La memoria es corta y el olvido es un arma poderosa que viene en forma de toallas de playa colgando en las fachadas. Huele a protección solar y es como si hubiera pasado una eternidad. Pero apenas hay que rebobinar en el tiempo para volver al país de los bloques vacíos. Antes de la crisis, España vivió su particular El Dorado económico con el boom de la construcción. Málaga fue uno de los grandes epicentros de la tormenta perfecta: un Gobierno con hambre de nuevas urbanizaciones, facilidades fiscales y, como aderezo perfecto, una buena dosis de corrupción. El resultado es de sobra conocido por todos. La burbuja explota y desata una reacción en cadena. Miles y miles pierden primero su empleo. Luego pierden los pisos comprados, cada cual hipotecado con un préstamo más alto. La provincia se inunda de stock vacío y los pisos comprados por mucho dinero ahora sólo se venden por mucho menos. Y, si acaso. La burbuja lleva a miles de malagueños a la ruina y los saca de sus casas. Suena casi a paradoja, pero lo que siempre ha dado de comer a la ciudad seduce ahora para abrazarse de nuevo al ladrillo: el turismo. La creciente demanda por los apartamentos turísticos ha vuelto ha incrementar la inversión inmobiliaria y se ha convertido en la nueva gallina de oro de la ciudad que todos quieren exprimir.

La compra de una vivienda destinada exclusivamente a un alquiler turístico se ha convertido en una de las principales opciones de inversión en la capitales. La razón es muy simple y se llama rentabilidad. Violeta Aragón, secretaria general de la Asociación de Promotores y Constructores (ACP) lo explica de la siguiente manera: «Es una fórmula de inversión en viviendas que, a día de hoy, resulta muy rentable. Al final, todo el mundo quiere el negocio fácil». Y el negocio fácil resulta tentador. Según el último informe realizado por Nested, el portal inmobiliario de referencia en Reino Unido, y que ha analizado los alquileres de las viviendas en capitales españolas no hay color: la rentabilidad, si se comercializa una vivienda en régimen de alquiler turístico llega a ser cuatro veces mayor si se alquila a largo plazo.

«A esto hay que sumarle la seguridad que ofrece. Ahora mismo, la Ley de Arrendamientos Urbanos no protege al propietario. Todos conocemos las historias de impagos y las dificultades a la hora de echar a un moroso de la vivienda», explica Aragón que hay muchos propietarios en Málaga que le tienen miedo al alquiler de larga temporada.

En el extremo opuesto está el alquiler turístico. «La rotación es alta y las distintas plataformas te ofrecen todas una garantía de pago», señala Aragón. Un paseo por el centro es prueba suficiente para constatar la nueva realidad. No pasa un día en el que no se ve a algún turista peleando para introducir su maleta pesada en algún estrecho portal. Vivir en el centro de Málaga con un alquiler de larga temporada se ha convertido prácticamente en misión imposible. Las reglas del mercado han puesto el candado. Una demanda elevada, dispara los precios.

¿Pero se está inflando, una vez más, el globo de forma excesiva? Aragón matiza que a ella no le gusta hablar de burbuja, aunque la experta en el sector insiste en la necesidad de un crecimiento equilibrado: «Cuando todos queremos entrar en el mismo negocio, al final, el mercado se desborda». Para Aragón, este momento todavía no ha llegado, pero se podría vislumbrar en el horizonte si la demanda no se mantiene en los niveles que está ahora.

Beneficios para el Centro

En todo caso, también subraya los efectos positivos que ha tenido a la hora de sacar a viviendas sin uso de su estado perenne de olvido: «Los apartamentos turísticos han servido para rehabilitar viviendas que estaban sin ningún uso y sin perspectivas de que se le diera alguno». Según Aragón, vivir en el Centro Histórico dejó de ser atractivo para muchos propietarios que ahora intentan reflotar sus viviendas abandonadas. La fiebre por el oro ha vuelto.