Margarita Fuentes vive en un sinvivir. Se pregunta si su hijo vive y, de hacerlo, cómo será. Dice que todas las madres de presuntos bebés robados van por la calle con los ojos bien abiertos, por si ven a una persona que pueda ser su hijo. Pero es difícil, no solo encontrarlo, sino reconocerlo.

Cuando tuvo acceso a sus documentos, algo que consiguió con mucho trabajo porque no lograba dar con su expediente médico, observó que en el papel del parto ponía que había sido asistido por un médico diferente al que en realidad lo hizo, ya que el nombre del que figuraba le era de sobra conocido, Antonio H., al que había visitado en su consulta privada durante el embarazo y el mismo que le comunicó la fatal noticia de la muerte de su hijo. Pero eso no lo supo hasta años después, cuando logró sus papeles. «Si lo llego a saber habría ido a preguntarle», se lamenta Margarita Fuentes.