El rayo inunda de sol las cabezas de los apóstoles y a medida que transcurre la mañana, ilumina la montera de un torero, el rostro en tensión de un legionario y la figura, todavía en barro, del general Teodoro Reding.

Los dos grandes ventanales del nuevo taller de Juan Vega regalan luz natural y resumen la nueva fase de este escultor e imaginero malagueño, que hace unos tres meses cambió el taller que abrió a los 20 años en la calle Cobertizo del Conde, de 30 metros cuadrados, por este nuevo de 80 metros, muy próximo al anterior, en el número 1 de la calle Poeta Concha Méndez. Además de la zona de trabajo, incluye una entrada con un pequeña exposición de sus piezas y un despacho con una biblioteca de arte.

«Yo creo que en cierto modo se ha cumplido una etapa», cuenta, al tiempo que subraya que continúa la vinculación con el barrio en el que nació hace 31 años: Lagunillas.

Quedan ya lejanos los tiempos en los que, siendo un quinceañero en la Escuela de Arte de San Telmo, modelaba en su habitación, «al lado de la cama», recuerda con una sonrisa.

La temprana apertura de ese primer taller la compaginó con otros trabajos para poder pagar el alquiler, a la vez que comenzaban los encargos: «Piezas de imaginería de pequeño formato para particulares e incluso algunos amigos se aventuraron a hacerme encargos y a partir de ahí, empezaron los trabajos para las cofradías».

En el campo cofrade, la labor que más le dio a conocer fue el grupo escultórico de la flagelación para Azotes y Columnas (Fusionadas). Para realizar las cuatro impresionantes figuras, hizo un estudio completo de la composición y los volúmenes, «y luego, figura por figura, las expresiones de los rostros , cómo interactúan entre ellos y con el público, porque al fin y al cabo está hecho para procesionar en la calle».

Juan Vega comenta que trata «de huir del neobarroco, aunque por supuesto tengo muy en cuenta a los clásicos barrocos. Bebo de sus fuentes pero a la forma del siglo XXI». Eso hace que toda la obra de Juan Vega, que en estos momentos trabaja entre otros encargos con un Cristo Yacente para Berja (Almería), tenga un sello personal muy reconocible.

Pero el artista malagueño también quiere subrayar que además de imaginero es escultor y cuenta con obras como un busto de Carmen Thyssen, encargo de la baronesa, y en escultura pública, con un monumento a la fiesta de los verdiales, en Almogía, y el reciente monumento a José Rizal, en los jardines del Puerto de Málaga, encargo de la Embajada de Filipinas.

Además, en el taller puede verse el armazón para la escultura de 2,30 metros del gobernador de Málaga y héroe de la Guerra de la Independencia, el suizo Teodoro Reding. Se trata de un monumento costeado por suscripción pública, encargo de la Asociación Histórico-Cultural Teodoro Reding.

«A mí el retrato es algo es algo que me llena muchísimo. Los rostros con personalidad me llenan mucho y los trabajo a menudo porque cada uno tiene un lenguaje, una forma», señala. En el caso del líder filipino José Rizal, cuenta, el reto fue conseguir un retrato «lo más fidedigno posible», con las pocas fotografías disponibles. A la hora de retratar a futuros personajes, el artista confiesa que le gustaría retratar algún día al recién desaparecido Chiquito de la Calzada.

Juan Vega trabaja una media de diez horas diarias y ya se le puede ver manos a la obra a las 7.30 u 8 de la mañana.

«La verdad es que estoy feliz porque hago lo que me gusta y eso, hoy por hoy, es un lujo», confiesa. El artista es de los que cree que la inspiración le debe pillar con la gubia y en todo caso, «en este oficio hay muchos oficios, así que si un día no estoy muy creativo, siempre está la labor de lijado o de policromado». Eso sí, necesita estar fresco e inspirado «para el modelado en barro, para darle la primera forma a la obra».

A la vista de este nuevo taller lleno de hermosas esculturas, la inspiración entra a raudales.