Merete Naess Nielsen tenía apenas 15 años cuando se quedó embarazada. Se hizo mayor de repente y, aunque ella era una chica madura para su edad, una adolescente en los años 70 seguía siendo joven para convertirse en madre. A pesar de romper moldes y de enfrentarse a una sociedad anclada en el pasado, se casó. Lo que pudo ser un amor de verano continúa aún hoy, con tres hijas de 42, 38 y 19 años.

Pero la vida de esta mujer de rasgos extranjeros podía haber sido más fácil. Ni haber emigrado con su familia de Copenhague con solo 10 años, ni tener a una niña en plena pubertad tiene comparación con el dolor que lleva años soportando ante la posibilidad de que en vez de tres hijas tenga cuatro. Que aquella barriga desproporcionada, que aquel embarazo tan atípico tuviese una explicación lógica: que aquel 27 de octubre de 1975 naciesen dos bebés en lugar de uno.

Durante años sus sospechas quedaron adormiladas en un segundo plano. Para ella hablar de su parto se convirtió en un tabú, sabía que lo que aquel día pasó entre las cuatro paredes del gran hospital Carlos Haya no había sido normal y, por tanto, decidió dejarlo en el rincón más alejado de sus recuerdos. Como si no contarlo lo hiciese desaparecer.

Pasaron los años, en concreto 38, hasta que una noche, mientras veía en Antena 3 un programa de bebés robados se quedó helada. Con una mezcla de estupefacción y congoja escuchaba la historia de familias que buscaban a sus hijos o hermanos, desaparecidos tras nacer y, supuestamente, robados. Pero el testimonio de una mujer le dio un vuelco al corazón. Se quedó fría cuando escuchó que una señora buscaba al mellizo de su hijo. Nunca le habían dicho que había tenido dos, pero con los años había descubierto que había sido un embarazo múltiple.

Merete reaccionó. Aquel recuerdo oscuro, escondido en lo más recóndito de su mente, afloró. «Me di cuenta de por qué nunca había querido contar nada sobre mi primer parto. Entendí que mi hija mayor tiene un hermano o una hermana melliza en algún lugar. Y que me engañaron», se lamenta.

Los nueve meses de embarazo fueron duros. Lo supo después, cuando tuvo dos hijas más. «Me mareaba muchísimo, tenía anemia y una barriga enorme», relata Merete, que es de complexión delgada.

En las reiteradas visitas que hizo a la Caja Nacional, en calle Córdoba, le preguntaba al ginecólogo si aquello era normal. «Una de las veces me estaba auscultando y parecía que estaba buscando por otro lado diferente y le pregunté si había dos. Me dijo que no, que el corazón era tan potente que se oía en dos sitios diferentes», relata.

El verano fue largo y la barriga de Merete continuó creciendo a un ritmo vertiginoso. «Notaba una cabeza debajo de las costillas y otro bulto grande, como otra cabeza, por otro lado», cuenta la mujer, que entendió que aquella gestación no había sido al uso cuando tuvo a sus otras dos hijas en dos embarazos diferentes. «Notaba manos y pies por todos lados», agrega.

Merete Naess Nielsen se puso de parto a las 3 de la mañana del 27 de octubre. Empezó a tener contracciones seguidas y expulsó el tapón mucoso. Rápidamente ella y su marido José cogieron el coche e hicieron el camino de Torremolinos a Málaga con los nervios propios de la incipiente paternidad.

Merete y su marido entraron a una consulta en la que empezaron, denuncia, las irregularidades. «Me trataban con mucho despotismo y pensé que era por mi edad», critica la mujer, que preguntaba con curiosidad y miedo qué tal estaba el bebé y no recibía respuesta. «Entonces, el médico le dijo a la enfermera que me pusiera un enema y me miró y me dijo: pero no vas a tener nada», cuenta Merete que, extrañada, le preguntó que qué quería decir. La enfermera que la acompañó hasta el baño le dijo que estuviese tranquila. «Me trató con pena», lamenta la mujer, que sintió miedo y mucha incertidumbre.

Pero no fue la única vez que aquel médico le dijo aquella frase. «Llevárosla al paritorio. Pero que sepas que no vas a tener nada», le volvió a insistir. «Yo ya iba hecha un mar de lágrimas. Mi marido me miró y me hizo un gesto como diciendo que no le hiciese caso», relata Merete, que sospecha que el médico, al reconocerla al llegar, supo que había dos bebés. Pero la supuesta trama de bebés robados no contaba con la tenacidad de aquella chica danesa enamorada de la Costa del Sol. Estuvo en el paritorio desde las 6 de la mañana hasta media mañana. José se quedó fuera, esperando y no tuvo noticias hasta bien entrada la tarde. El trato no fue mejor allí.

De repente, vio a través de una cristalera a dos hombres mirándola. «Iban con ropa de calle, uno era más mayor y el otro más joven. Me sentí intimidada y el médico, que en todo momento estaba detrás de mi cabeza, me dijo que no mirara más». Tan cansada estaba Merete que empezó a quedarse dormida. Entonces, un médico llegó y le torteó la cara. «Que se nos va», dijo a las matronas y enfermeras y la llevaron, cuenta, a una parte más apartada de la habitación. «La matrona me dijo que me iba a dar un cortecito para que saliera la cabeza, que ya estaba ahí y, de repente, el médico gritó: ¡pónselo ya!».

El siguiente recuerdo de Merete es en una habitación. Despertó con un brazo ensangrentado y atado a la cama. «Le pregunté a la enfermera que donde estaba el bebé y me dijo ¿pero tú has tenido algo?», señala la mujer, que cuenta que empezó a gritar y a preguntar por qué le habían atado. «´Te hemos tenido que dormir porque no veas lo mal que te has portado´, me dijo. Pero si no chillé, no dije ni ´ay´», se lamenta Merete, que sospecha que le durmieron para, probablemente, quitarle al segundo bebé porque, al darle a su niña, no sin reparos, la enfermera incurrió en una contradicción.«Le vi una marca en la espalda y cuando pregunté que qué le había pasado, me dijeron que habían usado forceps para sacarla porque había nacido de nalgas», explica la mujer, cuya sospecha de haber tenido mellizos toma fuerza en esta parte de la historia porque durante el parto la matrona le había dicho que veía la cabeza del bebé momentos antes de que la sedaran.

Empezó a despertar de su letargo cuando, hace una década, su ginecólogo privado, en una exploración, le dijo que ese mismo día podía quedarse embarazada de mellizos por cómo había ovulado. «¿Esto me ha podido pasar antes?», se sorprendió preguntando. El médico le respondió que sí. Años más tarde vio aquel programa de televisión y entonces acabó por comprender que tras su parto había un trasfondo aún desconocido. Tras pedir papeles no ha obtenido nada, porque le aseguran que los documentos desaparecieron en las inundaciones de 1989.

«Siempre pensé que me habían querido quitar a mi niña, pero no que podía haber tenido dos. Estoy segura de que tuve dos y le quiero encontrar», zanja.Libro de familia

Registro

La hija mayor -la supuesta hermana del bebé desaparecido-, Vanessa, consta en el registro como hija única del parto.

Nacimiento

Merete miraba el reloj en el paritorio y asegura que su hija nació antes. El documento recoge que la hora del nacimiento de su primogénita es las 11.30, no las 12.15 como dice el papel del Registro Civil según los datos del Hospital. Eso, unido a otras irregularidades, le hace sospechar que fue la segunda en nacer y que, por tanto, hubo otro bebé en aquel parto del que ni ella ni su familia tienen constancia.

Registro del hospital

Negativa

Las veces que ha pedido documentación sobre su parto ha recibido la misma respuesta: no hay documentos de sus partos.

Historia clínica

Sus dos primeros partos no constan para el hospital. Le han señalado que probablemente la información se perdió en las inundaciones de 1989, si bien ella piensa que pudo no existir nunca el documento del nacimiento de su primera hija, en el que cree que pudo haber irregularidades y en el que presuntamente pudo producirse el robo del mellizo: un niño o una niña, no lo sabe.