Ahí está la frase, repetida una y otra vez en los últimos dos meses: «Es imposible llevarse mal con José Luis». Hay cosas peores que pueden decir sobre uno y, ciertamente, no es la primera vez que un candidato a algo dentro del PSOE de Málaga había recibido elogios de forma unánime. Se admite, a pesar de los antecedentes, que tanta adjetivación benévola venga cargada de una convicción que traspase el habitual hoy por ti, mañana por mí. Una actitud muy ligada a la política cuando hay alguien que se decanta abiertamente. Hasta a sus rivales en estas primarias, que concluyeron en la primera elección de un secretario general aupado por el voto directo de toda la militancia, les resultaba difícil quebrantar con semejante pasantía de júbilos y exaltación. De entrada, cuesta imaginar a un José Luis Ruiz Espejo que es abrace al discurso aireado. Un carácter demasiado templado como para secundar una clara estrategia de confrontación. A falta de conocer su evolución como actor principal en la política de la provincia, sin apenas tiempo para respirar, el nuevo secretario general tiene ahora dos tareas fundamentales: acabar con las luchas cainitas y volver a unir un partido dividido para construir un proyecto atractivo que se pueda traducir en votos.

Ruiz Espejo tenía 34 años cuando fue elegido, por primera vez, concejal en el Ayuntamiento de Antequera. Ocupó el área de Servicios Sociales e Igualdad. Los que le conocen aseguran que no había un perfil que calzara mejor con los valores ligados a un área al que se le presupone la misión de erradicar las disparidades. Y es que Ruiz Espejo es, por encima de todo, un socialista convencido. Alguien que ha construido su marco ideológico en sintonía a la realidad que le tocó vivir en el seno de una familia campesina. Su mentalidad, por lo tanto, no se entiende sin el papel central que ocupó Las Lagunillas en un hombre que conoció de cerca la dura vida del jornalero andaluz. En esta pedanía de Antequera, que le vio nacer en 1966, Ruiz Espejo iba a dejar constancia, por primera vez, de sus dotes como líder. El trabajo en favor de sus vecinos, consiguiendo la llegada de agua potable, carreteras o alumbrado, le sirve para ser elegido el primer alcalde pedáneo de Las Lagunillas. En un clima de constante reivindicación de más autonomía para Andalucía, Ruiz Espejo empieza a identificarse con las tesis del socialismo democrático. Antes, ya se había convertido en el primer miembro de su familia con una carrera universitaria. En su caso, por partida doble. Acredita la licenciatura en Pedagogía y la diplomado de Magisterio. Ruiz Espejo está casado y tiene dos hijos. A ambos, desde pequeños, les ha inculcado la importancia de la Memoria Histórica. Siempre ha cultivado esfuerzos para luchar contra el olvido y, por ello, no extrañó a nadie cuando eligió a la carretera de Málaga-Almería como escenario para presentar su candidatura. Nunca ha escondido su vocación republicana. Guarda, como oro en paño, una copia de la carta que Antonio García, alcalde republicano de Antequera y padre del histórico socialista Antonio García Durarte, envió a su madre: «Antonio, nunca claudiques de tus ideales», reza a modo de recordatorio.Carrera política

En 1988, se afilió en la agrupación socialista de Antequera. De 2003 hasta 2011 ocupa el cargo de teniente de alcalde en Antequera. Luego pasa a ser diputado provincial, hasta que es designado como delegado del Gobierno de la Junta en Málaga. Aunque Ruiz Espejo diga que se siente «un militante base más», claro que representa a la clase dirigente del PSOE de Málaga. Al depositar su voto, apareció acompañado de Paulino Plata. Una imagen simbólica que habla por sí sola. Durante las primarias, se le atribuyó todo el respaldo orgánico. Susana Díaz le dio el visto bueno como candidato. Ahora es el secretario general de todos los socialistas malagueños. También, de los que no se sienten identificados con lo que viene de la dirección del PSOE-A. A lo largo de su campaña, lanzó la promesa de reunirse con quien haga falta. Si algo caracteriza a Ruiz Espejo, es que sabe escuchar. Empatizar con el que tiene en frente. Y le hará mucha falta para unir a un partido que está dividido en la provincia. Así como romper con un mantra que ya no se puede permitir, el de carecer de una lengua afilada. En Antequera, donde le conoce todo el mundo, suena el despertador a las seis de la mañana porque sabe que no tiene tiempo que perder. Y que habrá muchos brazos que ahora tiren de él.