La Torre del Puerto, el hotel de lujo que el grupo catarí Andalusian Hospitality II quiere construir en el dique de Levante, tendrá 135 metros de altura, lo que equivale a 35 plantas. Ese es su principal atractivo, pero también es la característica que ha levantado mayor contestación ciudadana y profesional entre algunos arquitectos, partidos políticos, plataformas ciudadanas o colectivos como Ecologistas en Acción, que ha presentado una batería de doce alegaciones en contra de su ejecución, siendo su principal crítica la afección al paisaje litoral desde diversos puntos de vista. Las críticas no se limitan a este aspecto, sino que también se centran en la celeridad con la que se han ido sucedido los hitos administrativos y en la posibilidad de que la Junta opte por someter el proyecto del arquitecto José Seguí a la evaluación ambiental corta, de cuatro meses, frente a la ordinaria, de dieciocho.

Un organismo de la Unesco (Icomos) ha pedido a la ciudad y al resto de autoridades que se lo tomen con calma, aboga por una evaluación ambiental más larga (18 meses) y está elaborando un informe al respecto; en la Academia de San Telmo ha habido división de opiniones y el Centro de Estudios Paisaje y Territorio dice que no tiene recursos para alegar ni tiempo (el plazo es de 45 días), y otros organismos de la Junta también se han puesto de perfil. Los hoteleros están a favor y los empresarios quieren opinar. Sin embargo, algunos arquitectos de prestigio rechazan el proyecto y Ecologistas en Acción ha presentado una completa batería de dudas que concluyen en un rechazo frontal al edificio.

Precisamente este viernes pasado, el Colegio Oficial de Arquitectos hacía público el pronunciamiento técnico presentado para su estudio por parte de la Consejería de Medio Ambiente, en el que no se pronuncian ni a favor ni en contra del edificio, aunque sí muestran sus dudas de los beneficios que pueda reportar a la ciudad y su integración en el tejido urbano, ya que consideran que se trata de un complejo aislado. Piden cautela y concenso ciudadano, además de más estudios en profundidad e «imparciales» para valorar el impacto de la torre en la imagen de la ciudad.

José Seguí, en una reciente entrevista, explicó a este periódico que, en principio, «no se contempla la posibilidad de que no se ejecute porque estamos cumpliendo fielmente todos los requisitos legales que este proceso exige, tanto con el concurso público de la licitación para la concesión administrativa que convocó la Autoridad Portuaria como en todos los filtros del Ayuntamiento, la Junta y el Gobierno». En relación a las posturas en contra, las consideró «entendibles» pero insiste en que hay más colectivos a favor.

En relación a la altura, señaló que es menor de la que les hubieran permitido, precisamente por «atender a esas relaciones del paisaje que nos exigía encontrar la escala adecuada de la torre con su entorno». No consideró que los inversores vayan a cansarse, sino que están, dado el rigor que requiere el proceso, en una «respetuosa espera». Una vez que finalicen los trámites, la construcción del hotel de lujo durará dos años.

Ecologistas en Acción, sin embargo, considera que el establecimiento debe ser rechazado y sometido a una evaluación ambiental estratégica ordinaria abierta a la participación ciudadana. Recuerdan los ecologistas que hay plataformas civiles como Salvemos nuestro horizonte que se oponen al plan.

Dicen los ecologistas que la Evaluación Ambiental Estratégica que acompaña la propuesta para cambiar los usos del Puerto e introducir el uso hotelero presenta deficiencias, que un proyecto así no debería acudir al trámite ordinario, más largo, por razones de seguridad, creen «vergonzante la celeridad, opacidad y falta de autoridad con la que se han dado los primeros pasos» sin participación ciudadana, dicen desconocer la experiencia y solvencia del promotor y los detalles técnicos del edificio, lo califican de urbanismo «chapucero y a contramano», creyendo incluso que se han relajado los informes y recalcan que su motivación básica es «la defensa del horizonte marino como patrimonio de la ciudad». «El proyecto del hotel constituye un caso flagrante de privatización y destrucción del espacio escénico de la bahía».

Ecologistas en Acción cree que el Ayuntamiento incurrirá en una «mala gestión» si no paraliza el proyecto, que altera «paisajísticamente el litoral», aclara que el uso hotelero del Puerto debe contemplarse como «una modalidad de uso residencial» y destacan que entre los usos portuarios «no figura explícitamente el hotelero». «Qué necesidad tiene Málaga de sufrir el tremendo impacto visual del futuro hotel, con sus 352 habitaciones antes las 9.823 que ya dispone Málaga», alegan. Dudan de cómo se protegerá del cambio climático y ante eventuales temporales o la elevación del mar, temen por la seguridad ante los incendios, la afectación a la Farola, que pondría en peligro la orientación de los barcos, o posibles amenazas terroristas, critican su ineficiencia energética y sentencian: «Entre los problemas del impacto visual del hotel del Puerto figura su posible afección al paisaje del Centro Histórico de Málaga, que no sólo contempla el paisaje intrínseco, el que se refleja en el propio núcleo urbano, sino también el extrínseco, es decir, el que se divisa desde el Centro Histórico, que no es solo urbano, sino la combinación de lo urban y lo marítimo: la Bahía de Málaga», además de criticar su forma «fálica, que representa la prepotencia masculina» y «la inevitable gentrificación» que se producirá al acceder sólo los más ricos a sus servicios.

Defienden los diseñadores que el impacto es reducido, tanto por su tamaño sobre el suelo como por sus innovaciones de ahorro energético. Además, reducirá la temperatura de superficie en su entorno con vegetación y más sombra. La distancia entre el edificio y el Centro Histórico debe ser tenida en cuenta. «El futuro hotel se encuentra muy alejado de dichos conjuntos y sólo en una visión desde el mar su presencia constituye un elemento más junto a los tinglados del Puerto, La Malagueta, Gibralfaro o el Málaga Palacio», indican. «Desde el Centro Histórico y no sólo desde la parte baja (desde donde casi no se ve el Morro de Levante), sino desde la Alcazaba o Gibralfaro, no queda ningún paisaje histórico o cultural afectado por el edificio», precisan. En cuanto a las vistas hacia la ciudad desde el hotel, «no se ven afectadas, y permanece así en todo el recorrido hasta la falda de la Alcazaba y Gibralfaro, obviando las preexistencias de La Malagueta», subrayan. La Evaluación Ambiental simplificada incluirá «impactos sobre suelo natural, acuíferos, flora y fauna, limpieza del aire o clima».

Más allá de la controversia entre partidarios y detractores, el hotel, en sí, tendrá una superficie total de 43.595 metros cuadrados y se eleva por debajo, dicen los promotores, de la máxima altura permitida en el anteproyecto de 2012 de Urbanismo, 175 metros, con el fin de adaptarlo a las referencias de las escalas del entorno donde se ubica, frente a la estación marítima de cruceros y grandes elementos (grúas, silos, etcétera...) y las referencias cercanas de la Malagueta. Es una torre elíptica para facilitar su adecuación aerodinámica con el fin de canalizar los fuertes vientos que azotan a plantas rectangulares o circulares, a lo que ayudarán los repliegues de la infraestructura, la piel de su fallada. Tendrá 352 suites de gran lujo, con vistas directas al mar y a la ciudad desde los dormitorios, salones y baños. «Son quizás las piezas más estudiadas y las que aportan las mayores novedades para cumplir los objetivos de exclusividad e innovación que se marca un proyecto de altísima calidad», dicen sus creadores. Hay cinco tipos de habitaciones: estándar (280 unidades, de dormitorio y baño); superior (20 unidades con dormitorio, baño y salón); estándar suite (24 unidades, con dormitorio baño y salón); superior suite (16 unidades con dos dormitorios, dos baños y salón) y royal suite (12 unidades con tres dormitorios, tres baños y un salón). El área comercial estará en la planta baja y abre sus fachadas al exterior de la avenida que conecta con el Muelle uno; en su interior, habrá espacios iluminados naturalmente mediante lucernarios acristalados cenitales alrededor del auditorio de convenciones y congresos, con una capacidad para mil personas. Asimismo, otra superficie comercial en la planta superior se conecta a través del núcleo de comunicaciones colindante con la cafetería y facilita un acceso directo desde la avenida principal, donde se ubican los espacios para la restauración muy especializada con «espléndidas vistas al mar y a la ciudad», añaden. La continuidad de sus galerías interiores hace posible las conexiones con el propio centro de congresos en los casos de su necesaria ampliación para grandes acontecimientos. Ofrece, además, 485 plazas de aparcamientos.

La inversión es de 115 millones de euros y creará 1.280 empleos durante su construcción, a los que hay que sumar otros 350 o 400 durante el primer año que esté abierto. Asimismo, pagará 15,5 millones en IBI y 870.000 euros al puerto por el uso.