Septiembre finaliza. Echando la vista atrás, para algunos aún queda cercano la tarde del pasado Jueves Santo -a pesar de haber transcurrido algo más de cinco meses- o el recuerdo imborrable del Centenario de la fusión junto a su Madre de la Soledad sobre su trono procesional en 2015. Ya pasaron algunos años más de su participación en Madrid ante S.S. Benedicto XVI en otro Vía Crucis multitudinario en 2011. Con esos recuerdos en la memoria hay que mirar también al presente, cuando la Congregación de Mena celebra el Vía Crucis con el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, una nueva cita a marcar en el calendario y en la vida de la corporación del Jueves Santo que hito a hito labra su historia.

Para todos los que se sobrecogen al contemplarlo o le rezan en silencio, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y también de Ánimas, el que es de Mena pero talló Palma a imagen y semejanza del desaparecido tras aquella aciaga noche de mayo, sale a las calles de su barrio para meditar las estaciones del Vía Crucis, recordando el primer Viernes Santo de la historia en Jerusalén.

Vía Crucis que, una vez más, unirá a los hermanos que lo cuidan todo el año y a los que le rezan desde Afganistán, Irak o Ronda, unidos siempre como toda la historia de esta centenaria Congregación. Un ejercicio piadoso de oración que le hará encontrarse con las devociones del barrio y con los que tanto lo necesitan, con los que se aferran a su reja o a la estampa que aún conservan del Jueves Santo. La Congregación inmersa en los actos del setenta y cinco aniversario de su bendición ha trazado un itinerario que permite adentrarse en las realidades de un barrio que nunca acabó de marcharse y que queda demostrado cada Semana Santa, el barrio, su barrio, también le necesita.

Como también le necesitaban sus legionarios el Jueves Santo de 2015 cuando se realizó por primera vez el rezo del Vía Crucis con la réplica del crucificado que la Congregación entrega a cada tercio cuando marchan de misión al exterior. El ahora general Salom, coronel del IV Tercio por aquel entonces, fue uno de los artífices del rezo del Vía Crucis por el interior de la base 'Gran Capitán' en Besmayah (Irak) junto al páter castrense que asistía espiritualmente a las tropas. No faltaron ni el redoble de tambor ni las cornetas legionarias, a la cita acudieron los soldados católicos estadounidenses que se acercaron desde la base 'Hammer' para participar activamente en dicho Vía Crucis con los legionarios.

Recientemente, la Congregación de Mena ha sustituido las antiguas tallas que tenían los tercios y que presidían los homenajes a los que dieron su vida por España en sus acuartelamientos por réplicas del crucificado de Palma Burgos realizadas por Rafael Ruiz Liébana. La del Acuartelamiento del IV Tercio fue donada por la ciudad de Ronda.

El Vía Crucis recorre las principales calles de la feligresía de la parroquia de Santo Domingo a hombros de los hermanos y de dos escuadras de gastadores del IV Tercio de la Legión que tiene su acuartelamiento en Ronda. El recorrido incluye la visita a la capilla de la Virgen de los Dolores del Puente, a la Archicofradía del Rosario en la puerta trasera de Santo Domingo, a la Hermandad de la Humillación y la Estrella en su casa hermandad y a la Archicofradía de la Esperanza en su Basílica. No falta la visita al comedor de calle Pulideros, al centro de acogida nocturno 'Calor y Café', a Cáritas Parroquial y a numerosos patios de vecinos del barrio que volverán a rezarle a tan venerada imagen.

Como decía Manuel Alcántara en su pregón oficial de la Semana Santa de Málaga de 1984: «Al Cristo de la Buena Muerte no se le piden cosas para el trayecto, sino para el final».