Por razones de salud, en el pasado mes de abril, tuve que acudir a Urgencias de Carlos Haya para ser atendido; me resisto a utilizar la nueva denominación del hospital porque cambiar el chip, como se dice ahora, no es fácil. Para un malagueño de mi edad, Carlos Haya seguirá siendo Carlos Haya.

Vuelvo a Urgencias. Sin entrar en detalles tengo que alabar la forma en que fui atendido. Tuve la suerte de que a la hora que llegué la afluencia de enfermos era escasa. Pero tengo constancia de que, con pocos o muchos pacientes, la asistencia es completa con un personal amable, preparado, entregado al servicio de los demás.

Este preámbulo es para dejar constancia de mi agradecimiento a médicos, enfermeros, celadores y administrativos que me atendieron durante el tiempo que permanecí en el centro.

No cito nombres porque no tengo constancia de todos los que me atendieron y no sería justo mencionar a dos o tres dejando en el anonimato al resto. A todos mis más expresivas gracias.

Presencia femenina

Lo que me llamó la atención, aunque no sorpresa, fue que salvo un hombre, todos los que me atendieron, me reconocieron, hicieron pruebas, me trasladaron de un lugar a otro… eran personas del sexo femenino.

Estamos en 2017, y me pregunté ¿cómo era la Sanidad malagueña hace sesenta años? Recurrí a la Reseña Estadística de la Provincia de Málaga, editada en 1960, deteniéndome en la situación de la sanidad malagueña en el año de referencia, 1957, sesenta años atrás.

En Málaga capital había colegiados 560 médicos; del total, 556 eran varones y solo 4, mujeres. Un año antes, en 1956, solo había colegiada un mujer médico. Hoy, en 2017, desconozco el número de colegiados y la proporción varones-hembras. No me extrañaría que haya un empate técnico, como dicen los estadísticos.

Los médicos de entonces

Los nombres de los médicos de aquellos años eran todos conocidos. Si se hablaba de cirujanos, inmediatamente salían los nombres de José Lazárraga, Queipo de Llano, García Recio, Antonio Luna, Ricardo Rivera, Pascual López Magaña, Horacio Oliva…

De los de medicina general, hoy médicos de familia, los más conocidos eran Manuel Pérez Bryan, Cristóbal Porcuna, Manuel Sánchez, Antonio Gutiérrez Mata…

Con respecto a los pediatras o médicos de niños, los más sonados eran García Palacios, Flores Temboury, Marina, Eduardo Jáuregui…

La lista de los ginecólogos la encabezaba don José Gálvez Ginachero, su hijo José, José Luis Oliva, Bustamante, Gracián…

Puedo seguir con la lista: Psiquiatras (Ortiz Ramos, Gradillas y Cotrina), Oftalmólogos (Bosch, Guerrero, Alcalá, Muñoz Poy, Ortiz de Lanzagorta), Estómago (Franquelo), Corazón (Moncada padre e hijo), Piel (Carrillo, Hernández Posadas, Garnica), Pulmón (Almansa y Ciezar), Otorrinolaringólogos (Muguerza, Fernández López Uralde, Bermúdez, Alcázar… y Jiménez Roldán, Llovet, Juli, De Pablo, Mezquita…

No quiero cansar al lector con más nombres. Casi todos los citados los recordaran muchos de mis lectores, especialmente los que nos escudamos tras la ambigua expresión «cierta edad».

La mujer se impone

Para no liarme con los números que son tan fríos como necesarios para sacar conclusiones, la realidad es una e imparable: la mujer se ha impuesto en todas las actividades, incluida la medicina.

En el mundo del periodismo, que es donde me he desenvuelto durante muchos años, y en el que sigo implicado de forma residual -solo escribo para La Opinión- ocurre otro tanto de lo mismo. No sé si hay más mujeres que hombres en las redacciones de los periódicos, radios y televisiones; por ejemplo, en los informativos de 1 de Televisión Española, aparecen informando desde la capital y provincias más mujeres que hombres. ¿Por qué? Será porque están más preparadas, ganan las oposiciones, trabajan con más entusiasmo, no se amilanan ante los problemas y dificultades en el ejercicio de la profesión, son más cumplidoras… y la figura y el rostro, espero, no influyen en absoluto en su escala profesional.

He citado un par de profesiones antagónicas; pero un repaso a otras actividades nos descubre que la presencia femenina es cada día mayor. Y no es casualidad. Pienso que la mujer ha dicho «aquí estoy»... y está dispuesta a demostrar lo que antaño se les negaba: disposición y talento para abordar cualquier empresa.

Quizá de una manera frívola me atreví a sugerir a una persona que admiro y respeto por su formación cultural y humana que en un año no demasiado lejano (yo no lo veré), cambien las costumbres de tal forma que el papel de las amas de casa (cuidado de los niños, limpieza, cocina, compra en mercados…) lo asuma el hombre mientras la mujer se dedique a los trabajos técnicos e intelectuales, periodos de embarazo y parto. aparte.

Una vez trascurrida la cuarentena o periodo de lactancia, la hembra se irá a los juzgados a impartir justicia, pilotar aviones, salvar náufragos, detener delincuentes, proyectar puentes, enseñar a niños y mayores en escuelas, institutos y universidades… mientras su marido o compañero cambiará los pañales a los peques, preparará la comida, hará las camas y se conectará con cualquier televisión, cuando las tareas del hogar se lo permita, para ver los culebrones, las series y los programas de los famosillos y famosillas.Todo es posible, ¿o no?

De momento vayamos acostumbrando a encontrar mujeres presidiendo tribunales de justicia, informando lo que sucede en los partidos políticos, operando de cataratas, conduciendo autobuses, deteniendo delincuentes, ocupando las jefaturas de Prensa de instituciones como la Guardia Civil y Policía Nacional, ganando maratones, investigando en cualquier rama de las ciencias, liderando partidos políticos…