Málaga también tiene madres de la Plaza de Mayo, pero se reúnen en la de la Constitución. Todas tienen una historia dramática detrás de sí, todas se acompañan, se arropan cuando una se derrumba. Es fácil que las lágrimas afloren cuando los terceros viernes del mes se reúnen para denunciar que les arrebataron a sus bebés.

Son las víctimas de un sistema en el que depositaron su confianza, damnificadas por su propia inocencia y por la crueldad de quienes no dudaron en hacer caja de su dolor. En Málaga hay constancia de al menos 200 historias de bebés robados, la mayoría de ellas, si no la totalidad, han pasado por la Ciudad de la Justicia, pero han sido archivadas por haber prescrito, y no precisamente por la ausencia de pruebas o de indicios de delito.

Pero, lamentablemente, no son casos únicos. El desconocimiento y la confianza a ciegas en la Administración de entonces, en plena dictadura franquista o en el aterrizaje de la democracia, se ha cobrado numerosas víctimas en este país, donde se contabilizan miles de casos de bebés robados. La asociación Alumbra Andalucía suma más de 2.000 casos en la comunidad y los datos se multiplican al cruzar la frontera imaginaria de Despeñaperros.

Llevan años de idas y venidas a registros, archivos, hospitales y cementerios. A muchas les ha costado la salud, a otras, problemas en casa. No se pueden quitar de la cabeza que un día alguien vendió la vida de sus hijos, empeñando un futuro al lado de sus padres, de sus hermanos. En definitiva, de familias que les querían y que, entonces, lloraron sus muertes repentinas e inexplicables.

Pero ni la más perfecta de las tramas pudo escapar del desvelo de las madres coraje, que sospechaban de aquellas negativas a ver a sus hijos fallecidos, de aquellas excusas médicas y, más aún, de la ausencia de documentación. La televisión y las redes sociales más tarde, hicieron el resto. Bastó con que salieran una decena de casos para que la cifra se reprodujese en cada ciudad, en cada pueblo.

Miles de familias buscan hoy a sus hijos y a sus hermanos. Miles de hijos buscan hoy a sus familias biológicas tras conocer, de mano de sus padres adoptivos, cuál era su origen. Algunos, los menos, se han reencontrado. Otros llegaron tarde. Y la mayoría sigue a la espera de una llamada o de que una prueba de ADN sea positiva.

La portavoz de Alumbra Andalucía, María Bueno, relata que su hija le fue robada en 1981 al nacer y confiesa: «sé que no la recuperaré, pero hasta el último día de mi vida pelearé por ella».

No es la única que está dispuesta a luchar con uñas y dientes por saber qué fue de su hija. De hecho, solo tiene una certeza: su bebé no murió aquel día. Por eso, en 2010 se animó a crear esta entidad, a sabiendas de que la fuerza se multiplica cuando se suman historias. El viernes supo que la Fundación Baltasar Garzón va a investigar el robo de bebés en España y la recién nacida Ley de Memoria Histórica de Andalucía les reconoce como víctimas, lo que les da la posibilidad de que se reabran los casos de aportarse nuevas pruebas e, incluso, la posibilidad de exhumar las supuestas tumbas de sus hijos.

La gran parte de los casos de Málaga se concentran entre los años 40 y 80, aunque los hay anteriores y posteriores, rozando la década de los 90. El inicio de todo, relata, con las investigaciones del «gen rojo» del psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera, que arrebató a más de 50 malagueñas encarceladas en plena Guerra Civil a sus hijos para dárselos a parejas pudientes pro Régimen que no podían tener hijos.

La situación actual de los casos de bebés robados es de archivo. Para su reapertura, deben aportarse nuevas pruebas, documentos difíciles o imposibles de conseguir: muchos fueron destruidos, otros, directamente no existieron. «Ni siquiera se generaba porque la trama ya sabía el destino del niño».