Nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena. El refranero popular, en su versión más manida, recobra fuerza todos los años en la provincia. Cuando llueve en Málaga, suele hacerlo a las bravas y las consecuencias son conocidas por todo el mundo. «Las lluvias torrenciales son factores medioambientales históricos en la provincia», resumió ayer el director de la Fundación Madeca, Francisco García, lo que pasa cada vez que el cielo abre el portón para descargar de manera compulsiva. No obstante, el riesgo de inundaciones se va agravando con la acción del hombre y factores como el cambio climático y el desarrollo urbanístico incrementan el riesgo de que la provincia sufra estos fenómenos meteorológicos adversos.

Así lo confirma el último estudio de Madeca, que se ha centrado en las zonas de la provincia en las que se han identificado en los últimos años un creciente riesgo de inundaciones, y donde confluye de manera clara el factor humano con los efectos derivados del cambio climático. Una de las consecuencias directas de lo último, está relacionado con la periodicidad en los que golpean dichos fenómenos. Según este estudio, la media de aparición de las lluvias torrenciales se ha reducido de cuatro a siete años.

«Las regiones costeras mediterráneas han desarrollado un modelo de ocupación del territorio muy intensivo, propiciando situaciones de exposición y vulnerabilidad frente a la inundación, que desembocan con frecuencia en catástrofes, y Málaga no es una excepción», explicó el diputado y presidente de Madeca, Jacobo Florido, encargado de presentar el estudio en rueda de prensa, junto al ya mencionado director de la fundación.

Profundizando en las causas, el estudio analiza primero las condiciones naturales que presenta la provincia. Un mapa, en este sentido, en el que destaca, a simple vista, un relieve muy accidentado con fuertes desniveles. La morfología de los cauces no hacen más que propiciar la generación de avenidas súbitas cargadas de sedimentos que suelen atesorar un elevado poder destructivo. García, en este sentido, apeló a la importancia del «trabajo preventivo», sobre todo, en lo que respecta al desbroce. «No se está haciendo lo suficiente», reconoció que entre todas las administraciones tienen muchos deberes pendientes.

Por otra parte, el avance del urbanismo, y la consecuente sustitución del terreno natural por drenajes artificiales, actúa en detrimento de la capacidad de infiltración del agua. Eso explica, a su vez, que las zonas de máximo riesgo se concentren en las ciudades del litoral. En función del tamaño, Málaga capital es el territorio con más afectación, seguido de Marbella, Mijas, Vélez-Málaga, Fuengirola, Torremolinos, Estepona y Rincón de la Victoria.