Pocos ejemplos hay más rotundos de revitalización de un barrio gracias al movimiento vecinal que Mangas Verdes. El barrio de autoconstrucción, nacido en los años 60 y 70 y poblado por vecinos que bajaban de Colmenar, Casarabonela, Casabermeja, Riogordo y otros pueblos de la provincia para trabajar en su mayoría en la construcción, vio cómo la creación en los primeros años 90 de una asociación juvenil comenzó a cambiar las cosas.

«Montamos la asociación juvenil porque mi hermano Jesús organizaba actividades deportivas con niños pequeños en el colegio. Empezamos a pedir balones y camisetas a la junta de distrito, que entonces estaba en La Palmilla y como nos dijeron que no, montamos torneos para la droga, maratones, y seguimos», resume Antonio Martos (Colmenar, 1963), uno de los fundadores de ese colectivo y presidente de la asociación que sucedió a la juvenil en 1992: la asociación de vecinos de Mangas Verdes.

«Teníamos 30 años, reclamábamos arreglos de calles, de cableado, de luces y el distrito nos decía que no era normal reclamar siendo una asociación juvenil, por eso pasamos a ser una asociación de vecinos», explica.

Paellas contra el olvido

El estreno marcó la línea a seguir en este cuarto siglo: la reivindicación de la mano de los medios de comunicación y también, haciendo uso de bastante ingenio. Un ejemplo: «Como nos costaba mucho trabajo que los políticos visitaran el barrio y éramos jóvenes y teníamos la mente abierta, en las calles que había que arreglar montábamos un arroz, acudían los políticos para que vieran lo que hacíamos y al otro año, casualmente, la arreglaban».

Pero la principal ofensiva vecinal tomó la forma, en esos inicios, de un dossier con 30 calles que Mangas Verdes tenía sin asfaltar. «Lo mandamos a todo el mundo: los partidos políticos, el obispo, el comisario europeo, Celia Villalobos, el presidente del Gobierno...», enumera.

La estrategia dio resultado, porque el concejal socialista Magdy Martínez Solimán recogió el guante en forma de una moción, «que apoyó Celia Villalobos, y a partir de ahí, cada año nos metían cinco o seis calles», cuenta.

Antonio Martos, que preside la asociación desde el 92 y trabaja en Limasa, recuerda que costó mucho que al barrio entrara el camión de la basura. «Los vecinos de lo alto del monte tenían que bajar la basura hasta el contenedor de la calle Manuel Laguna. Estuvimos dos años esperando a que acudiera la concejala Ana María Rico, porque decían que el camión no entraba y cuando vinieron, vieron que sí entraba».

Otra de las acciones reivindicativas fue meter a 300 vecinos en la sede del distrito, en La Palmilla, con una gran pancarta que decía «Mangas Verdes necesita ayuda», con lo que el distrito se paralizó y no pudo tener lugar el pleno, «porque la gente se solidarizó con nosotros, hasta el concejal José María Martín Carpena, que era del PP, se puso con nosotros», comenta.

Los medios de comunicación se hacían eco de estas reivindicaciones, que en ocasiones adoptaban maneras muy llamativas, como aquella vez en la que los vecinos se reunieron para tomar las uvas en agosto y pedir en una carta a los Reyes Magos mejoras para el barrio. «Eso fue un bombazo, salió en todos los medios de comunicación. Pero es que teníamos muchos problemas y simplemente para pedir una cabina de teléfono había que ir al fin del mundo».La protesta de las linternas

En otras ocasión, la protesta se acompañó de linternas de bolsillo para protestar por la falta de iluminación nocturna en muchas calles de Mangas Verdes. El Ayuntamiento, en tiempos de concejal José Luis Gallardo Sarasúa, respondió iluminando varias calles y algunas de estas inauguraciones estuvieron acompañadas de una fiesta .

Otra estrategia ingeniosa fue aplicar el sentido del humor, como cuando la asociación de vecinos regaló un décimo de lotería al alcalde, Francisco de la Torre, «porque como decía que no había dinero, por si le tocaba la lotería, que invirtiera en Mangas Verdes», explica con una sonrisa Antonio Martos.

Y muchos años de lucha costó conseguir que el autobús, la línea 30 de la EMT, llegara al barrio. Cuando esto se produjo, a Antonio, que estaba barriendo por Ciudad Jardín, lo recogió un coche de Urbanismo para darle la sorpresa: «Me metí en el coche con el vestido de barrendero y los guantes y allí en la plaza de Francisco López López estaba el autobús y los medios de comunicación. Me alegré un montón», confiesa.

Las reivindicaciones ni siquiera cesaron cuando el barrio estrenó nueva iglesia, la de Nuestra Señora de la Esperanza y San Eugenio de Mazenod en 1997. Fue entonces cuando Antonio Martos, tras dar la bienvenida al obispo, Antonio Dorado Soto, le entregó el famoso dossier de las 30 calles sin asfaltar. «Le dije que veía la iglesia muy grande para un barrio en el que la gente estaba sin saneamiento y le pedí que rezara por Mangas Verdes. Y la verdad es que nos ayudó».

Cuando se le pregunta por la influencia que en la buena marcha del barrio ha tenido la asociación de vecinos, Antonio Martos siempre puntualiza que se ha debido al empuje de los vecinos. «Siempre tiene que haber una cabeza visible pero si detrás no están los vecinos, como que no».

En la actualidad, quedan cuatro calles sin asfaltar, «y no está costando un mundo porque el Ayuntamiento dice que cómo gastar tanto dinero si sólo viven dos personas».

Cuando echa la vista atrás, confiesa sentirse «orgulloso» de todo lo conseguido, pero como destaca, el verdadero termómetro del barrio lo forman los antiguos vecinos que, con motivo de la procesión de la Virgen de la Paloma, regresan cada año. «Ellos son los que dicen lo cambiado que está el barrio y cómo han podido pasar por una calle, que antes era un arroyo, y rodearlo». En todo caso, también recalca que, antes de la fundación de la asociación, «ya había gente luchando mucho por Mangas Verdes».

Viajes, meriendas populares, desayunos mediterráneos, talleres...la asociación también puso en marcha visitas guiadas por el barrio y los paneles cerámicos con la historia de personajes y edificios ligados a Mangas Verdes y fue pionera en hacer intercambios con estudiantes europeos hace más de 20 años. Además, esta primavera ha acogido con gran éxito a una treintena de estudiantes de Erasmus.

El año pasado, por cierto, regresó Eleuterio Sánchez, El Lute, quien en 1972 se escondió de la policía en una casa del barrio. El famoso Lute habló de reinserción a colegiales y vecinos.

Quedan cosas por hacer, pero ahí estará la asociación de vecinos para tratar de alcanzar nuevas metas. Muchas felicidades.