Si por algo va a ser recordada la Semana Santa de 2017, lo es, sin duda, por el lamentable suceso de la noche del Lunes Santo. Al margen de estrenos que enriquecen el conjunto de nuestra Semana Mayor, sin embargo, quedará impresa en la memoria la forma en que fue destrozado un desfile procesional, la sensación de pánico y de total y absoluto descontrol, provocado por una disputa que pudo haberse perfectamente evitado.

Ya hace más de quince años, se produjo otro suceso en un Lunes Santo que también rompió el orden de la procesión y que tampoco podrá olvidarse, pero siempre, la afectada, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Trinidad Coronada.

Sencillamente, ni el Cautivo, ni la Trinidad se lo merecen, así de forma tan lisa y llana no puedo expresar mejor la sensación de indignación que me produjo observar los atropellos a nazarenos, las carreras sin sentido, las avalanchas sobre las paredes, los enseres por los suelos, las caras de horror, la personificación de la angustia, pero eso si, las sillas intactas sobre la acera.

Después de unos días de investigación policial, ya hay una conclusión, los acontecimientos del pasado Lunes Santo tuvieron como origen en una controversia violenta por la ubicación y colocación de unas sillas que impedían el libre tránsito y salida más o menos franca por la Calle Carretería.

No me gustaría entrar a valorar si el horario de la Cofradía es el más adecuado, que por supuesto influye, o si va a ser el detonante de una reordenación del Lunes Santo, tarea que se me antoja harto complicada, eso será en sede de la Agrupación de Cofradías, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de realizar un ejercicio de crítica y de no de complacencia que parece haberse instalado de forma generalizada en los ambientes cofrades y también en los oficiales.

Hace tiempo, en las ancianas aulas de la Facultad de Derecho complutense, aprendí un viejo aforismo: «La causa de la causa es la causa del mal causado», por cierto, brocardo o máxima jurídica que fue rescatada por San Ignacio de Loyola, por lo que igualmente puede aplicarse a la no menos Santa Semana de la Pasión.

En efecto, lo acaecido el Lunes Santo tuvo su causa en unas sillas, incluso en más que sillas, por lo que sin ambages puede argumentarse que si no hubieran estado presentes esos enseres, el tránsito de Dios por Málaga, porque es más que El Señor de Málaga y su bendita Madre, nada de lo sucedido hubiera ocurrido.

Pero entiendo que es más, las sillas no deberían haber estado porque para ello se prohibió su colocación en la disposición duodécima del Bando emitido por el señor alcalde de 21 de marzo de 2017 y, sin embargo, allí estaban las famosas sillas y lo que es peor, durante otros días posteriores.

Una cosa es la permisividad y otra entender que la costumbre o el uso se conviertan en norma. Por ventura, nos encontramos en un Estado de Derecho y las normas hay que observarlas, respetarlas y si no se observan, imponerlas, pero al mismo tiempo hay que respetar a los cortejos procesionales. A la Semana Santa hay que acudir con dignidad, con respeto, con el corazón de pie o de rodillas según la ocasión, pero no con juegos de mesa, ni por supuesto, amueblando la calle.

*Bernardo Pinazo Osuna es abogado, juez en excedencia y cofrade