El hermano de Carlos Fernández, Antonio, es ahora su letrado. A partir del 20 de abril de este año, con el fin de agilizar el hecho de que los juzgados en los que el exedil andalucista, fugado en junio de 2006 por la operación Malaya, en los que tenía causas declararan la prescripción, comenzaron a hacer saber al entorno íntimo del exconcejal que había abandonado España, con el fin de que la policía argentina tomara conocimiento de la situación, lo vigilara y lo detuviera, lo que ocurrió finalmente el pasado viernes, sin que, en la versión de Antonio Fernández, lo esposaran. «Mi hermano es inocente y todos los delitos de los que se le acusaba han prescrito», dice Antonio Fernández.

En relación a la posibilidad de que su hermano ingrese dos años en la cárcel por una condena de la Audiencia Provincial por malversación de caudales públicos de en torno a 80.000 euros, el abogado apunta que esta misma ya habría prescrito, pues no sólo su familiar ha pagado el dinero después de que sus padres pidieran un crédito para hacer frente a la responsabilidad civil, sino que incluso este tipo de sentencias, sostiene, prescriben a los cinco años. El resto de delitos, en su opinión, también habrían prescrito, por lo que no debería ingresar en la cárcel una vez que se consume su extradición. «Lo hicimos porque veíamos que no íbamos a avanzar en las prescripciones de oficio», señala.

¿Cómo se fugó? Carlos Fernández hacía el Camino de Santiago junto a su hermano en junio de 2006, cuando la policía los llamó para que declararan en Marbella por el caso Malaya contra la corrupción urbanística y municipal. Su familiar reunió un dinero y se lo dio, de forma que Fernández, primero concejal del GIL y luego del PA, lo usó para vivir los primeros días en Argentina. Habían alquilado un coche. Cruzó la frontera portuguesa y luego voló a Brasil, donde hizo escala, para entrar en la nación de la plata por el aeropuerto de Ezeiza. ¿Por qué huyó? «Fue un efecto reflejo, quería conservar la libertad tras ver que todo el mundo, tras declarar, acababa en la cárcel», señaló. Le afectaron especialmente los mandamientos de prisión de Pedro Pérez y María José Lanzat, sus dos compañeros de bancada andalucista y miembros del equipo de gobierno de Marbella. «Tenía la absoluta confianza de que no había robado», aclara.

Hoy está en un ala de una cárcel argentina donde ingresan los sentenciados por delitos de lesa humanidad. «Fue duro, llegas a un país y se abre un compás de espera, ves las noticias y te das cuenta de que ya no hay marcha atrás, si volvía era entrar a la cárcel. Tenía que seguir adelante. Los días se convierten en semanas, las semanas en meses y los meses en años», explica Fernández. Este rechaza que su hermano fuera protegido de un poderoso hombre de negocios anglojudío, el mismo al que se acusó de haber pagado la moción de censura en Marbella en agosto de 2003, la que acabó con la alcaldía de Julián Muñoz y puso en el sillón a Marisol Yagüe sustentada por un tripartito (exediles del PSOE y tres del PA, más los restos del GIL).

Desmiente también su hermano que estos casi once años Carlos Fernández visitara Marruecos o Túnez, que fuera a ninguna fiesta de disfraces del hombre de negocios en Marbella o que visitara aquí a su familia, aunque sí sucedió a la inversa. «Se operó la nariz, pero por un problema muy fuerte que tenía de alergia», señala.

En Argentina, Carlos Fernández, con una legendaria capacidad de embaucar con sus palabras, se hizo coaching, asesor, «le solucionó un problema a un amigo» y su fama corrió como la pólvora, de forma que al final asesoró a políticos y deportistas y empresarios. En la ciudad de San Juan, conoció a una exmodelo y se casó. Con ella tuvo dos hijos. Pero no se ocultó. «Tomó la medida de no exponerse mucho, pero no vivía en un zulo», aclara. Incluso, estuvo en programas de radio. La única precaución que tomó fue cambiar la f de su apellido por la h, pasando a llamarse Carlos Hernández, aunque mantenía sus documentos originales. «Prefirió a esperar a regularizar su situación», apunta. En España, la policía también vigiló a la familia, hizo seguimientos, intervenciones telefónicas, pero todo se reducía a esperar que un día Fernández cometiera un fallo.

Una vez que se ha entregado, los mensajes que ha recibido en su teléfono son de «apoyo, porque ha cambiado la vida de mucha gente». En cuanto a la operación Malaya, Antonio Fernández opina que «no están todos los que son ni son todos los que están; era un caso necesario, pero los daños a inocentes han sido muy altos, él se incluye ahí». Considera que el tripartito no respetó los acuerdos que propiciaron su fundación y que él siempre luchó «contra la corrupción. Era un socio crítico, incómodo».

Niega haber recibido dinero de Roca, es más, tenía muchas «diferencias con él». Tampoco había buena relación con Julián Muñoz. «Se ha condenado a personas inocentes», afirma. «No es fácil estar tan lejos de tu familia, de tu entorno, aunque por lo menos ha encontrado a una persona y ha tenido hijos». Ha tenido miedo. «Eso se lleva siempre», declara. Sobre la opinión pública, explica: «Siempre ha estado dividida en cuanto a Carlos, o lo amaba o lo odiaba, pero él tiene una fortaleza espiritual grandísima y mucha serenidad».