La población de cotorras argentinas en España tiene un crecimiento del cien por cien cada cinco años, dato que refleja la expansión sin control de esta ave invasora, inmersa en un laberinto social y burocrático que estanca su erradicación.

Que se duplique en un periodo de tiempo tan corto como un lustro es una "verdadera barbaridad" que puede conducir a que una ciudad como Madrid pueda pasar de 5.000 cotorras en 2015 a 10.000 en el 2020, ha explicado en una entrevista a Efe el investigador de la Universidad de Málaga José Postigo.

En España cohabitan entre 6 y 8 especies de estas aves pero una de las más abundantes es la cotorra argentina (Myiopsitta monachus).

Esta ave exótica, que entró en un principio a España como mascota, se ha consolidado, con 21.000 ejemplares, como la más numerosa en el país, la mayor población de Europa y la segunda a escala mundial, por detrás de Estados Unidos, según el censo de 2015.

Por ciudades, las mayores poblaciones se localizan en Madrid, Barcelona y Málaga, sumando un total del 80 % de la población española, aunque alrededor de 150 municipios diseminados por la geografía albergan parejas de cotorras aún sin control.

Se encuentra incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas, esta prohibida su posesión, transporte, tráfico y comercio, y depende de la dotación económica, mucha o poca, que cada comunidad o ayuntamiento pueda aportar para su erradicación, lo que las arrastra a un "laberinto burocrático" sin atisbo de salida, añade el experto.

Respecto al daño que ocasionan, Postigo aclara que "no se ha podido demostrar que destruyan nidos de otras especies", pero al ritmo que crecen y se expanden, es probable que causen un impacto en la fauna, además del perjuicio ya medido a la agricultura.

Por todo ello, el experto asegura que España necesita "una estrategia de control", liderada por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama), para acabar con esta plaga.

Para el investigador y ambientólogo, el primer paso para atajar estas poblaciones es abordar las colonias menos numerosas y controlarlas, tarea que se podría ejecutar en apenas una temporada, pero en la actualidad, "la extinción se enfoca hacia las grandes colonias".

"Las autoridades ponen el foco en los grandes núcleos que son como los grandes incendios forestales, muy difíciles de apagar, ignorando las colonias más pequeñas que aprovechan esa desatención para multiplicarse sin control", explica Postigo.

A su juicio, una solución para prevenir esta plaga sería "erradicarlas" pero, llegados a este punto, aclara que además de ser una decisión "controvertida" hay que tener en cuenta el número de cotorras que anidan en cada localidad.

Por ejemplo, en las colonias con miles de ejemplares es prioritario estudiar su comportamiento y poner en marcha protocolos específicos para cada especie dependiendo, entre otros factores, del tamaño y vulnerabilidad del entorno.

Sin embargo, en poblaciones menores (200/250 cotorras) una propuesta válida sería entregarlas a algún zoológico para su cuidado, pero si esto fuera imposible, habría que empezar a pensar en practicar "la eutanasia" y atajar el problema antes de que se agrande.

En este punto, incide en la necesidad de "reflexionar" y lanza una pregunta a la opinión pública: "¿qué método es más cruel, encerrar a un ave en una jaula de por vida o aplicarle la eutanasia de forma eficaz y rápida?".

"Nadie defiende matar animales pero a veces no hay otra opción y si desde hoy se practicara la eutanasia a cotorras en municipios con cifras bajas de población, se evitaría, en unos años, matar cientos de miles", argumenta.

Asegura ser consciente de la "dureza de estas medidas" y apela a la sociedad, que suele poner trabas a los planes de control, a alcanzar un consenso entre todos los actores implicados, porque el problema no está resuelto.

Mientras se discute la solución mas adecuada, las cotorras siguen expandiéndose y cada día que pasa habrá que eliminar más, apostilla el investigador, quien pone el ejemplo de Londres que, con una población cercana a las 30.000 cotorras de Kramer, las autoridades no se plantean ya hacer nada.