El pasado mes de mayo, cuando Elías Bendodo fue reelegido como presidente del PP de Málaga con abrumadora mayoría y sin dispersión de apoyos, se congratuló por la celeridad de los acontecimientos. La brega orgánica, si por algo se caracteriza, es por absorber tiempo y fuerzas. Cuando la música suena en clave interna, apenas queda espacio para bailar en otras pistas. La puesta de largo de Bendodo en el Palacio de Congresos, cuando subió por primera vez al escenario como líder ratificado, dejó entrever una estrategia clara que ahora empieza a dar sus rentas. Las batallas, eso vino a decir, no se libran entre compañeros sino para reforzar al partido. Si en la política hay que saber fabricarse escenarios, aquello era el de una nave azul capitaneada por un hombre con la misión de llevar a los suyos al planeta dorado.

Sin apenas tiempo para digerir aquel baño de masas, tras el folclore protocolario de las fotos de familia y las sonrisas impostadas, sentó a Patricia Navarro, flamante secretaria general, en su despacho de la Avenida de Andalucía, donde ambos se pusieron a completar el mapa de la provincia. Lo que veían no era plato de buen gusto. Cuando el poder no se mide en metros cuadrados, sino en ayuntamientos que se gobiernan, los colores cobran especial relevancia. La abundancia del rojo no hacía más que recordar una herida que llevaba sangrando desde los últimos meses de la primavera de 2015. Entonces, una multitud de pactos permitió al PSOE hacerse con los ayuntamientos más fuertes de la provincia.

En algunos casos, posibilitando a los socialistas arrebatarle a los populares la hegemonía que mantenían desde décadas a lo largo y ancho de la Costa del Sol. De 103 ayuntamientos, el PSOE se hizo con 51, volviendo a cifras de décadas anteriores. Y lo que fue más importante, volviendo a plazas de suma importancia como Marbella, Torremolinos, Rincón de la Victoria, Benalmádena o Nerja. En la franja costera, el PP se tuvo que contentar con Fuengirola, Estepona y Torrox. Se empezó a hablar del «pacto de los perdedores», pero la retórica de manual no podía tapar la pérdida efectiva de poder que habían sufrido los populares. Más, si se comparaba el mapa saliente con el de la anterior legislatura de 2011 a 2015, cuando el PP se erigió como dominador absoluto. «Hay que recuperar los municipios en los que fuimos la fuerza más votada». El mensaje que lanzó Bendodo en aquel despacho, y repetido de manera machacona posteriormente, no fue más que un preludio de lo que se está viendo ahora, cuando el PP ha logrado, en los últimos meses, volver a teñir el mapa de azul, recuperando los viejos equilibrios a través de una herramienta tan enrevesada como legítima, como lo es la moción de censura.

Una batalla implacable entre sombras, con sus protagonistas casi siempre difuminados, que se libra en el subsuelo. Las llamadas encriptadas y las reuniones a puerta cerrada trascienden a los pequeños municipios, y cobra especial relevancia en los grandes municipios de la provincia. El número de votos obtenidos en los núcleos poblacionales con alta densidad decide sobre qué lado se inclina la Diputación de Málaga. Aquí tendrá mucho que ver cómo llegan los partidos en 2019, siendo preferible afrontar la batalla desde el gobierno y no desde el desierto polvoriento de la oposición.

Para entender la actual configuración del poder político en los diferentes ayuntamientos de la provincia, hay que remontarse a 2015 y contraponer los últimos acontecimientos. Negociar una moción de censura es un arte que no siempre requiere de finos estilistas. Se busca a gente con capacidad de persuasión y de dotes para sentar en una mesa a partidos incompatibles si hiciera falta. En el PP emerge el nombre de Bendodo, alguien que siempre convierte las negociaciones importantes en un asunto personal. En el PSOE la historia reciente ha demostrado que el hombre que mueve los hilos en la sombra es el actual secretario de Relaciones Institucionales, Francisco Conejo. Si una alcaldía se le pone a tiro, hará lo que haga falta. Es decir, lo hará casi todo. Como en Ronda, donde impulsó una moción de censura para arrebatarle la alcaldía a Mari Paz Fernández que sirvió para entregarle el bastón de mando a una de las suyas, Teresa Valdenebro. Un pacto con IU y los últimos reductos del PA que fue muy celebrado en su día, pero que ahora no le sirve al PSOE para tapar las duras derrotas de los últimos meses.

El verano ha dejado cicatrices en los socialistas, centrados, casi en exclusiva, en resolver la sucesión de Miguel Ángel Heredia. Una distracción que ha acabado por pasar factura. En junio, empezó a verse la fragilidad de algunas alianzas que se habían tejido anteriormente. Después de un tiempo en el que el PP se asemejaba a un elefante dormido, al rededor del que se puede hacer cualquier cosa, se ha despertado en forma de gigante. El primer aldabonazo fuerte llegó en junio, cuando se logró recuperar el Rincón de la Victoria, donde Francisco Salado destronó a Encarnación Anaya con la ayuda inestimable de Ciudadanos. La formación naranja está llamada a ser el socio preferente del PP. Al menos, ese es el deseo de los populares. Resulta ingenuo pensar que Bendodo hubiera insistido una y otra vez en la cercanía ideológica entre ambas formaciones, si no es porque ve en ello un beneficio propio para el futuro.

Si la proximidad no se vislumbra tanto a nivel regional, donde la armonía de Juan Marín y Susana Díaz es muy buena. El líder popular está fraguando una pareja similar con Teresa Pardo, la secretaria de Acción Institucional. Entre ambos existe una relación cercana y de cierta confianza, basada en un contacto fluido.

El auténtico triunfo para el PP llegó en el mes de agosto con la recuperación de Marbella, donde Ángeles Muñoz logró arrebatarle la alcaldía al socialista José Bernal. Un polémico pacto con la OSP se imbricó con un pleno de investidura traumático, con referencias bíblicas incluidas. Del empaque de Marbella da buena muestra el hecho de que Pedro Sánchez y Díaz se pusieran de acuerdo para salir en defensa de Bernal. La siguiente pieza en el puzle azul será Nerja.

El acuerdo entre el PP y Cs que desbancará a Rosa Arrabal es total, y la moción de censura para convertir en alcaldesa a Gema García, actual portavoz del PP, sólo está pendiente de un inminente registro. Que saliera a la luz el acuerdo ha alterado los tiempos, pero no trastoca los planes.

No todo son alegrías, sin embargo, para Bendodo. Hay auténticos embrollos en Benalmádena y Torremolinos, donde las complicaciones internas que vive el PP en ambos municipios evitan cualquier movimiento. En Mijas, Ángel Nozal ha sentido de nuevo el respaldo como presidente del PP. Apunta, claramente, a candidato para 2019. Existe el temor de que una salida suya, de manera forzosa, desemboque en la creación de un partido independiente al estilo justiciero de Juan Martín Serón. En Alhaurín el Grande, precisamente, se producirá el regreso de los viejos rockeros. Antonia Ledesma encabezará la lista del PP en las elecciones locales.El poder es poder: Elías Bendodo y José Luis Ruiz Espejo se disputan la provincia

Partido Popular. Actor consolidado, pendiente de un nuevo futuro

Elías Bendodo: Lo es todo en el PP de Málaga. Las decisiones pasan por él, exceptuando el pequeño espacio reducido del Ayuntamiento de Málaga. Ahí, Francisco de la Torre tiene el poder y lo ejerce de forma nominal. Su retirada en 2019 se da por hecho, aunque de una semana a otra puede cambiar todo. Él cree que los ciudadanos le piden que se quede. Para Bendodo todo su futuro político pasa por el Ayuntamiento de Málaga. Ha asegurado en numerosas ocasiones que tiene predilección por quedarse en la provincia. Las puertas de la Diputación se le cierran, después de insistir en reiteradas ocasiones que su etapa en la institución se limitaba a dos legislaturas. Al margen de su futuro personal, está teniendo buena mano en el partida política de los últimos meses. El Rincón fue un gol. Marbella entró por la escuadra. Nerja está a punto. Los problemas se acumulan en Torremolinos, pero él suele encontrar soluciones. Quizá, el ejército de Pancho Villa.

PSOE. El recién llegado distingue su primera derrota

Miguel Ángel Heredia: Después de meses centrado en recorrerse cada agrupación de la provincia y recabar apoyos para conquistar la secretaría general, llega la hora de la verdad. El esfuerzo realizado ha sido titánico, pero tiene el inconveniente que se limita exclusivamente al consumo propio. Ha habido momentos emotivos, pero ahora hay que mirar al votante y diseñar un proyecto atractivo. Los objetivos de Ruiz Espejo son ambiciosos: conquistar la Alcaldía de Málaga, recuperar la Diputación y volver a gobernar en los ayuntamientos que le han sido arrebatados mediante una moción de censura. De entrada, Ruiz Espejo se estrena en el cargo con una derrota en Nerja. Su propio futuro también dependerá mucho de cómo llega al PSOE a la casilla de salida en 2019. Si se atisban opciones, Ruiz Espejo sería el candidato para presidir la Diputación. Si las encuestas internas son negativas, podría acabar en el Parlamento. Los tiempos en política son clave.