Las farmacias de la Costa del Sol se han convertido en un nuevo reclamo para los turistas que, aprovechan sus viajes de ocio o trabajo para comprar medicamentos. Y es que los precios de los fármacos, ya sean con o sin receta en España, distan mucho de los de los países de origen de estos pacientes, en su mayoría de EEUU, Canadá, Irlanda y Alemania.

Los precios varían tanto que muchos llegan, incluso, a pagar la consulta privada de un médico de cabecera para que les haga las recetas necesarias para poder marcharse a su país con los envases necesarios para llenar el botiquín. España tiene un reglamento exigente y las medicinas no solo han de comprarse en las farmacias, sino que deben adquirirse, la mayoría, con receta.

Aunque todos los medicamentos deben comprarse por prescripción médica, lo cierto es que hay algunos que pueden adquirirse sin ella, como los clásicos ibuprofeno o paracetamol. Sin embargo, otros como los que sirven para tratar dolencias como la hipertensión o el colesterol no pueden, en teoría, comprarse sin este documento expedido por el médico. Los de venta libre, los conocidos como medicamentos comerciales, también son más baratos en España.

Las diferencias de precio son notables y el boca a boca está funcionando en este tipo de turismo. A modo de ejemplo, los genéricos cuestan, por Ley, un 40% menos que los de marca a la década de su patente. La mayoría de estos turistas descubre casi por casualidad el precio de los medicamentos en la Costa del Sol ante una eventualidad como caer enfermo o haber olvidado el tratamiento en casa. Así lo admiten desde la farmacia Mata, situada en la calle Larios, y a la que se acercan numerosos extranjeros que están de paso por la ciudad. «La semana pasada un turista llegó con una receta para retirar un medicamento para el colesterol y, al ver el precio preguntó si se podía llevar otro», cuenta la propietaria, que señala que este tipo de turismo sanitario ha existido «siempre». La causa, obedece, según cuenta, a que el precio de los medicamentos en España es mucho menor respecto al resto de países.

Esto llevó a que hace unos años, precisamente, el Gobierno tuviera que tomar cartas en el asunto al entrar en el mercado negro los fármacos españoles, más baratos que en otros países. El país con el que más problemas hubo fue Irlanda, de hecho, según la boticaria de la farmacia Mata, algunos llegaban hasta su mostrador con listas de comparativas de precios, algo que en su establecimiento se negaban a alimentar ante la evidencia de su mercantilización posterior.

Aunque los farmacéuticos malagueños señalan diversas nacionalidades, la americana se lleva la palma. Los medicamentos son allí más caros y aprovechan la visita a la costa para llevarse tratamientos que en su país multiplican su precio hasta por cinco. Otra farmacia del Centro Histórico confirma esta afirmación. De hecho, un trabajador señala que observan diferencias cuando llegan los cruceros y más si son trasatlánticos. Admiten que en los últimos años ha aumentado esta tendencia «turística», para la que comparan precios. En la farmacia Caffarena, en la Alameda, apuntan a que el poder adquisitivo del crucerista se nota según el buque y la compañía en la que viaje. Muchos se llevan productos de parafarmacia más caros de la media. No obstante, estos turistas vienen cada vez más resabiados. «Piden paracetamol, pero genérico», cuenta la farmacéutica, que recuerda que es más barato si cabe que el de marca, aumentando más la diferencia de precio con el paracetamol que este extranjero puede comprar en su país de origen.

En los municipios de la costa malagueña la situación no sólo no es nueva, sino que la observan desde hace años. El vocal de oficina de farmacia de la Costa del Sol Occidental del Colegio de Farmacéuticos de Málaga, Antonio Romero, admite que las diferencias de precio entre algunos tratamientos son tan grandes que muchos se abonan una consulta de medicina privada para obtener las recetas necesarias con las que acudir a la farmacia. Otros, acuden con su tarjeta sanitaria al centro de salud y el profesional receta el tratamiento necesario, ya sea por una enfermedad o por el olvido del tratamiento.

Por ello, apunta a que esta práctica se da por lo bajos que son los precios de los tratamientos en España. «En el Colegio somos conscientes de este problema, por eso la alternativa es darle uno que se vende sin receta aunque pidan uno con receta».