La ciudad echa de menos a Pedro Moreno Brenes. El profesor volvió hace años a sus aulas y ayer, en el Consejo Social de Málaga, se declaró contrario a la Torre del Puerto en el dique de Levante, pero dejó claro que no considera a los que lo apoyan como personas que se han «vendido». Ahora arderá Twitter, donde el nivel tolerable de insultos supera los decibelios de un debate que ayer la ciudad (o sus fuerzas vivas, que diría un cursi) tampoco abordó. O inició. El Consejo Social debía debatir sobre el hotel del puerto, pero se acordó hacer una asamblea monográfica sobre el mismo, dado que compartió el orden del día con el macrohospital. Brenes pidió un debate sin crispación, solicitó una consulta popular y los portavoces de Málaga Ahora y Málaga para la Gente, Ysabel Torralbo y Eduardo Zorrilla, insistieron en la necesidad de debatir, antes de enero, sobre el asunto en profundidad y mejorar la participación ciudadana. Pero en ese foro se hablará también del futuro logístico de Málaga y de la filosofía del uso portuario.

Lo acordado es positivo si lo que se plantea es un debate sobre el rascacielos; el problema es que en ese próximo debate se va a hablar, parece, de todo menos del hotel del puerto.

Fernando Muñoz Cubillos, secretario general de Comisiones Obreras de Málaga, marcó la tónica del predebate o amago de refriega de ayer tarde. «CCOO no habla del hotel del puerto, sino de cómo ese uso del entorno hotelero tendrá incidencia en el tráfico de mercancías». Ni impacto medioambiental, ni empleos ni inversión. Incidencia en la industria. La pela. «Hay empresas cárnicas y agroalimentarias malagueñas que hacen las exportaciones, que han crecido un 20%, por Algeciras. En el año 95 se aprobó el soterramiento de las vías del tren, que cuesta menos de 50 millones de euros, y no se ha hecho», dijo. Por no hablar de que las cinco grúas más grandes del mundo, que tenía el puerto, han sido sustituidas por dos que están casi para el arrastre, vino a decir, y seis buques no pudieron descargar allí. Esto tiene, agregó, incidencia directa sobre el sector industrial. «Hemos de hablar del uso que se le va a dar al resto del recinto», reflexionó.

El alcalde, Francisco de la Torre, terció y dijo que habría que invitar para ello a la Autoridad Portuaria y destacó que no es incompatible el hotel con que el muelle nueve, por ejemplo, tenga otra actividad portuaria. Vino a decir De la Torre que todo el mundo puede convivir y, por favor, centremos el debate. Se gana con un monográfico, siempre que se haga pronto y se centre. Pero lo que se plantea es abordar la propia filosofía de la relación Puerto-ciudad. ¿Tiene eso que ver con la Torre del Puerto? Muñoz Cubillos viene a decir que el Consejo Social es el foro adecuado para debatir temas de usos portuarios.

Antonio Solano, de UGT, amplió el radio de acción: dejó claro que está contra que el rascacielos se haga allí, no de que se haga, y destacó que el dique de Levante se va a convertir en una «ratonera» en cuanto haya varios cruceros. Eso, además del impacto que tendrá.

Zorrilla insistió: «Puede darse un debate más global, sobre el desarrollo del puerto, no sólo urbanístico, sino económico». Torralbo también pidió que se puede hablar en general de la actividad portuaria y del hotel y pidió más participación ciudadana. Y el viceportavoz socialista, Sergio Brenes, amplió el espectro metiendo en el saco el impacto «de esta edificación sobre la logística», la falta de suelos industriales y las zonas proyectadas.

Felipe Romera, director del PTA, sí dejó clara su postura. Apoyó abiertamente la Torre del Puerto y destacó que en Bilbao con la Torre Iberdrola no hubo tanta polémica. O en Sevilla con la Torre Pelli. «Compite con la Giralda». En su opinión, permitirá acceder al turismo de mayor calidad, aunque considera que tendrá un impacto. «¿Pero eso es bueno o malo?». Pidió hacer una lista de cinco argumentos a favor y cinco en contra, para centrar el objeto de la dialéctica. Pero ayer se acordó otra cosa. Hablar del impacto que tendrá el rascacielos en la industria malagueña. Sería positivo que en el debate monográfico se hablara, por ejemplo, del proyecto en sí, de su impacto medioambiental, de si es bueno o no para la ciudad, de si creará o no empleo o será viable o no y de cómo se le da participación a la ciudadanía (había cinco personas siguiendo el debate por Youtube), más allá del inabarcable campo que se plantea, que podría ser objeto, en sí de una decena de debates monográficos.