Las entrañas del mar Alborán aguardan gran parte de nuestra historia y una biodiversidad única en el mundo. Lugar estratégico desde el inicio de los tiempos y punto de unión en el que convergen las aguas mediterráneas y atlánticas le convierten en un escenario con una riqueza medioambiental incomparable. En el fondo marino reposan galeras romanas y fenicias, algunos ejemplares de la flota inglesa, francesa y española que se enfrentaron en batallas navales, submarinos e infinidad de navíos. Calamares gigantes, ballenas, tortugas, atunes y demás especies migratorias surcan sus aguas cada año, una ruta que atraviesan dos de cada tres petroleros del mundo.

«Se conoce más sobre la superficie lunar que sobre el fondo del Mediterráneo», explica Juan Jesús Martín, apasionado del mar, biólogo y uno de los cinco socios fundadores del Aula del Mar. Una cooperativa que nació hace 28 años con el firme propósito de fomentar la educación medioambiental y devolver al mar todo cuanto ha hecho -y hace- por nosotros. La idea surgió con la ilusión de cinco amigos que quieren hacer algo por la sociedad. Rondaban los 20 años cuando Juan Jesús junto con Cristina Moreno (psicóloga), Francisco López (maestro), Juan Antonio López (especialista en acuario) y José Luis Mons (biólogo) lograron que la Cofradía de Pescadores le cediera un espacio en el Muelle Heredia para dar forma a su museo. «Queríamos hace un escaparate de la fauna y flora y mostrar cómo el mar marca nuestra carácter», expresa. Una idea que hizo recordar las similitudes entre Málaga y Mónaco. Ambas ciudades fueron las primeras en albergar un acuario museo y hasta el príncipe de Mónaco Alberto I vino para ver el acontecimiento que tuvo lugar hace un siglo.

Con las aportaciones de los vecinos de Málaga este espacio fue creciendo poco a poco e incluso amplió su campo de actuación siempre con un mismo fin: involucrar a la sociedad y que se conciencie de la necesidad de respetar el mar. El Centro de Recuperación de Espacios Marinas Amenazadas (CREMA) nace en el año 96 pero sus socios fundadores comenzaron su actividad voluntaria antes. El primer paciente que atendieron fue una tortuga marina que estaba bañada en petróleo. Aún recuerda Juan Jesús a uno de sus pacientes más especiales. Una foca joven que llegó a orillas del mar de Alborán desde el Ártico. Cuando se recuperó decidieron llevarla a Escocia con la ayuda de la aerolínea British Airways para que pudiera sobrevivir. «Nos vimos en un dilema moral al soltarla. Aquí estaba sola así que decidimos movilizarla hasta allí», detalla.

El hospital marino, ubicado en el Puerto de Málaga, continua activo. La suelta de tortugas marinas en torno al Día Internacional de los Océanos, el 8 de junio, es una de sus actividades más esperadas. Son uno de sus principales pacientes pero no los únicos, los delfines también pasan por la unidad de cuidados intensivos aunque por escaso tiempo, el estrés que les produce el cautiverio es contraproducente, según aclara el biólogo.

En estos cerca de 30 años su actividad ha crecido. Ya son 15 personas los que trabajan en diversos proyectos pero aún falta un empujón económico que les asiente. El cambio de sede en el año 2012 al Muelle Uno les situó en el lugar idóneo, a las puertas del mar, pero el canon que deben pagar supone un esfuerzo que apenas cubren con sus actuaciones. El objetivo es llegar a un acuerdo con la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía, empresa perteneciente a la Junta de Andalucía que ha cedido el inmueble, para pagar esa cuantía con actividades para colectivos. «Estamos en el lugar soñado pero tenemos la peor situación económica de nuestra historia», expone el socio fundador. Sin embargo, las ganas de superarse continuan. Desde hace tres años están inmersos en Acuaponía, un proyecto que abarca el cultivo mixto de peces y plantas comestibles de manera sostenible. Están enfocados en la reproducción de la tilapia, un pez hervíboro que se alimenta de plantas y, a su vez, sus excrementos sirven como abono.

Algunos cocineros reconocidos participan en este proyecto. Es el caso del Estrella Michelin Diego Gallegos que ofrece en alguno de sus platos de degustación este pescado inusual dentro de la alta cocina. También están inmersos aquellos productores que trabajan en una línea ecológica, según expresa Juan Jesús Martín. Un proyecto en el que participan La Diputación y La Caixa.

La falta de fondos les hizo abandonar un proyecto de reproducción de chanquetes que les gustaría retomar. Tras la prohibición en el año 88 en Andalucía de pescar y consumir chanquetes en aguas del Mediterráneo, el Aula del Mar se planteó su reproducción en cautividad como un reto. La idea obtuvo buenos resultados y lograron la reproducción de la larva, sin embargo, debían probar qué sopa marina era la idónea para alimentar a la larva una vez que debía comer por sí misma. La falta de fondos no permitió continuar con el estudio. Ahora buscan la fórmula para retomarlo.

Su actividad silenciosa y diaria comienza a recoger sus frutos. «Hasta hace unos años era habitual que todo el mundo comiera inmaduros y ahora lo raro es comerlos», expone como ejemplo. Un detalle de cómo la conciencia verde y azul alcanza cada vez a más parte de la sociedad. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. «Hay gente que aún no sabe que nuestro mar se llama Alborán. De ahí ponerle al museo Alborania», comenta entre risas. Otro de los puntos que aún queda por resolver en la ciudad es la creación de un protocolo de actuación ante posibles catástrofes. «Lo del Prestige podría pasar aquí y no tenemos un protocolo», expone.

El mar se muestra tranquilo pero en los últimos años sufre grandes cambios generados por la intervención humana y el imparable cambio climático. «El mar tiene una gran capacidad de recuperación pero hay que dejarlo», indica Juan Jesús. Málaga, con el 60 por ciento de su litoral construido es un claro ejemplo de «qué no se debe hacer».

Los escasos espacios naturales y sin construir se deben respetar, a juicio de este experto. La pesca debería controlarse y el saneamiento integral es uno de los grandes asuntos pendientes para la ciudad. «Nuestras aguas y arenas ganarían calidad. Somos una ciudad turística», insiste.

Conservar el Mediterráneo y el medio ambiente como lo conocemos pasa por concienciar y educar a la sociedad y generaciones futuras. En esas andan en el Aula del Mar.