El Área de Sostenibilidad Medioambiental hará una prueba piloto de trampas contra la presencia de mosquitos en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce. Estos dispositivos, que están siendo empleados con éxito en el Parque Natural de la Camarga en Francia, se instalarán de forma inicial en el entorno de los centros deportivos y educativos de la zona: el colegio Julio Caro Baroja, Inacua, el centro municipal de Raqueta, el estadio de atletismo o el campo de fútbol de Guadalmar. Será necesario analizar si el uso de las trampas mantiene su eficacia, al presentar la zona del Guadalhorce unas condiciones geográficas diferentes a las de La Camarga. En el caso de que los resultados sean positivos, se estudiaría su implantación en otras zonas de la ciudad.

El concejal de Sostenibilidad Medioambiental, Raúl Jiménez, explicó que, aunque esta técnica aún no ha sido empleada en España, sí cuenta con experiencia en el Sur de Francia, en donde está respaldada por entidades dedicadas a la conservación de la naturaleza como la Tour du Valat, una de las organizaciones europeas con mayor autoridad en la materia, con más de 60 años de experiencia.

Este miércoles, responsables de la empresa Qista, que aplica esta técnica en el Parque Natural de la Camarga, visitaron, junto al director del área, Luis Medina-Montoya, y técnicos de Athisa, entidad adjudicataria del control de plagas en Málaga, el entorno de la desembocadura para conocer las características de la zona y trazar la implantación de las trampas. Estos mecanismos están diseñados para emitir señuelos olorosos y C02, imitando el producido por las personas en su respiración. Al detectarlo, el mosquito se acerca y pica creyendo que se trata de una persona. En su lugar, es absorbido hasta un depósito del que no puede salir. El radio de acción de la trampa abarca los 60 metros y no tiene ningún efecto perjudicial para las personas. Aunque el principal mosquito que causa molestias en el Guadalhorce es el llamado de las marismas, las trampas atraen a otras especies.