Basta con teclear la palabra suicidio en Google para advertir que el problema es global. El primer enlace que aparece es un teléfono de ayuda que viene a recordar que, si acaso alguien se plantea quitarse la vida, no está solo.

Los expertos lo dicen. La mayoría de personas que intentan suicidarse lo planean, lo avisan. A veces con señales inciertas y, otras, manifestándolo de viva voz y en primera persona. Pero no es suficiente: cada año 3.000 españoles se quitan la vida, una cifra que, según los expertos, es síntoma de que queda mucho camino por recorrer. El 95% de estos fallecidos, según datos de la Unidad de Salud Mental del Hospital Regional de Málaga, tenían una patología, lo que, a todas luces, era evitable con un abordaje multifactorial por parte de agentes sociales y sanitarios.

Por eso los expertos insisten en la prevención, única arma contra este problema social que supone la segunda causa de muerte en jóvenes de menos de 30 años y que no entiende de edad, ni de clase social.

Hoy se conmemora el Día de Prevención contra el Suicidio, una jornada en la que las instituciones toman protagonismo para recordar que esta muerte que aún hoy sigue siendo tabú es perfectamente prevenible con las herramientas adecuadas. En Málaga, el Ayuntamiento, uno de los más comprometidos del país para este tipo de problemas, puso en marcha en 2014 el programa Alienta para la Prevención de la Conducta Suicida en colaboración con expertos de Salud Mental del Hospital Regional y con las entidades solidarias Justalegría y el Teléfono de la Esperanza, que trabajan día a día con personas en riesgo de exclusión o con necesidad de diálogo, consecuencia de enfermedades o soledad.

El principal objetivo del proyecto es formar y sensibilizar a profesionales y voluntarios (profesionales de psicología, trabajo social, educación social€) en materia de conducta suicida. Desde el punto de vista sanitario, profesionales del mencionado hospital malagueño decidieron hace unos meses poner en marcha una APP con la que tener apoyo en el teléfono, ya que el 50% de las personas que se quitaron la vida en los últimos diez años en la provincia tenían el teléfono móvil en sus manos.

Denominada «Más caminos», esta aplicación móvil puede descargarse tanto para dispositivos Apple como Android. Esta aplicación móvil se enmarca dentro de un programa global de intervención para la prevención y el tratamiento de conductas suicidas, en línea con las estrategias de actualización del Plan Integral de Salud Mental de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía. Diseñada de forma gráfica e intuitiva, la aplicación pretende ser un salvavidas siempre disponible ante una hipotética idea de suicidio. Esta recoge la red de apoyos, a la que recurrir cuando sea necesario si la persona se siente en riesgo, así como a documentos o fotos que le sean de utilidad y le trasladen la positividad necesaria para evitar posibles conductas. También incluye herramientas de autoayuda, tarjetas que salen de manera instantánea sobre las bondades de la vida y el control de medicamentos o drogas. Además de dirigida al posible suicida, tiene una doble misión: ayudar al familiar, para que aprenda a detectar posibles carencias o sabe qué hacer ante un intento o ideación.

La psicóloga sanitaria Mari Ángeles Castillo admite que lidiar con alguien que está intentando quitársela vida es una ardua tarea. «Si sabemos reconocer los factores de riesgo y las señales de advertencia que nos envía, además de apoyarlo en esos duros momentos, puede evitar el suicidio», recuerda la experta, miembro del grupo de Emergencias del Colegio de Psicólogos de Andalucía Oriental que recomienda, para ello, prestar atención a los factores de riesgo así como escuchar las señales de advertencia verbales que puedan sentirse como despedida. Así, admite como recurrentes frases como «no quiero seguir viviendo así», «estoy haciendo mucho daño a la gente que me quiere» o «si esta es mi vida, no quiero vivirla».

Además de estas señales las personas con ideación suicida arrastran un sentimiento de culpa con expresiones como «pido perdón a mis hijos por lo que quiero hacer», «ya no puedo resistir más así», «son muchos años de sufrimiento» o «nadie me entiende». Ante este tipo de desahogos, Castillo recuerda que hay que dar protagonismo a las emociones. «Hemos de prestar atención a cómo se siente y se comporta esa persona», agrega la también profesora de la UMA, que recuerda que, una vez el familiar reconoce la ideación, es clave hablar con un profesional sobre los pensamientos suicidas para ponerles fin.