La democracia es un regalo que ha cambiado en la provincia desde 2015. Si el envoltorio sigue siendo el mismo, el contenido ha mutado de forma radical. Hasta el punto de que el actual mapa político no se parece en absoluto al de 2011, cuando el PP salió como triunfador absoluto de las últimas elecciones que todavía se debatían en el conocido tablero del bipartidismo. Entonces, con la famosa herencia de Zapatero convertida en una enorme losa contaminante para los intereses socialistas, los populares lograron teñir a la provincia de azul. Conquistando, incluso, plazas de larga lealtad al PSOE como Antequera o Coín. Una sombra de poder que se presumió extensa si a ello se le sumaban las alcaldías de los grandes municipios de la Costa del Sol y del Ayuntamiento en la capital, siempre pieza clave dentro del pulso político.

Pero la digestión de la crisis se hizo pesada. Los vasos comunicantes de unas cifras de desempleo, insoportables para cualquier país que presume de europeidad, se solaparon con los continuos casos de corrupción y un creciente descontento político. Tras agitar durante mucho tiempo esta coctelera tóxica, la bebida resultante vino en forma de la proliferación de las nuevas formaciones políticas que, finalmente, acabarían por desfigurar el mapa político de la provincia. Podemos y Ciudadanos fueron las siglas de nuevo cuño que acabarían por decantar el actual orden.

En el caso de la formación de Pablo Iglesias, la irrupción vino a través de sus demarcaciones territoriales. La directriz nacional establecida por el líder era no concurrir bajo el sello de Podemos para no quemar la marca antes las elecciones generales del 20D. La percepción de que el tiempo vuela se multiplica en política. Cuando el titular de hoy hace que el de ayer huela a pescado podrido. Recordar estos antecedentes, sin embargo, resulta obligatorio para entender cómo se encuentran los partidos en estos momentos y qué ha sido del reparto de poder que se estableció en 2015.

El desembarco electoral de las nuevas formaciones ha sido clave para que se produzcan vuelcos al frente de los gobiernos municipales o para afianzar al PP al frente del Ayuntamiento de Málaga y en la Diputación. Con la lección ya aprendida de que los populares necesitan de mayorías absolutas para garantizarse las alcaldías, la sintonía entre los partidos de izquierdas ha servido en muchas ocasiones para forjar alianzas que han precipitado los cambios de color en las corporaciones. Especialmente llamativas, en el caso de las principales de la Costa.

En ciudades tan importantes como Torremolinos, Benalmádena o Vélez-Málaga, el PSOE está al frente de las alcaldías. Y sin olvidar a Marbella, con todo lo que supone estar al frente de unas de las capitales más importantes no ya de la provincia, sino del país.

Hablar de configuraciones en los ayuntamientos de la provincia, es hablar, principalmente, de dos nombres: Elias Bendodo y Francisco Conejo. Exceptuando a la capital, donde Francisco de la Torre tomó la iniciativa por su cuenta, no hubo ninguna negociación en ningún municipio de la provincia que no tuviera que sellarse con el veredicto de ambos.

Finalmente, la animadversión latente en las franquicias de Podemos, sumado a las promesas hechas hacia las formaciones independientes permitieron a Conejo ganar de entrada la partida y colorear el mapa de rojo. De esta manera, se asistió a la entrada de nuevos alcaldes en la provincia. José Bernal en Marbella, José Ortiz en Torremolinos, Víctor Navas en Benalmádena, y el regreso de un viejo rockero como Antonio Moreno Ferrer al frente de Vélez-Málaga completan el círculo de las grandes ciudades de la Costa.

Para todas ellas, el PP auguró un horizonte negro y de parálisis. A día de hoy, las cuatro siguen con los mismos alcaldes al frente y tampoco está previsto que el PSOE cambie de candidatos. El objetivo en este mandato era el de afianzar estas alcaldías y lograr aumentar el apoyo electoral en 2019. Con más o menos dificultades, estos ayuntamientos han logrado sacar adelante sus presupuestos, siendo las cuentas anuales el elemento más difícil de cuadrar cuando hay que poner de acuerdo a varios partidos.

Tampoco ha virado la relación de poder al frente de la capital. Aunque estos primeros dos años de De la Torre en minoría han cumplido con los presagios que barruntaban un mandato de alto desgaste para el primer edil. Al menos, de puertas para dentro, con algunos de sus concejales cuestionando en privado las dudas que ha sembrado el propio De la Torre sobre su futuro. En relación a la gobernabilidad, después de quedar patente la reiterada incapacidad para llegar a acuerdos con el resto de partidos, Ciudadanos se ha convertido en una formación imprescindible para el alcalde. Con todo lo que ello conlleva. Más allá de las continuas incertidumbres de saber hacia dónde va a tirar, está el hecho de tener que contentar a un Juan Cassá reconvertido en una especie de alter ego de sí mismo, que sueña con ser el próximo alcalde de Málaga.

Las relaciones más explosivas se han vivido, sin duda, en Mijas. Era de esperar que no saliera bien el experimento de juntar a Juan Carlos Maldonado con Ángel Nozal. Enemigos en lo personal, el gobierno tardó lo justo en saltar por los aires. Ciudadanos cogobierna ahora junto al PSOE.

Mociones de censura

¿Qué sería de la política provincial sin sus mociones de censura como Dios manda? Hasta el momento ya van seis, a falta de que se sume el Rincón de la Victoria mañana. Francisco Salado será el nuevo regidor después de arrebatarle la alcaldía al PSOE. En esta particular guerra, los socialistas lograron sumar a Ronda, donde ahora gobierna Teresa Valdenebro. Cuevas del Becerro y Pizarra se suman a la lista de los pequeños municipios en los que ha habido un vuelco. En el PP siguen soñando con la posibilidad de recuperar Marbella, aunque Bernal ha logrado hacerse fuerte en estos dos años. Muchas plazas y muchos intereses siguen en juego. Quedan otros dos años hasta el próximo cambio de guión.