Marina Bonilla es una madre que ya no puede esperar más. Hace unos meses, la pediatra de su hija le recomendó que la pequeña debía recibir sus clases en casa debido a su enfermedad. Esta niña se llama Alejandra, tiene tres años y una enfermedad de nacimiento llamada artogriposis congénita múltiple, que se caracteriza por la existencia de contracturas congénitas que afectan a varias articulaciones del organismo, sobre todo de los miembros y se asocia en ocasiones a anomalías de otros órganos como corazón, pulmón y riñón. En el caso de Alejandra, son los pulmones los que están presionados por las costillas, lo que hace que la pequeña tenga que utilizar una máquina de respiración asistida.

Marina, siguiendo las recomendaciones de la doctora, solicitó a la Junta de Andalucía un profesor que atendiera la educación de su hija desde casa, pero tras realizar la matriculación de la pequeña y haber sido atendida por un especialista de la Junta, el profesor nunca llegó.

«La matriculé en el colegio CEIP Ciudad Mobile, vino un especialista a visitar a Alejandra y un orientador, todo parecía estar correcto y teníamos previsto que la niña comenzara el curso el 1 de septiembre, pero el profesor no apareció», explica Marina Bonilla.

La madre se puso en contacto con la Junta de Andalucía, donde le explicaron cual era la situación y el porqué no podían atenderse las necesidades de su hija. «Me puse en contacto con la Delegación, ellos me explicaron que no había medios suficientes y que se estaban centrando ahora en la educación obligatoria», explica Marina. Días más tarde, Bonilla se reunió con el responsable de Atención Domiciliaria de la ciudad, que según expresa, le dio «las mismas respuestas».

Alejandra no puede ir a clase, ya que, por un lado, la cantidad de horas lectivas que reciben el resto de alumnos podrían agotarla. Asimismo, la pequeña recibe asistencia por parte de un fisioterapeuta diariamente, por lo que su tiempo y salud le impiden desarrollar sus estudios en un centro público. «No exijo que tenga un profesor durante muchas horas a la semana porque para ella tampoco es posible, pero al menos, que pueda venir durante unas horas a la semana», explica esta mujer.

«Mi hija tiene el derecho a tener una educación al igual que el resto de niños y sin embargo, la Junta no se lo está permitiendo», añade Marina, que además destaca que cree «que la Junta quiere alargar los tiempos, es la sensación que tengo, que al igual que otras tres familias que se han quedado sin recibir esta ayuda, la Junta esperaba que nos cansáramos de esta situación y nos olvidásemos».

Marina puso una queja a la Junta de Andalucía el pasado 11 de octubre y aún continúa a la espera. Asegura que «si no obtengo respuesta o no me dan ninguna solución, tendré, finalmente, que optar por la vía judicial y por supuesto, llegando hasta el final».

Asimismo, asegura que esta situación está provocándole «un grado de estrés muy alto» y que «todo esto me hace perder tiempo en la atención de mi hija, ya que tengo que estar pendiente del papeleo y además tengo que cuidar de ella».