A Manolo García Parra (La Línea, 1935) le dieron como prueba final, una vez superada la prueba escrita, un televisor que no había examinado en su vida. «Tenía tres averías y debía arreglar cada una en un máximo de 15 minutos. Al final, arreglé las tres en un cuarto de hora», cuenta. Esta fue la carta de presentación de este afable gaditano para venirse a trabajar a Málaga. Fue a finales de los 60, por eso este técnico jubilado de radiotelevisión señala que «prácticamente soy malagueño».

Atrás quedaron seis años trabajando en fábricas de Alemania, país en el que nacieron dos de sus hijas. La tercera, Susana, ya nació en Málaga.

Manolo, vecino de Carlinda, es además el voluntario más veterano y uno de los primeros de la ONG Integración para la Vida (Inpavi). La ONG, nacida a finales de los 90, parte a su vez de la iglesia Centro de Vida Cristiana, de la que forma parte y que en Málaga cuenta con unos 300 miembros, aunque como subraya, para ser voluntario da igual la creencia: «Todo el que quiera ayudar tiene cabida en la ONG».

Inpavi realiza tres grandes repartos de alimentos al año, en los que puede repartir hasta 50.000 kilos, aparte de repartos mensuales más restringidos. En los repartos cuatrimestrales participan unos 150 voluntarios. Además, como destaca la voluntaria Laura Chaparro, una vez resueltas las necesidades básicas, las familias pueden recibir desde clases de apoyo escolar en colaboración con CaixaProinfancia, a programas contra la violencia de género en adolescentes, de integración socio-laboral... Y por supuesto, muchas de estas personas, agradecidas, terminan colaborando con Inpavi.

«Y la puerta de entrada es Manolo, que por eso tiene un papel muy importante», destaca Laura.

El gaditano, que en octubre cumplirá 82 años, y al que se le dan de maravilla las matemáticas, se encarga de todos los programas de cálculo de la ONG. «Llevo la base de datos, centralizada con Bancosol, con los datos de todas las familias», destaca. La centralización evita, precisa, que una misma familia se beneficie del reparto de comidas en varias ONG.

Además, está a cargo del programa de prorrateo, para que a cada familia, según el número de miembros, le correspondan los lotes exactos de alimentos. «Luego, me confeccioné una hoja de cálculo que automáticamente traduce las cajas de alimentos en los envases que contiene», explica.

Manolo García Parra todavía recuerda los inicios de la sede de La Corta, en 2002, en el local en alquiler de la Junta que siguen ocupando, pero con el suelo terrizo y en un estado penoso. «Todas las mejoras las hemos puesto nosotros», subraya con una de las muchas sonrisas que reparte a lo largo del día.

Para este malagueño de La Línea, trabajar de voluntario «es un privilegio, porque sirves y eres útil a las personas y cuando eso ocurre, sientes una satisfacción».

Susana, su hija malagueña, es hoy la directora de la ONG en España, algo que de lo que se siente muy orgulloso. En cuanto a su futuro, lo tiene claro: «Por supuesto que seguiré ayudando a los demás».