­Como en aquel guión tan retorcido que parece imposible que se pudiera llegar hasta el acto final. Miguel Ángel Blanco, en una escena imposible de imaginar, vio la muerte sentada a la mesa durante 48 horas, antes de que fuera ejecutado a sangre fría. El primer disparo de ETA se contabilizó en junio de 1968 e iba dirigido a un guardia civil. Entonces, José Pardines, en un control rutinario, se topó con el terrorista de la banda Txabi Etxebarrieta. Éste sacó su pistola y disparó a quemarropa. Fue el inicio de una leyenda negra, regada en las mismas cantidades por la estupefacción y el miedo a levantar la voz en un ambiente de silencio de los corderos. Pero aquel fatídico 12 de julio de 1997, del que ayer se cumplieron 20 años, algo cambió. La forma, tan atroz como enferma en su naturaleza, sacudió el miedo y la apatía de las entrañas de todos los españoles. Fue el día en el que la conciencia de todos, independientemente de las ideologías, salió a la calle. También, en Málaga, miles de personas levantaron las manos sin paños calientes para pedir que se pusiera freno a aquella sinrazón.

Ninguno de los protagonistas que rindieron ayer un sentido homenaje a Miguel Ángel Blanco, a las puertas del Ayuntamiento Málaga, osa ni tan siquiera pensar que la impotencia que llegaron a sentir ese día se asemeja a lo que pudieron sentir los familiares y amigos directos de quien era, hasta entonces, un joven concejal del PP, tan desconocido como lo era la pequeña localidad de Ermua para la mayoría de los malagueños. Pero la estupefacción causada por aquel crimen fue tan grande que sí hizo que cada uno de los protagonistas interpelados recordaran con milimétrica precisión donde estuvieron y como vivieron aquellos momentos en los que una sociedad entera abatió el miedo de golpe.

Como el caso del ahora portavoz del PP en el Ayuntamiento de Málaga, Carlos Conde. Tenía, entonces, 22 años pero recuerda la conmoción que provocó primero la captura de Blanco y su posterior ejecución: «Eran momentos de mucha tensión. Una tensión que se palpaba en toda la ciudad y que se traducía en un silencio en las calles que era un testimonio claro de que algo muy grave estaba ocurriendo en la sociedad española. Yo, en esos momentos, ya era afiliado del Partido Popular. Recuerdo que en aquellos momentos sentía ansiedad por lo injusto que resultaba todo». Con el rostro compungido, Conde añade que «para una persona que estaba creciendo en política y que trataba de cambiar la sociedad, fue algo que causó una enorme desolación». La ideología no es la misma, pero el diagnóstico es compartido. Remedios Ramos, concejala de IU, lloró aquel momento en la intimidad con su madre y también afirma que el recuerdo persiste de forma nítida. «A mí me pilló con mi madre en Ronda. Sobre las cuatro de la tarde, informaron de su secuestro en la radio. Todavía se me pone la piel de gallina porque lo que vino después fue el guión de una muerte anunciada. Yo me resistía a pensar que serían capaces de asesinar a este chico a sangre fría. Cuando tú ves la muerte simbolizada en alguien tan joven, no entiendes la magnitud de aquella sinrazón. Era como una cuenta atrás que me da escalofríos cuando recuerdo el momento, al igual que me da escalofríos cuando recuerdo la manifestación que hubo aquí en Málaga. Yo no había visto hasta entonces ninguna manifestación igual», recuerda Ramos que las calles se llenaron de «gente de todo tipo de condición y de diferentes ideologías». No es que aquello fuera una nueva escala de valores, explica la concejala de IU, pero sirvió para unir a todos bajo un mismo cometido.

Héroe de la democracia

Para De la Torre, hablar de Miguel Ángel Blanco es hacerlo de un «héroe de la democracia». Así lo dejó claró en su intervención de ayer. A su lado, el nuevo portavoz del PSOE, Daniel Pérez, que también echó la mirada atrás: «Yo tenía 17 años y me encontraba en la playa con mis amigos del barrio. Teníamos una radio y cuando saltó la noticia, el impacto fue muy grande. El ultimátum fue tan macabro como el hecho de que lo cumplieran».

En el mismo sentido se expresa el ahora portavoz del PSOE en la Diputación, Francisco Conejo. Entonces, era secretario general de las Juventudes Socialistas y ahora marca cuál debe ser, según él, el rumbo. «Fue el principio del fin de ETA. Nunca más, ni un paso atrás. La libertad, la paz y la convivencia es el único camino», sentencia el también concejal.