Salimos el domingo 12 de marzo a las 6.20 am, en un vuelo directo a Oslo. Al no poder conectar con el vuelo a Longyearbyen, la capital del archipiélago de Svalbard, pasamos el resto del día en la capital noruega, embarcando hacia las islas el lunes a primera hora de la mañana. Tras una escala técnica en Tromsø, al norte de Noruega, llegamos a Longyearbyen, donde las condiciones climatológicas no permitieron que el bimotor de hélices despegara. En esos momentos caía agua-nieve, y al parecer, este fenómeno es peligroso para el vuelo de este tipo de avión. Al cancelarse el vuelo tuvimos que buscar alojamiento, nada fácil (a un precio razonable) en este enclave ártico. Longyearbyen tiene unos 2.000 habitantes, y cuenta con algunos alojamientos hoteleros, cuyos precios asustan por la enorme diferencia con los estándares españoles. Todo está cubierto de nieve, y la sensación térmica era de unos -12 grados. Pudimos disfrutar de un par de platos de la gastronomía local, como fueron hamburguesa de alce y "catfish" del Ártico.

El martes 14, ayer, a las 8 am, nos confirmaron que habría vuelo a Ny-Ålesund. El tiempo no era muy prometedor, nubes muy oscuras y muy bajas, viento, y caía algo de nieve. Pero las predicciones para los siguientes días eran bastante peores. El vuelo de unos 40 minutos se realizó completamente entre las nubes, sin visibilidad alguna. Una vez en tierra (mejor dicho, en la nieve y el hielo, porque no se ve nada de tierra, todo está blanco) y tras acomodarnos en nuestras habitaciones en la "Casa Azul" (Estación Koldewey, del Alfred Wegener Institute for Polar and Marine Research de Alemania, con quienes mantenemos una estrecha colaboración desde el año 2002), caminamos hasta el Laboratorio Marino. Ya estaban allí nuestras 7 cajas de material científico.

En estas latitudes se almuerza temprano, a las 12. Tras el almuerzo, Eli y Conchi tenían cita con la instructora de tiro. Es necesario que al menos un miembro de cada grupo pase un curso de tiro, para autodefensa, debido a la presencia en la zona de osos polares. Yo, por motivo de mi discapacidad, no puedo realizar dicho curso ni debo portar armas si no es estrictamente necesario. Así que me dediqué a desembalar el material y los equipos hasta que ellas volvieran de curso teórico-práctico (nada despreciable hacer prácticas de tiro bajo una tormenta, tumbadas sobre la nieve, con rifles de largo alcance muy pesados). Ambas demostraron su buena puntería, ¡así que me siento protegido!

De 16,30 a 17,30 es la cena... Ya, lo entiendo, a esa hora en Málaga los niños ni siquiera han empezado a merendar. La cena consistió en carne de reno con salsa de setas, y puré de patatas. En esta época del año no hay comida fresca, nada de hortalizas, verduras o fruta, ya que los barcos de suministro no llegan, y el transporte en avión resulta muy caro. Tras la cena, vuelta al laboratorio a preparar las cámaras de cultivo en las que realizaremos los experimentos con las algas. El viento sigue aumentando, y la temperatura bajando. Nos encontramos con un reno que estaba tranquilamente tumbado sobre la nieve. A las 8 de la noche decidimos que el día ya había sido suficientemente largo, así que volvimos a la Casa Azul para despachar el correo electrónico y dar señales de vida a nuestras familias. Olvidé mencionar que aquí no hay teléfono móvil, y dependemos del correo electrónico para ponernos en contacto con el mundo exterior. En la UMA han quedado nuestros compañeros Fran Gordillo, Sergio Cañete y Raquel Carmona, con quienes mantenemos contacto semipermanente ya que ellos participaron en la anterior campaña en septiembre de 2016, y nos ayudan a solucionar los problemas técnicos que nos puedan surgir.

Ahora mismo hay unos 17 grados bajo cero de sensación térmica, con viento de 26 km/h. Llega la hora de desayunar y al laboratorio a realizar todos los ensayos previos al inicio de los experimentos. El equipo de buceadores del AWI va a terminar de revisar el motor de la embarcación y el material de buceo, para comenzar mañana las inmersiones. El agua está a 0,7 grados bajo cero, aunque eso no es lo peor para ellos, sino el traslado en la embarcación, ya que el aire está gélido.