No sé si el cañón pulverizador para matar los mosquitos del paraje natural de la desembocadura del río Guadalhorce utilizado por nuestro Ayuntamiento ante la inhibición de la Junta de Andalucía habrá dado resultado y los vecinos de la zona pueden abrir las ventanas de sus viviendas sin peligro de ser víctimas de los mosquitos tigre o de otras especies. Llevaban tiempo reclamando acciones eficaces para acabar con la molesta e insalubre plaga.

Como lector asiduo de todo cuanto acontece en Málaga y provincia -La Opinión, entre otros atributos destaca por su atención a los todos los pueblos y ciudades de la provincia- sigo la evolución del problema no resuelto de forma satisfactoria para exterminar los mosquitos, especialmente en la zona más castigada: los alrededores de la desembocadura del Guadalhorce.

No me voy a detener en las formas y sistemas que se utilizan para acabar con la molesta plaga. Sí he leído, en una de las informaciones publicadas en las páginas de este diario, que se está buscando al depredador natural de los mosquitos, otro bicho que se alimente de las larvas de los molestos dípteros que además de picar a quien se pone a tiro transmiten enfermedades, incluso mortales.Ya se sobrepasaron

No es la primera vez que en Málaga la plaga de mosquitos en zonas húmedas o de aguas estancadas sobrepasa los límites normales, o sea, cuando la presencia de insectos que antes de atacar a los humanos delatan su presencia con un zumbido característico.

En estas mismas páginas de La Opinión relaté un caso que dio lugar a bromas y malentendidos por la persona que encaró un problema parecido al que hoy trae de cabeza a los vecinos cercanos a la desembocadura del río Málaga, que es como siempre hemos denominado los malagueños al rotulado Guadalhorce. Entonces, los afectados por los insistentes ataques de los mosquitos residían en la calle Cister y adyacentes, como Afligidos, Cañón, Abadía del Cister y Pedro de Toledo.

El 8 de noviembre de 2015 conté la historia. En el proyecto de construcción de los jardines de la Catedral se incluyó un estanque. El lugar quedó, como se decía entonces, la mar de mono, con su agüita y peces de colores. Al poco tiempo, los mosquitos se adueñaron del estanque y se alimentaban chupando la sangre de los vecinos de las viviendas de los alrededores. Lo mismo que hoy los vecinos de la zona del Guadalhorce claman por soluciones para exterminar los chupópteros, los moradores de las citadas calles reclamaban del Ayuntamiento una solución.

La solución llegó de manos del teniente de alcalde delegado de Sanidad del Ayuntamiento capitalino, a la sazón don Rafael Crooke, médico de profesión. Propuso, y llevó a cabo, depositar en el estanque varios ejemplares de gambusias. Como era amigo de las bromas, muchos pensaron que se trataba de una más de su repertorio. Pero no se trataba de una broma: la gambusia es un depredador natural de las larvas de mosquitos.

Los incrédulos salieron de dudas cuando en las enciclopedias encontraron la información deseada: «Gambusia, pez osteíctio de agua dulce de nombre científico Gambusia affinis, originario de México y Estados Unidos. Se alimenta de larvas de mosquitos. En algunos países se utiliza como remedio contra el paludismo».

Lo que no recuerdo, porque han pasado setenta u ochenta años, es cómo Rafael Crooke consiguió los ejemplares de gambusia para poblar el estanque de los jardines de la Catedral y si el remedio funcionó.

Como en una de las informaciones aparecidas en este periódico se hacía referencia a la búsqueda de depredadores de mosquitos para acabar con la plaga que ahora afecta a un sector de nuestra ciudad, me limito a contar lo que sé del tema no porque lo haya estudiado sino porque en su día leí lo que acabo de recordar.

Se acaba con una plaga...

Recurrir a depredadores para erradicar plagas, me contaba José Antonio del Cañizo, doctor ingeniero agrónomo, que es quien más sabe, a mi entender, de plagas y jardines, es lo que hicieron en un país asiático. El problema que traía de cabeza a los responsables de la sanidad pública de aquél país, y que afecta a casi todas las grandes urbes, era la presencia de ratas. Acabar con estos roedores de cloaca es una lucha permanente, como con las cucarachas y otros bichejos que causan daños incalculables, incluidos los efectos negativos sobre la población.

Me contaba Del Cañizo que el gobierno del país asiático tuvo que intervenir para detener la plaga de insaciables ratas que atacaban a niños, personas mayores, inválidos€

Los expertos propusieron, como en el caso de los mosquitos, importar mangostas, depredador natural de la rata. La mangosta -copio la definición de una enciclopedia- es «el nombre de varias especies de mamíferos carnívoros de la familia vivérridos, género herpestes y otros. Se caracteriza por su cuerpo alargado, hocico puntiagudo, patas cortas, prolongada cola y ágiles movimientos. Precisamente esta agilidad les permite ser uno de los pocos animales que incluyen en su dieta serpientes venenosas, a las que se enfrentan con gran valentía y resistencia. También devoran infinidad de roedores. Habitan en África y Asia».

Total: que el Gobierno de aquél país invadido por ratas importó de otro país muchos ejemplares de mangosta que fueron distribuidos por las zonas más afectadas. El resultado fue el esperado: en pocos meses la población de roedores descendió de forma espectacular. El problema quedó resuelto.

Efectivamente quedó resuelto€, pero el mismo Gobierno que adoptó la esperada solución tuvo que encararse contra otra plaga: la de la mangosta. Los depredadores se multiplicaron y su presencia planteó el mismo problema que el de las ratas: ¿Cómo acabar con la plaga de mangostas?

Ya no hay pajaritos...

Yo, de zoología, no sé nada, pero desde hace algún tiempo echo de menos los ágiles pajaritos que poblaban las zonas arboladas de la ciudad. Ahora, apenas si se oyen sus trinos, no pelean por el alpiste ni por las migas de pan. No se les ve como antes.

Me dijeron que la masiva llegada de tórtolas de Argelia y otras zonas del norte africano actuó de forma negativa sobre los jilgueros y otras especies, reduciendo la población de forma alarmante. Pero a las tórtolas les ha salido un depredador a juzgar por los machacones conciertos de las cotorras argentinas que han invadido palmeras y árboles en general y que están atacando a las tórtolas hasta reducir su población. Total, que en Málaga, con permiso de los expertos, las cotorras argentinas se han adueñado de los árboles y han reducido otras poblaciones, incluidos los simpáticos y alegres pajaritos.

¿Qué hacemos con las cotorras? A lo mejor -peor para ellas- hay un depredador que todavía no ha aparecido hasta la fecha.

De momento nos quedan los interminables conciertos que se inician con las primeras luces del alba hasta que la noche extiende su manto sobre la ciudad. Es una cursilería. Pido perdón por ello. Pero quizás aparezca un depredador de cursis€ y acaba conmigo.