Tomas un antibiótico y minutos después el cuerpo presenta sarpullidos,rojez o inflamaciones de garganta, entre otros efectos. A priori, cualquiera podría pensar que puede ser alguna reacción al medicamento e incluso, una posible alergia al mismo, sin embargo, ¿cómo se averigua? Quizá en un futuro, el médico de cabecera pueda dar un volante para hacer un análisis de sangre y comprobar si el paciente es alérgico a una lista de 20 o más antibióticos, una opción que aún no existe y para la que se trabaja en Málaga.

Desde el Centro Andaluz de Nanomedicina y Biotecnología (BIONAND) se esfuerzan por crear el primer test in vitro para comprobar posibles alergias a un total de 20 fármacos. Una lista ampliable y que por el momento incluye algunos tan conocidos como la amoxicilina, ácido clavulánico y ciprofloxacino; algunos de los más demandados dentro del servicio de alergología o que producen más entradas en las urgencias hospitalarias de Málaga y el resto de España.

Con Maribel Montañez como investigadora principal emergente del proyecto, en la sede de Bionand, ubicado en el Parque Tecnológico, se trabaja desde hace dos años para desallorar una plataforma o microchip que permita a través de una pequeña muestra de sangre de un paciente, diagnosticar de manera precisa y rápida posibles alergias a antibióticos. Un proyecto de tres años bajo el nombre de «Desarrollo de plataformas de alta capacidad para diagnosticar in vitro alergias a antibióticos» en el que trabajan cuatro investigadores y que está en estrecha colaboración con el grupo de investigación de alergenos y fármacos del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA).

En estos dos primeros años, la hoja de ruta llevada a cabo por este equipo, que cuenta con financiación por parte del Instituto de Salud Carlos III y la Fundación Progreso y Salud de la Junta de Andalucía, se ha centrado en «mezclar» diferentes conjugados de proteínas y fármacos a través de nanoestructuras. Un proceso a través del cual emulan el comportamiento de las proteínas pero de manera sintética y en el que aplican auténtica ingeniería para poner gran cantidad de fármacos en la superficie y ver qué sucede. Una línea de investigación que alternan con otra como es conocer un poco más el comportamiento de las moléculas de los fármacos y su transformación al ingerirla el paciente.

Por el momento testean 20 fármacos, como detalla la investigadora principal, pero la idea es ampliar el número. Sin embargo, previamente han tenido que elaborar un anticuerpo que a través de florescencia identifique si un paciente es alérgico, al entrar en contacto con la muestra de sangre. Un sistema novedoso que detectaría en pequeñas cantidades una posible alergia y que han desarrollado de manera conjunta con un grupo de investigación de Suecia, al no funcionar los anticuerpos comerciales.

Un avance que siguen de cerca algunas empresas nacionales para su posible comercialización, según expuso Montañez. Mientras tanto, la recta final del proyecto estará destinado a evaluar el desarrollo de este anticuerpo y probar su eficacia en un número de pacientes más amplio.

Y es que, en la actualidad, las pruebas de alergias a fármacos son escasas frente a otros campos como el alimenticio o las investigaciones que se llevan a cabo relacionadas con los fármacos desde el punto de vista clínico.

Licenciada en Química por la Universidad de Málaga, la investigadora Maribel Montañez asegura que para saber si alguien es alérgico a algún antibiótico se puede comprobar a través de pruebas cutáneas y de administración controlada. Esta última se realiza mediante la ingesta del fármaco en sí o una pastilla, sin más, para comprobar un posible efecto placebo. Además, debe hacerse bajo supervisión médica ya que supone mayor riesgo para la persona -en comparación con las pruebas cutáneas- en caso de padecer una reacción anafilácticas que podría causar la muerte.

Por ello, la investigadora defiende la inclusión de las pruebas in vitro, un campo aún por explotar y con apenas presencia a nivel comercial. Solo existe en el mercado una prueba que testea cinco fármacos y tiene una sensibilidad «baja». Las posibilidades de que acierte están por debajo del 25 por ciento, por lo que un resultado negativo no elimina la posibilidad de ser alérgico.

«Si eres alérgico a la penicilina, por suponer, es probable que lo seas a alguno o varios fármacos de esa misma familia. Es importante saber qué antibióticos puedes tomar», resume. La inclusión de una prueba in vitro de mayor sensibilidad y una cartera más amplia de antibióticos aumentaría la seguridad del paciente, ya que evitaría el riesgo de exponerse al fármaco y reduciría el coste sanitario al evitar visitas a consultas, urgencias e incluso ingresos hospitalarios por la toma de antibióticos. Además, conocer con certeza lo que cada uno puede tomar impide desarrollar resistencia bacteriana al tomar de manera ineficaz otros fármacos, según detalla la investigadora, que hizo una estancia de dos años posdoctoral en Suecia en la que obtuvo conocimientos sobre nanoestructuras que ahora aplica en el proyecto. Sin embargo, Montañez puntualiza que un porcentaje importante de la sociedad que cree ser alérgica a algún antibiótico no lo es. Para ello se apoya en un artículo que se expuso en una revista internacional y que indica que menos del 24 por ciento de los casos etiquetados como alérgicos lo son.

Al proyecto solo le queda un año de vida pero el Ministerio de Sanidad, a través del Instituto de Salud Carlos III, ya le ha concedido uno nuevo de tres años que comienza en 2018 y en el que utilizarán nanoestructuras dentro de los fármacos pero para emular el comportamiento de las células.