El 27 de junio de 2017 a la familia Camino le tocó la lotería. Aunque al padre, Francisco Manuel, cree que les tocó algo más: tras dos años en lista de espera para un trasplante de pulmón, su hijo, José Manuel, recibió la llamada que le devolvió la vida, dos pulmones que le permiten ser el niño que, hasta ahora, no había podido ser por culpa de la fibrosis quística, una enfermedad que le había condenado a llevar oxígeno y que limitaba cada uno de sus movimientos.

Ayer el pequeño José Manuel, de 12 años, desbordaba vida, energía. Admitió ante los periodistas, con una madurez impropia de un niño de 12 años, que aún no se creía ir sin su bombona de oxígeno. Hacía tiempo que este malagueño se había visto condenado a una silla de ruedas porque su frágil salud así se lo había exigido. A no poder caminar su sumaban las bombonas de oxígeno. Desde hace unas semanas ha recuperado la niñez que nunca tuvo, dejando a un lado las videoconsolas, su mayor entretenimiento hasta ahora, y apurando y disfrutando las pequeñas cosas.

«Ahora va a por el pan, juega, da balonazos», admitía aún incrédulo su padre, que siempre deseó poder regañar a su hijo por hacer más ruido de la cuenta, por llegar tarde del mandado de la panadería o pronunciar una frase tan nimia como la de «estate quieto».

Los padres de José Manuel se convirtieron en luchadores el día en que su hijo nació. Él lo hizo en una suerte de gladiador. Al día siguiente de llegar al mundo, los profesionales del Materno Infantil de Málaga le descubrieron una obstrucción intestinal y le tuvieron que operar. Con sólo dos días de vida le quitaron 47 centímetros de intestino delgado. Después llegó el diagnóstico y una lucha contra la enfermedad, la más común de las raras. En Málaga medio centenar de casos de personas con fibrosis quística, un trastorno hereditario caracterizado por la congestión pulmonar y la infección y mala absorción de nutrientes por parte del páncreas.

Hace dos años, el 15 de junio de 2015, La Opinión contó su historia, obteniendo un final feliz aunque la felicidad real y completa haya llegado dos años después. Entonces, los padres de José Manuel, Francisco Manuel y María José, habían emprendido una cruzada para pedir al colegio donde cursaba Primaria, el María Zambrano, una monitora que le ayudara con el oxígeno y le asistiese en sus necesidades. Tras publicar su historia en el periódico, la Delegación de Educación accedió a sus peticiones y puso una monitora que, a fecha de hoy y, a pesar de que José Manuel ya ha pasado al instituto, mantiene.

Hace dos años su familia confesaba que en el trasplante de pulmón estaba la solución a todos sus problemas. Poco después, el pequeño, con solo 10 años , entró en la lista de espera que le ha salvado la vida, aunque para ello hayan tenido que pasar dos años. Unos meses antes había tenido que hacer uso diario y permanente de una bombona de oxígeno, utensilio que ha usado de manera ininterrumpida desde 2015 y que, como él mismo decía entonces, le daba «la vida».

Ayer, José Manuel fue la imagen de la donación en Andalucía, que en siete meses ha hecho 563 trasplantes -140 de los cuales corresponden al Sector Málaga-. El pequeño fue intervenido durante seis largas horas en los quirófanos del Reina Sofía de Córdoba, el primer hospital español acreditado para esta compleja intervención quirúrgica y uno de los apenas seis centros sanitarios que actualmente las realiza.

Mientras José Manuel admitía ayer que le gustaría ser médico de mayor, sus padres sonreían orgullosos pensando en lo que deben a la ciencia y a los profesionales que se dejan la piel por hacer de la sanidad la piedra angular que es. Su padre no quiso olvidarse de los donantes, en concreto de la familia que con el gesto más altruista de sus vidas le han regalado días a su hijo que en los últimos tiempos había empeorado mucho temiendo los médicos incluso por su vida. «No existen palabras para agradecer lo que han hecho por nosotros», confesaba Francisco Manuel, al tiempo que agregaba que su hijo es obra de la generosidad y solidaridad de otros padres que, en el momento más duro de sus vidas, donaron. «Te puedo garantizar que le han dado la vida a mi hijo», señalaba emocionado el padre, que apuntaba a que la sanidad puede poner todos los medios y recursos disponibles y los profesionales su conocimiento y buen hacer, «pero si la gente no dona no sirve de nada, si no somos conscientes de que donar es regalar vida, no vale para nada lo demás», apuntaba el hombre, que asegura que la energía que su hijo tiene es la propia de un niño de su edad, una actividad que nunca antes habían visto en él y que ahora les devuelve la sonrisa y a él el tiempo perdido.