Finlandia sigue siendo el referente educativo europeo, el sistema que mantiene su liderazgo y conserva su destacada posición en el informe PISA entre Corea, Singapur y otros países asiáticos emergentes. ¿Qué tiene Finlandia para ser el modelo a seguir? ¿Son los niños ?nlandeses más inteligentes que los españoles? Descartada la explicación genética, sólo queda pensar que el secreto se encuentra en el valor que el país nórdico concede a la educación y el prestigio social que tienen allí los docentes. Un patrón asentado en diferencias culturales y sociológicas que no podría reproducrise en España y que sitúan al país finés a años luz.

Los ?nlandeses consideran que su bienestar como país se basa en la educación de sus hijos. Es una nación pequeña, de menos de cinco millones de habitantes, y sin recursos naturales. Por este motivo, el principal tesoro son sus niños y los ponen en manos de los mejores profesionales. Los mejores docentes están en los primeros años de enseñanza, donde se aprenden los fundamentos de todos los posteriores aprendizajes. Y he aquí donde se puede encontrar la primera de las grandes diferencias con España, más allá del prespuesto dedicado a la educación: en el reconocimiento social de la función docente.

Ángel Pérez, catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga, explica que el maestro está tan bien reconocido socialmente y tiene una dignidad similar al médico, al abogado o al arquitecto. «Nuestra cultura social dice que el que vale, vale y si no a Magisterio y así no se llega a ningún lado», se lamenta.

Pérez asegura que la clave del éxito de cualquier sistema educativo moderno reside en el docente, «que no solo transmite conocimientos, sino que provoca el aprendizaje y para ello organiza todas las variables del contexto, del escenario, del programa, del currículo y de los métodos». Porque la finalidad y el propósito es acompañar, orientar y estimular a cada niño.

Aquí otro factor diferenciador: la enseñanza se adecua a los intereses de cada alumno y es muy personalizada. «Aquí la enseñanza es de talla única: igual para todos. Los mismos ritmos, los mismos libros, las mismas formas de evaluación...», sostiene el catedrático. En Finlandia, además, se pretende que el niño en clase desarrolle su capacidad de pensar, relacionar, comparar y hacer. Mientras que el sistema educativo español es muy academicista, en la escuela se usa muy poco tiempo para buscar, descubrir y pensar y se dedica mucho tiempo a que los niños aprendan de memoria datos, fechas, hechos y leyes.

Del mismo modo, Pérez destaca que en Finlandia desaparece la organización del currículum en torno a disciplinas, «sino que se organiza en torno a problemas, proyectos, casos o situaciones». Para ello, se requiere la participación de diferentes disciplinas. «Lo importante es que se impliquen activamente en realizar esos proyectos, analizar esos problemas, buscar y diagnosticar esos casos, acudiendo a toda la información que tengan a su alcance, desde el compañero que está más desarrollado intelectualmente, el maestro, internet... todo son fuentes de información que le pueden suministrar claves», agrega Pérez, que destaca dos ejes pedagógicos fundamentes: la implicación y la cooperación.

«Todo está muy lejos de lo que se hace aquí», admite este catedrático de la UMA, que considera que la educación en España aún mantiene la herencia de la sociedad del siglo XIX, de la época industrial y de la Universidad napoleónica.

La inversión no lo es todo, aunque las diferencias son notables. Finlandia destina el 7% de su PIB a la educación. Esto permite que toda la enseñanza obligatoria, desde preescolar hasta la universidad, sea gratuita, incluyendo las clases, comedor, libros de texto y material escolar. Mientras que en España la política de recortes continúa siendo una amenaza.

Más diferencias importantes: la evaluación. Mientras que en el país nórdico ésta se considera como un diagnóstico de «fortalezas y debilidades» y hay muy pocas calificaciones, en España es todo lo contrario, «imperan las calificaciones, las clasificaciones, los exámenes, los controles y encima se quieren introducir las reválidas» Finlandia busca «ayudar al aprendizaje, buscar en qué se falla, por qué se falla, donde se estanca el alumnos y cuáles son sus talentos» resume.

Además, los alumnos fineses dan menos horas de clase que en España y los profesores no mandan demasiados deberes fuera del colegio. Eso sí, las familias están volcadas con la educación de sus hijos. Culturalmente, su sociedad valora mucho el esfuerzo y la disciplina. Los padres, en función de su disponibilidad y su vocación, echan una mano también en clase. La ratio se sitúa en 20 alumnos «pero lo más importante es que en Finlandia se rompe la organización de curso-aula». Es decir, en un curso puede haber actividades de niños con la misma edad o de distintas edades. Son grupos heterogéneos, unos con más desarrollo intelectual, otros con más habilidades «y en los grupos todos se apoyan y el que más sabe ayuda al que menos sabe».

Esta situación se ve favorecida por la apuesta de aulas abiertas, con la proliferación de espacios libres, de comodidad para el aprendizaje, de silencio para la reflexión, de debate, de juego... «mientras que aquí seguimos construyendo escuelas con aulas, que se convierten en cajas estancas que separan más unen», critica Ángel Pérez, quien valora que el finés sea un sistema 100% público, alejado de ideologías y de adoctrinamientos políticos o religiosos.