­Ayudar a aquellos que se vieron sin nada tras la crisis económica ha sido uno de los principales objetivos en los últimos años. Sin embargo, Arrabal vivió su propia crisis y en 2011 estuvo a punto de cerrar por los impagos de la Junta de Andalucía. Una situación que los puso al límite y les hizo reorganizar su financiación y estructura para ser más solventes.

Arrabal nació hace 25 años para mejorar las condiciones sociales y laborales, sobre todo de los que están en riesgo de exclusión. Ese término ha cambiado muchos en los últimos años, ¿no?

Hay mucha gente que considerábamos personas normalizadas y a las que se les ha derrumbado su vida. El perfil de personas en riesgo de exclusión se ha extendido: antes eran personas privadas de libertad, sin hogar, víctimas de violencia de género o parados de larga duración. Ahora son también mayores de 45 años que no tienen empleo y están desubicados y necesitan reciclarse, o jóvenes que dejaron sus estudios para ir a la construcción, algo muy común en Málaga, y que hace que tengamos a jóvenes sin formación y sin empleo... Es muy difícil recolocar.

Más de 15.000 personas atendidas durante 2016 es una cifra que justifica la existencia de Arrabal y la necesidad de seguir. ¿Qué le parece ese dato?

Estamos en Málaga y Chiclana y este dato muestra las personas que han pasado por alguno de nuestros servicios o programas. Ahora tenemos más técnicos, más voluntarios y más programas pero porque hace falta atender a esa gente que se siente perdida.

La formación es el apartado que más desarrollan, ¿es consecuencia de la crisis?

La formación ha tenido muy mala prensa a raíz de la corrupción y en los cursos de desempleo ha provocado un problema grave. Hemos estado siete años sin formación para desempleo, un programa dependiente de la Junta de Andalucía.¿Qué hemos hecho en estos años? Intentar reinventarnos, buscar financiación privada, establecer acuerdos con empresarios y todas las fórmulas posibles para seguir. Nos ha ayudado mucho la Fundación la Caixa, que ha sido el verdadero motor para la atención al desempleado. Este año han regresado los cursos de formación profesional de la Consejería de Empleo pero muy tímidamente. Hace falta más inversión.

¿Le parece normal que una asociación tenga que destinar gran parte de su presupuesto y recursos a cuestiones relacionadas con la formación y el empleo? ¿No pertenecerían estas cuestiones a otras entidades?

A lo mejor sí. Nosotros solo cubrimos los huecos que deja la administración. La responsabilidad de formar a los desempleados es de la Consejería de Empleo y otros organismos, pero yo voy más allá y creo que deberían darle un papel a las entidades sociales como colaboradoras de la formación y orientación, ya que somos las que ponemos el dinamismo e innovación en estas cuestiones. El mercado es muy cambiante y a la administración le cuesta ver eso. Un ejemplo es la oficina de empleo. La gente no ve una herramienta útil para buscar soluciones mientras que nosotros nos volcamos en la parte de políticas activas de empleo.

El Centro de Emprendedores fue un proyecto fallido hace unos años, ¿hay alguna iniciativa para retomar esa idea?

Además de trabajar para que la gente emprenda, estamos en una fase de relanzar nuestra empresa de inserción, que funciona desde hace siete años. La idea es fomentar su actividad y que sea una herramienta para dar cabida a más gente.

Las asociaciones han soportado un gran peso de la crisis de los últimos años, ¿se ha hecho todo lo que se podía?

Se ha quedado mucha gente por el camino y aún lo pasamos mal y, aunque los datos en general sean buenos, si miramos caso a caso, algunos están saliendo con más suerte que otros. Se sale en peores condiciones que antes de la crisis y hay un nuevo problema: la gente no llega a fin de mes aunque trabaje. Nosotros hemos dado todo lo que hemos podido a nivel de voluntarios y profesionales. La única autocrítica que haría a Arrabal y al resto de organizaciones es que no hemos sido lo suficientemente críticos con la situación, habría que haber denunciado más las medidas que siempre van contra los más débiles.

Por su experiencia, ¿se facilita la financiación?

La financiación a las entidades sociales es complicada y ha empeorado en estos años. En Arrabal pasamos una crisis interna en 2011 y estuvimos a punto de cerrar porque la Junta dejó de pagarnos los programas que ejecutábamos con ellos. Las administraciones públicas tienen que apoyarnos más porque nosotros tapamos sus huecos con mayor rentabilidad que ellos. También hay que avanzar en la colaboración privada.

El ejercicio 2011, ¿ha sido el peor año?

Ha sido uno de los peores momentos. De ser 50 personas hicimos un ERE y nos quedamos con tres personas, además de todos los impagos y retrasos de la Junta que provocaron que estuviésemos casi un año sin pagar alquiler, luz... El Ayuntamiento nos ayudó y nos fuimos a un local y nos ahorramos entonces el alquiler. Además, se potenció el trabajo voluntario y seguimos arrimando el hombro hasta el año y pico que fue remontando. Una entidad de Granada nos pidió que impartiéramos una charla sobre cómo debe salir del bache una asociación y lo cierto es que no hay ningún secreto. La gente trabajó de manera desinteresada, recurrimos a otras vías de financiación y ahora equilibramos las cuentas entre la financiación pública y privada.

¿De qué programa se siente más orgulloso?

Hay muchos programas de los que me siento orgulloso. Yo quería trabajar en Arrabal antes de entrar porque veía que eran muy innovadores pero quizá me guste el programa «Emprender tu vuelo», una iniciativa con la que hemos ayudado a las personas que están en la cárcel a llevar a cabo una idea de empresa. Nos dieron hasta un premio nacional de emprendimiento.

¿Cómo ve Arrabal dentro de 25 años?

Dentro de 25 años, Arrabal estará haciendo otras cosas, igual que han cambiado las cosas que se hacían cuando comenzamos en el año 92 pero sin perder de vista que queremos cambiar la situación, generar oportunidades y reconducir nuestro trabajo para lograr mayor incidencia política.

¿Y a corto plazo?

El reto es seguir trabajando en aplicar técnicas innovadoras a nuestros programas y en red con otras entidades de fuera de España para aprender de lo que hacen.