¿Se ha subestimado en la lucha contra el terrorismo el papel de la propia comunidad musulmana?

Los musulmanes deberían tener un papel fundamental. Sobre todo, a la hora de contener la radicalización. Pasos como el que se acaba de dar en el Reino Unido, donde un imán en representación de 130 imanes ha propuesto negar la oración fúnebre a los terroristas, son muy importantes. Especialmente, porque son ellos, los propios islámicos, los que deben condenar la interpretación y el uso que se hace de su religión. Por fortuna no es un hecho aislado. Y ya estamos oyendo voces como la del repesentante de las mezquitas de Londres, que ha mostrado su preocupación por la existencia de jóvenes radicalizados en el entorno de las familias conocidas. La propia mezquita puede ser un lugar muy eficaz para revertir este tipo de procesos.

¿Son ese tipo de actitudes las que a largo plazo pueden ayudar a ganar la batalla?

Es algo, insisto, muy importante. Se habla de que el terrorismo está en las redes sociales y en internet y está es una manera de combatirlo; no yendo tanto directamente a por ellos, sino desarrollando una narrativa contraria a su discurso y con capacidad de desactivar sus argumentos religiosos e ideológicos. Unos argumentos, que dicho sea de paso, son radicalmente falsos. Y que no hay nadie mejor para derribarlos que los propios creyentes. Por eso es tan relevante su visibilidad. En cierta medida, Occidente se ha equivocado al no dar más voz a los refugiados que vienen de Siria o de Irak, personas que han sufrido de primera mano el horror del Estado Islámico, y cuyo relato contribuyen precisamente a dar a conocer la situación y confrontar la propaganda radical. Lo decía hace poco en Lisboa la presidenta musulmana de una ONG: los musulmanes deben ser los primeros en dar ejemplo y deshacer ese discurso.

¿Es la situación actual la consecuencia de una política expansionista equivocada?

Occidente está claro que se ha equivocado, pero también ha habido errores que son imputables a los propios países árabes. Y no me refiero sólo a su profunda y a veces radical escisión religiosa, sino también al hecho de llamar y utilizar al Gran Hermano cuando les interesa y las luchas de poder. Ahora bien, de los países occidentales se habla mucho de sus intereses petroleros. Y con razón, pero también se han cometido equivocaciones mucho menos evidentes que han sido utilizadas para sembrar el odio y la radicalización. Me refiero, por ejemplo, al tratamiento informativo, a la escasísima atención que reciben las víctimas de países del entorno. Se ha demostrado, y con creces, en el último mes, con la cobertura del atentado de Kabul y la de Manchester o Londres. Son personas que mueren por las mismas razones y a las que no se le dedica el mismo interés. Ni a nivel mediático ni político. No hubo minutos de silencio por Afganistán, pese a su elevado número de víctimas.