En alguna de las marinas de Ocón, con la Aduana de fondo, puede verse, adentrándose en el mar, un espolón de pizarra que las obras de ampliación del Puerto terminaron por dejar bajo tierra. Esa roca de unos 20 o 30 metros de largo fue el primer puerto natural de la ciudad, una escollera utilizada por fenicios y romanos.

Hoy, una pequeña parte de ese espolón legendario puede visitarse en el sótano del Rectorado. Al pie se levanta lo que queda de un tramo de muralla fenicia, reforzada con el paso de los siglos por los árabes. Lo que quedan son apenas los cimientos, porque este tramo fue demolido en 1904. Por su parte, los romanos aprovecharon los huecos naturales de la piedra de la muralla fenicia para que sirviera de base a sus piletas para el garum, la salsa de entrañas de pescado que enloquecía a los romanos. Las piletas también están integradas en el edificio.

Hace casi 20 años, en 1998, la arqueóloga Leticia Salvago comenzó a excavar estos tesoros de la Historia de Málaga. Por entonces, estaba en marcha la transformación de la antigua sede de Correos y Telégrafos en el Rectorado de la Universidad de Málaga, inaugurado en 2002. Se habían logrado integrar estos restos en el edificio, pero faltaba un paso más: darlos a conocer.

«Es que si integras los restos y no los difundes, mejor no los integres. Las piedras hablan si alguien les hace una interpretación de lo que dicen; hace falta un traductor», recalca. A Leticia Salvago le ha cabido el papel de traductora, como socia de Mlk Producciones, la empresa malagueña que conjuga el audiovisual con el Patrimonio y la Arqueología.

El resultado, que puede verse todo el año en el sótano del Rectorado (la llamada Sala de la Muralla), se llama Un tiempo, todos los tiempos. Un viajero, todos los viajeros. Se trata de una exposición permanente que tiene muy en cuenta el carácter de puerto de entrada y salida de Málaga de este rincón, milagrosamente conservado. Un carácter, explica José Antonio Hergueta, responsable de Mlk Producciones, que nació hace 2.700 años pero que continúa en nuestros días: «Por aquí, por el Rectorado, siguen entrando a Málaga los cruceristas y la conexión con el Muelle Uno ha hecho que se haya incrementado. Esto sigue siendo la Puerta de la Alcazaba», cuenta.

El cineasta subraya que la muralla es la protagonista de este espacio, «y los arquitectos dejaron una regalo maravilloso, que era poder convertir la sala en una especie de cubierta de un barco que parece que estuviera atracando en el puerto fenicio de Málaga».

Música, puerto y olas

Así que en la exposición puede verse la pared frente a la muralla cubierta de aparejos y velas, en las que se proyecta, con una sugerente música de Antonio Meliveo, acompañada por ruido de olas y voces del puerto, un audiovisual que incide en este lugar de entrada y salida de personas y mercancías desde hace siglos.

Como destaca Leticia Salvago, en nuestros días no basta con colocar paneles explicativos -que los hay, y muy completos, además de un cronograma- «porque estamos en la hora de la inmediatez y necesitas mucho sensorial para que te fijes». Así que a la música, las olas y las imágenes se suma una colección de ánforas que, si el visitante pulsa un botón que tienen al lado, se ilumina su interior y, de forma metafórica, contiene todo lo que el trasiego comercial y de personas nos han deparado en 2.700 años: frutos secos, creencias, telas, el turismo...

En una segunda sala más pequeña, presidida por una losa de mármol que no es sino una antigua mesa de Correos, se escenifica el edificio del Rectorado como kilómetro cero. Tanto José Antonio como Leticia coinciden en que pasaron ya los años del «acomplejamiento» patrimonial frente a las ciudades vecinas. Málaga tiene un valioso patrimonio arqueológico y ya cuenta, en el Rectorado, hasta con su propio relato.