Comienza el curso escolar y con él, la vuelta a la rutina para muchas familias. Las exigencias de la actual sociedad imponen que el colegio ya no solo sea el lugar donde el alumno es instruido y educado, sino también el espacio donde permanece para permitir la conciliación familiar y laboral de los padres. Es probable que los niños de hoy pasen mucho más tiempo en sus centros educativos que los de la generación anterior. Las actividades extraescolares son una buena opción para que el escolar amplíe sus conocimientos. Pero hay veces que se olvida que los niños tienen que tener tiempo de ser niños.

Ahí está la eterna discusión. Porque mientras algunos profesores las consideran útiles, otros sostienen que crean estrés en los alumnos y que es mejor evitarlas.

«O las actividades extraescolares tienen un enfoque muy lúdico o vamos a terminar machacando al niño», sostiene Marcos Ruiz Valle, pedagogo y director del colegio Prácticas número 1 de la capital. Lo ideal, por tanto, es que el menor tenga la posibilidad de elegir, en función de sus gustos o intereses. «Porque lo más importante es que sea feliz», insiste Ruiz.

Claro que aquí también entra en juego la capacidad negociadora de los padres. De hecho, el pedagogo considera que esmuy importante que el niño se dé cuenta de que la experiencia es un grado, «de que sea consciente de que nosotros sabemos más que él». Es decir, que a la hora de elegir, hay que tener en cuenta también las actividades que los padres consideran más útiles para el desarrollo del niño como persona.

«Lo importante es que los niños no odien lo que hagan», insiste este experto. Entonces, ¿les dejamos hacer papiroflexia aunque pensemos que no sirve para nada o es mejor apuntarle en inglés desde pequeños, porque consideremos que es fundamental para su futuro? Los padres, por norma general, siempre van a querer lo mejor para sus hijos. Pero el pedagogo recomienda ver el asunto con suficiente perspectiva. A veces, según dice, de nada sirve obligar a que un alumno estudie inglés si no quiere, cuando el mejor inglés se aprende en Inglaterra. Es decir, «en dos semanas con una familia británica se aprende más que en dos años de academia», asegura.

Y habla por propia experiencia. «Yo estaba solo. O aprendía o aprendía. Mi forma de apreciar el inglés fue totalmente diferente. Interiorizaba no solo la parte gramatical, sino la necesidad y la necesidad es intrínsica y las motivaciones son internas», sostiene.

Objetivos

¿Para qué sirven, además, las extraescolares? El objetivo principal es ayudar a los alumnos a aprender a organizarse mejor en su vida cotidiana. La propuesta suele requerir altos niveles de gestión y organización de las herramientas y habilidades disponibles por fuera del co texto escolar. Una buena forma de ayudar e incentivar a los más pequeños con las tareas extraescolares es organizando un horario escolar y extraescolar. De esta forma podrán organizarse para cada día y saber qué cosas llevar y cuáles no.

Al igual que la escuela, las actividades extraescolares sirven como contexto de socialización por fuera de la familia y la institución escolar. Allí aprenderán a relacionarse con otros niños de su edad, cooperar, trabajar en conjunto o competir sanamente para mejorar día a día en ciertos aspectos.

Otra cosa con la que hay que tener especial cuidado es que el niño no crea que toda su familia gira en su torno. Que no le llevan la agenda. «Estamos criando niños que son los pequeños emperadores», asegura Ruiz Valle. «El niño tiene su vida y los padres otra vida, pero no puede hacer entender que la vida gira en torno del niño. Es un fracaso de la cultura mediterránea», señala, y pone como ejemplo Finlandia, a la que siempre se suele recurrir en materia educativa, ya que los países nórdicos encabezan la clasificación de PISA. Allí los niños desarrollan la autonomía mucho antes.

«No puedes ser el secretario de tu hijo. Pedagógicamente es un suicidio. Al niño nunca se le delega la responsabilidad», insiste.

Las actividades escolares más populares están relacionadas con la música y los deportes. Sirven primero para desarrollar el cuerpo, pero también para mejorar el trabajo en equipo. Y para que el niño queme energías. «¿Pero por él o para que me deje un poco tranquilo cuando llego cansado a casa del trabajo?», se pregunta Ruiz. «¿Nos preguntamos si realmente le viene bien a su estado emocional y fisiológico?», añade.

Porque en muchas ocasiones el niño pasa demasiado tiempo en su colegio. Muchas horas, hasta que los padres pueden ir a recogerle. «Y eso más que perjudicial, es cruel». «Si tienes la necesidad de tener 10 horas al niño en el colegio, en algo me estaré equivocando», añade este pedagogo, que reconoce, no obstante, que en cada familia se vive una situación distinta.

Y dentro de esta variedad, lo que sí que resulta habitual es que, al hablar de actividades extraescolares, se suele olvidar la situación de miles de familias en situación de riesgo de exclusión social con niños escolarizados en centros de compensatoria. Para ellas, seguramente, mucho más importante que decidir entre ajedrez o ballet, entre kárate o un idioma extranjero, está la posibilidad de tener un profesor de apoyo educativo dentro del plan de refuerzo (PROA), o si son extranjeras, tener clases de inmersión lingüística para aprender cuanto antes español.