Suena de manera repetida, rítmica, mientras su tono anuncia la presencia de una más que probable lucha por la vida. Su luz, como un latido que aún se agarra a la existencia, revela fugacidad mientras lanza un SOS de solidaridad. Las calles se convierten en circuitos improvisados que, a su paso, reciben miradas de resignación, gente que se persigna, incluso quien pide por el desconocido que va dentro.

Ahora son blancas, pero pronto serán amarillas, tal y como mandan los estándares europeos, y en el interior de ellas queda una brecha mínima que recuerda la escasa distancia entre la vida y el paso hacia un fundido a negro definitivo.

Las ambulancias son, en definitiva, pequeños hospitales sobre ruedas preparados para cualquier eventualidad. Reanimadores, collarines, cascos con luz incorporada, medicamentos de toda clase e, incluso, máquinas de masajes cardiacos. Habitáculos de unos pocos metros cuadrados que reflejan que la enfermedad no es solo cuestión del azar o del destino, sino obra y gracia de quienes van en ellas. Dos o tres profesionales, según la tipología del equipo, que refleja que están de sobra preparados para atender una emergencia vital.

En Málaga, la Empresa Pública de Emergencias 061 cuenta con cuatro uvis móviles y tres Equipos de Coordinación Avanzada (ECA) con los que dar la mejor respuesta ante una emergencia sanitaria o un accidente que comprometa la salud de una o más personas.

Estos equipos funcionan los 365 días del año y no entienden de festivos, ferias o mundiales. Permanecen atentos a la llamada de un coordinador que les resume en segundos a dónde han de ir, a quien han de socorrer y, sobre todo, a qué se van a enfrentar, porque solo disponen de unos minutos para saber cuál es el enemigo a batir: si un corazón parado, una disnea o un torso cosido a puñaladas. Todas y cada una de ellas son iguales de importantes, porque hasta que no la ven con sus propios ojos no saben cuál es el nivel real de emergencia. Aunque, está claro, que para ellos haya poco trabajo es síntoma de la salud del resto. De la buena.

Los técnicos, enfermeros y médicos no discriminan entre accidentes, asesinatos o problemas a domicilio. Hacen tantos avisos en la calle como en la intimidad del hogar, empatizando en cada uno de ellos y poniéndose en la piel de quien precisa la atención y de quien sufre por ese dolor como hijo, un padre o un amigo.

Desde que suena el teléfono en la base hasta que la ambulancia sale a toda pastilla del recinto de seguridad no deben pasar más de 120 segundos. En los 60 primeros deben estar ya sentados en los asientos y la dirección debe estar ya marcada en la pantalla del GPS que indica la ruta más rápida y señala con precisión cuál es el próximo destino al que hay que ir.

El número de avisos atendidos suele ser variable, tanto como las patologías y personas que se encuentran en las atenciones. Pero la cifra oscila entre las 8 y las 12 aproximadamente en un turno de 24 horas en las que la cobertura siempre ha de ser del 100%. Cada una de las cuatro UVI y de los tres ECA tiene su radio de acción, si bien se ocupan de los avisos que corresponderían a otra zona si el equipo de esta está ocupada. El tiempo no suele superar los seis minutos para la llegada, pero ha habido casos en los que han debido trasladarse al Rincón de la Victoria o a Torremolinos. Eso, inevitablemente y, pese a que el acelerador roce el límite, sube los tiempos de las estadísticas.

Uno de los equipos de la base de Huelin -los hay en el Civil, en el Clínico y en Huelin- sabe bien lo que son las emergencias. Llevan décadas dedicados a ellas y forman un trío que no necesita apenas hablar para entenderse. Los gestos o miradas lo dicen todo y reconocen cómo tratar a cada paciente dependiendo de sus peculiaridades. Pedro Buch, el médico de la referida unidad, reconoce que con la bajada de la cifra de accidentes de tráfico las atenciones han variado notablemente. Los cambios en la sociedad han hecho lo propio: el envejecimiento de la población, la crisis económica y los problemas sociales son hoy una realidad palpable que ellos confirman con su experiencia: se ha pasado de la emergencia a la «patología social».

Aunque las emergencias nunca dejarán de existir, ya que infartos, ictus o accidentes -ya sean en carretera o no- forman parte del día a día, los sanitarios han observado cambios que también este periódico ha comprobado en una jornada con el 061.

«Varón, agresivo y narcotizado con diazepam», reza el aviso. Ante la puntualización de agresividad la sala de Coordinación del 061 también pone en alerta a la Policía Nacional y a la Policía Local. La llegada al domicilio es confusa, porque la ambulancia llega antes que las patrullas policiales. Aún así, los sanitarios no se lo piensan. Suben raudos a ver qué ocurre y cómo está el paciente. Finalmente, aunque está en sus cabales, se descarta que haya consumido media caja de pastillas y se confirma el positivo por drogas. Sin embargo, el desasosiego y la situación familiar hacen mella y la enfermera y el técnico de la ECA, Ana Belén Sánchez y Juan Carlos Díez, deciden trasladarlo al Clínico -su centro de referencia- para que le vigilen y se elimine todo rastro de la anunciada agresividad.

La realidad es que la prisa es inherente a estos profesionales, tanto como sus uniformes naranja butano que imprimen la autoridad que tienen. Pese a eso, han vivido situaciones de riesgo que les han puesto en peligro. «Hay familias a las que les cuesta asumir la muerte de un ser querido», asegura la enfermera de la UVI móvil Inmaculada González.

A pesar de ello, cuando la ambulancia sube a la acera, el tiempo se detiene. Las ventanas se entreabren, los peatones parecen congelarse. La curiosidad puede a casi toda conversación y los profesionales bajan a la acera como a cámara lenta. Lo hemos visto en el reciente atentado de Barcelona, también en el 11M o en nuestro propio día a día. Son héroes sin capa y, aunque ellos mismos admiten que se ha perdido parte del respeto a que una ambulancia necesite paso, ir con ellos es una demostración de la admiración que la población les profesa, aunque a veces oigan más gritos de los debidos o tengan que «regañar» a un señor mayor por haber salido a por un cupón en horas de sol, lo que le ocasiona un vahído por el que cruzan media Málaga a toda velocidad.

«Anciana, 86 años. No puede respirar». La ambulancia sale de Huelin con una velocidad de película de acción que invita a quitarse del camino. «No debes excederte de los límites, pero a veces pasamos el radar a 80 cuando hay que estar a 5o, depende del tipo de aviso. Se trata de llegar al sitio, no de quedarte del camino», señala el técnico Eduardo Pérez en referencia a que si de su velocidad depende la vida del paciente, vuela.

Su compañera Inmaculada asiente mientras le oye. «Por eso es importante saber a qué tipo de asistencia vamos. No es que para uno tengamos que correr menos o más, tenemos que ir rápido, por si acaso», relata la experta. Finalmente se trata de una insuficiencia cardiaca propia de la edad y la medicación. El médico Pedro Buch explica a los familiares que en la tableta que porta, donde ha leído su historia digital, dejará un aviso para que el médico de familia haga una visita a domicilio. Antes de irse da consejos y ánimos a sus cuidadores.

Quien marca el 061 en el teléfono suele tener una mezcla de sentimientos. Miedo, frustración y empatía. A veces exageran por propio desconocimiento. Otras, por creer que el recurso sanitario llegará antes.

«Mujer, 50 años, convulsionando». La sirena se enciende y los pequeños cajones del interior de la ambulancia se tambalean. Es por la tarde y hay que correr, no ha dado tiempo a llegar a la base. En menos de cinco minutos, llega a su destino. Una barriada humilde de la zona Oeste de Málaga, donde los niños meriendan en la calle y los mayores están sentados en un banco a la fresca del mes de agosto. La mujer no convulsiona, tiene una crisis de ansiedad tras una discusión familiar. La enfermera que le atiende, Ana Belén Sánchez, le explica que no tiene nada y que su situación va más allá de un problema de salud. Le da pautas para manejar las situaciones difíciles y le aconseja algún cambio en su vida.

Estos casos, reales, son parte del día a día de una unidad. Aunque atienden suicidios, ahogos, paradas cardiorrespiratorias, atragantamientos y alteraciones del nivel de la conciencia, han experimentado un cambio social que les ha obligado a dar un paso más como profesionales. Ya no solo salvan vidas en el sentido literal, sino que también en el figurado.

Emergencias sin límite de hora

La unidad de huelin ha atendido casos hasta en rincón de la victoria. el radio de acción depende del resto1. Revisión de la medicación

Antes de empezar la jornada los profesionales de la UVI móvil revisan los fármacos que llevan en la ambulancia. No puede faltar de nada, al menos para la primera atención y la posterior, que puede surgir mientras vuelven de camino a la base.

2. En 60 segundos, en la ambulancia

El equipo debe subir al vehículo e iniciar la marcha en menos de dos minutos.

3. En la vía pública

Al margen de los accidentes, muchas personas se indisponen en la vía pública. Un mareo, un infarto una caída. Les atienden dentro del vehículo.

4. En la intimidad

Hay pacientes que necesitan ser atendidos en casa, bien porque no salen o porque la indisposición les ha surgido en el hogar. Allí los médicos hacen pruebas con sus medios técnicos, que llevan según la patología.

5. Traslado a centro sanitario

Si la patología o el tipo de paciente lo precisa, los profesionales los llevan hasta las urgencias.