­Robots que trabajan con personas o, directamente, las sustituyen. Software, tan inteligente que es capaz de ganarle una partida de ajedrez al mismísimo Garri Kaspárov. Ordenadores que diagnostican enfermedades a través de una simple imagen. Máquinas que toman decisiones por su cuenta y luego las desarrollan. Distopía o no, un escenario a lo Minority Report parece más cerca de que lo estaba hace diez años. Inteligencia artificial contra inteligencia humana. Frío razonamiento contra el mundo de las emociones. Sentimientos contra estériles algoritmos. ¿Cómo preparar a los más pequeños para que estén capacitados a desenvolverse en un futuro escenario que nadie es capaz de predecir con exactitud? La respuesta a una a pregunta tan elemental tiene que venir, necesariamente, desde el campo de la educación. Bajo esta premisa, dos jóvenes de Málaga han volcado ahora su experiencia acumulada en el trabajo diario con los más pequeños, embridando su conocimiento en un libro que lleva un título con premeditado doble sentido: El viaje de Alma. Las autoras son Elena López, psicoterapeuta de 26 años, y María Díaz, maestra de Infantil de 25.

Unidas, además de una amistad surgida desde que compartieron pupitre, lo están por la pasión de educar a los más pequeños. El libro, que se ayuda de unas ilustraciones logradas, muy en cliché de la audiencia al que va dirigido, se centra en un concepto que se considera clave en el desarrollo de los niños : la inteligencia emocional como elemento que forja competencias sociales. Una especie de aptitud mayor de la que dependen el resto de habilidades, y en la que influyen, sobre todo, las emociones y el saber lidiar con ellas. «Ahora mismo, la enseñanza se sigue centrando más en desarrollar materias clásicas como pueden ser el lenguaje o las matemáticas, pero las emociones no aparecen dentro del currículum», explica María uno de los motivos que les llevó a escribir el libro.

Las emociones lo son todo

Cómo descubrir, identificar y regular las emociones se convierte en el hilo conductor de este libro pedagógico en el que Alma, protagonista principal, experimenta un viaje sensorial que le ayudan a descubrirse a sí misma para forjar su personalidad. Algo a tener en cuenta para todos los padres, según esgrime Elena: «La inteligencia emocional aumenta la probabilidad de éxito de los adultos a nivel laboral, a nivel de relaciones con los demás, a nivel de creatividad». Ahí está ese compañero de clase, al que se le caían de los bolsillos las matrículas de honor y que ahora está pasando dificultades en el mundo laboral. «La inteligencia emocional fomenta la autoestima. Saber, por ejemplo, que en algún momento puedes estar triste y no por eso te tienes que sentir culpable», añade Elena que, gracias a su trabajo al frente de Lomar Piscología puede dar buena fe de que cada niño es, a su vez, un mundo. Un microcosmos moldeable, en el que el papel de los padres resulta clave.

Si crecer se puede considerar como un deporte extremo, El Viaje de Alma es, también, una herramienta útil que deja atrás la autoridad del pensamiento establecido y afronta la educación como una tarea participativa. Ya sea a través de la lectura conjunta entre padres e hijos, o cumpliendo con los ejercicios prácticos a los que se reta al final del libro. «En la historia, Alma visita diferentes villas. Cada villa representa una emoción. Lo que hemos hecho, ha sido crear una maleta donde caben una serie de materiales para cuando se visitan estas villas. Tú tienes claro que si estás cabreado, puedes ir a la maleta y saber que puedes coger algo que te va a ayudar», resumen Elena y María de forma conjunta. ¿Cómo es el alma de los pequeños? Alma replica en su viaje.