En la calle de Agualmedina, junto al río, había dos lavaderos de ropa blanca que pertenecieron al potentado Gracián de Aguirre. Tan poderoso era este malagueño que la plazuela de Gracián de Aguirre no era otra que la plaza del Obispo, pues allí tenía varias casas en propiedad. En sus tiempos, «el obispo le dio unas casas en la Huerta del Obispo, por Santo Domingo y él a cambio le cedió la mitad del palacio episcopal actual».

Se trata de una escena de la Málaga hace cuatro siglos, la del XVII y quien habla es el investigador malagueño Francisco García, protagonista ya de varios reportajes en esta sección, Mirando Atrás, por su amplia colección de antigüedades de Málaga y también por su afán investigador. De hecho, este técnico jubilado del Aeropuerto, que como anunció este diario el pasado verano publicó de su bolsillo un índice con 28.000 testamentos de la Málaga del XVII, sigue indagando en el Siglo de Oro y acaba de autoeditar una obra nunca vista antes: Callejero malagueño del siglo XVII.

Como explica, el trabajo sigue la estela de otros investigadores de la talla de Medina Conde, Guillén Robles o Francisco Bejarano, que con sus libros fueron desgranando calles y rincones del pasado. Sin embargo, es la primera vez que se presenta un trabajo conjunto de este tipo, con prácticamente toda la ciudad a lo largo del XVII, calle por calle. Seiscientas en total, y el autor calcula que, en nuestros días, en el callejero continuarán unas cuatrocientas.

No se trata, ni mucho menos, de una mera recopilación de nombres, cuenta Francisco, sino de todos los datos relacionados con esas vías, incluidos los vecinos, propietarios y comercios que había en ellas. «Lo he ido recopilando por las ventas, censos, cambios, transmisiones de casas, derribos...», señalaba esta semana. El investigador ha consultado el Archivo Histórico Provincial, el Archivo Municipal y el de la Catedral.

«Prácticamente está toda la Málaga del siglo XVII», explica. Como curiosidad, como se ha podido ver con la plazuela de Gracián de Aguirre, más de un centenar de calles se mencionaba por el nombre e incluso el apodo de sus principales vecinos o propietarios. Esto le ha permitido a Francisco aclarar el origen de algunas de ellas, que nada tienen que ver con el que históricamente se suponía.

Es el caso de la calle Jaboneros, en La Trinidad, que no hace referencia directa a antiguas fábricas de jabones en el entorno sino a un propietario de esa Málaga de hace cuatro siglos: Juan García el Jabonero.

Ocurre algo parecido con otra calle trinitaria, calle Jara o la Jara. Su nombre no es ningún homenaje a la planta sino que se refiere a otro propietario de entonces: Martín de Jara.

Y en El Perchel, según las indagaciones de Francisco García, la calle Priego, junto a la calle Mármoles (en el XVII, la calle de los Mármoles) no recuerda al pueblo cordobés, se trata de una errata secular en nuestro callejero: «La calle no es por Priego de Córdoba sino por don Fernando de Pliego y Pedraza, un caballero regidor. A toda esa zona en su día se le llamó barrio de Pliego, con ele», detalla.

En la misma línea, la conocida calle Postigo de Arance no recordaría el arancel que pagaban los mercaderes que entraban en Málaga sino a un tal Martín de Arance (quien sabe si relacionado, este sí, con el arancel).

«Esto es un puzzle y todo he tenido que encajarlo en su sitio», confiesa Francisco, que presenta su obra con las calles en orden alfabético y las menciones que han ido apareciendo en legajos de todo tipo.

Esto le ha permitido, además, detallar el emplazamiento de las 22 mezquitas que en el siglo XVII quedaban en la ciudad, algunas de las cuales fueron demolidas, mientras otras se reutilizaron como capillas.

Así, uno de los personajes de la época con mezquita en propiedad era Rodrigo Álvarez de Madrid, un descendiente de judíos «que consiguió tener una capilla en la Iglesia de los Mártires». Por otro lado, había una mezquita frente a la Puerta de Buenaventura, y Martín Álvarez, racionero de la Catedral, tenía en propiedad una mezquita de calle Beatas, que los documentos la sitúan «junto a las casas del bachiller de la Gramática».

Por cierto que el trabajo de Francisco García también le ha permitido constatar documentalmente que el nombre de la Cruz Verde guarda relación con la Inquisición, pues era el lugar, apartado de la ciudad donde solía celebrar los autos de fe. «En la Cruz Verde había una casa que llamaban la Jurada, donde los inquisidores celebraban sus juicios».La plaza mayor

Y como no podía ser menos, la plaza de las cuatro calles, la actual plaza de la Constitución, cuenta con un gran caudal de documentación. De hecho, hace unos años los datos le permitieron realizar un plano de la plaza y el entorno con los principales vecinos y equipamientos. Una tarea que, explica el investigador, en el futuro le animará a levantar un plano de toda la Málaga del XVII.

En esa época, la plaza reunía la mayoría de las librerías y de los impresores de la ciudad, como Juan Renné. También había una botica, una pastelería, sastrería, estanco, barbería... además de los conocidos edificios oficiales, como la cárcel real.

Las casas del Cabildo, por lo demás, servían a los clérigos de balcón privilegiado para asistir a las corridas de toros.

Y muy cerca de la plaza, en la calle San Juan y la plazuela de los Espaderos (hoy de Félix Sáenz) se concentraban las tiendas de los fabricantes de espadas, que en su plazuela, como recuerda Francisco García, «tenían una hornacina con su patrona, Nuestra Señora Antigua».

Una de las calles con nombres de vecinos o propietarios que continúa hasta nuestros días es la dedicada a Mariblanca, que como explica el autor, «era una comadrona del siglo XVII, estaba María la Blanca y María la Negra», llamadas así por su color de piel.

Como otros trabajos de Francisco García, se ha valido de la autoedición para poder disfrutar de dos años de entrega, aunque también hay que contar las muchas décadas de este investigador en los archivos. Por eso, le agradaría que alguna institución de Málaga se interesara por esta obra para que no se quedara en un único ejemplar y pudiera llegar a los lectores interesados.

Francisco García prepara además un trabajo sobre la Catedral y un segundo, relacionado con esta investigación, sobre la Málaga del siglo XVII: «Sobre las efemérides, los vecinos, cómo iban vestidos las mujeres, los niños...», detalla.

El investigador malagueño aporta para este reportaje un par de fotos de los años 60 del Perchel y de La Trinidad. De los dos barrios históricos, como del Centro, estima que mucha de la trama urbana del siglo XVII podía seguir en pie si no se hubiera demolido tanto en el último medio siglo de forma indiscriminada. Obras como las de Francisco García reivindican nuestra historia y patrimonio.