­«Por todas partes asaltantes invisibles, escondidos a millares en las matas, en el fondo de los despeñaderos, emboscados en la esquina de cada muro, nunca sosiego ni descanso, la traición siempre y por doquier». Con estas rotundas palabras recordaba en su vejez el coronel francés Jean Marnier a los bandoleros andaluces que combatieron a los invasores franceses durante la Guerra de la Independencia.

Uno de ellos tuvo la particularidad de haber sido, probablemente, el primer malagueño en convertirse en bandolero. Se trató del antequerano Vicente Moreno Baptista, capitán del histórico Regimiento Málaga, fundado en 1701. El soldado y guerrillero fue recordado ayer en el homenaje que cada año, desde 2010, le ofrece la Asociación Histórico-Cultural Teodoro Reding mediante una recreación histórica.

La fecha del homenaje anual, en los primeros días de agosto, no es ninguna casualidad. El Regimiento Málaga fue prácticamente aniquilado durante la batalla de Ocaña, en noviembre de 1809. Entre los supervivientes se encontraba el capitán Moreno, quien con el apoyo del párroco de Benamargosa decidió formar una de las partidas guerrilleras más importantes de la provincia.

Durante meses, sus hombres atacaron a los franceses en varios puntos de Antequera, Riogordo, Torre del Mar, Nerja, Torrox, Alcaucín y Periana, en muchos casos para interceptar el correo enemigo, hasta que el 2 de agosto de 1810, traicionado por un español, cayó en una emboscada junto a unos 40 hombres en el Navazo Hondo, en la Sierra de Grazalema. Sólo sobrevivieron él y seis compañeros, uno de ellos, un joven piamontés que se había unido a la partida horas antes.

La recreación histórica, con un herido capitán Moreno interpretado por el responsable de la asociación, Jon Valera, reprodujo el paseo por las calles de Málaga de los presos ante la sorpresa de los malagueños, algunos de los cuales trataron de auxiliarlos, algo a lo que se negaron los soldados napoleónicos que los escoltaban.

La cuerda de presos salió a las 8 de la tarde de la calle Alcazabilla y tras callejear por el Centro alcanzó la plaza de la Constitución, donde hace 217 años se encontraba la cárcel de la ciudad.

El capitán Moreno escenificó entonces un careo con el gobernador de Málaga, el coronel francés Berton, que le ofreció incorporarse a las filas de Napoleón y reconocer a José I a cambio de salvar la vida.

El antequerano reunió las fuerzas que le faltaban para contestar: «Prefiero ser capitán de bandoleros a ser general de José, a quien no conozco ni conoceré por rey», para luego subrayar que «si muero, será por honor, por mi país».

Al capitán le esperaba el trago amargo de ver morir a sus hombres en la cárcel de Málaga, incluido el joven piamontés, guerrillero por unas horas.

Según recuerda el médico José Mendoza en sus memorias sobre la ocupación francesa en Málaga, los seis hombres fueron ajusticiados con el garrote y luego colgados de las ventanas de la cárcel.

Esto ocurrió el 4 agosto de 1810, dos días después de su apresamiento. El militar sería a continuación conducido a Granada, donde moriría ajusticiado con el garrote el 10 de agosto en la plaza del Triunfo. También en Granada volvió a rechazar unirse a Napoleón.

Al conocerse su muerte, las autoridades españolas decretaron que cada vez que se pasase revista en su Regimiento, un capitán contestara cada vez que se le nombraba: «Vive en la memoria de los buenos».

Esta costumbre, explicaba el año pasado el historiador y militar Esteban Alcántara, ha pervivido, pues se acordó que las diferentes unidades de Infantería de guarnición en Málaga, a la hora de pasar revista a la 5ª Compañía, nombrarían a Vicente Moreno como el más antiguo en las escalillas de los capitanes, además de la frase en su memoria. El Regimiento Melilla 52, el de los Regulares del Cautivo, es el sucesor del Regimiento Málaga. Esteban Alcántara recuerda cómo, recién ascendido a cabo, descubrió el nombre de Vicente Moreno. El capitán que nunca se rindió.