referencia es el que en los mentideros turísticos empieza a conocerse como «barcelonización»: que la llegada de turistas y la implantación de establecimientos se desboque, hasta el punto de ser incompatible con la vida residencial. Un discurso que, a modo de conjura, afecta igualmente a los bares y restaurantes, el tipo de negocio predominante en barrios como el Centro. «Si no hay armonía con los vecinos empiezan los problemas. Y aquí hay que estar especialmente alerta porque Málaga no es Barcelona; sin el turismo no tendríamos economía», dice.