No hace demasiados años, los que hoy se conocen por chiringuitos no se denominaban así, unos establecimientos que según la Academia de la Lengua son «quioscos o puestos de bebidas al aire libre».

En nuestra provincia, salvo algún caso aislado, no hay chiringuitos; lo que hay son bares y restaurantes cubiertos dotados de todos los medios que exige la mejor hostelería.

Los mal denominados chiringuitos de las playas de Málaga son, repito, restaurantes de dos o tres tenedores o utilizando una definición malagueña, casamatas con cocinas eléctricas, frigoríficos, congeladores, lavaplatos, freidoras, microondas y a veces con tarifas similares a restaurantes de cinco tenedores.

La palabra casamata procede de la milicia y se emplea para definir un emplazamiento muy resistente para instalar una o más piezas de artillería. Los propietarios de las casamatas de Carranque, por ejemplo, ignoran que sus viviendas, en términos militares, son «nidos de ametralladoras y cañones».

Volviendo a los chiringuitos de nuestras costas, no hace demasiado años eran conocidos como merenderos; en las playas de Marbella y Estepona sí se utilizaba el vocablo chiringuito. En Málaga, repito, se denominaban merenderos aunque no solamente se merendaba sino que se tomaban cervezas, pescaditos fritos, patatas fritas envueltas en papel de estraza… El merendero más famoso era Antonio Martín, en La Malagueta, y donde más merenderos había era en las playas de las Acacias, Pedregalejo, El Palo…

Hoy, salvo que algún lector me saque de dudas, en Málaga no hay merenderos. Lo que sí hay son pizzerías, teterías, bares, cafeterías, cafés, pubs (para los ingleses del brexit), hamburgueserías, churrerías, espagueterías, taperías…Otras ausencias

Lo mismo que el merendero es una recuerdo del pasado (en muchos lugares de España sí hay merenderos aún), en nuestra provincia existían otros comercios y establecimientos que para algunos lectores serán totalmente desconocidos. Un tipo de comercio propio de los pueblos o pequeñas localidades y que ya no utiliza su denominación es la abacería.

En esas pequeñas localidades y pueblos de cierto rango había abacerías, con una curiosa definición por parte de la RAE: «Puesto o tienda donde se venden al por menor aceite, vinagre, legumbres secas, bacalao, etc». El etcétera era tan variado como extenso. En las abacerías o comercios de los pueblos, aparte el aceite y el bacalao, se vendían escobas, zapatos, camisas, hilos, toda clase de cuerdas, pintura, cal, encajes de bolillos, cayados, sombreros, esteras, barreños, regaderas, azadas, rastrillos, cribas y todo lo que sirve para desenvolverse en el quehacer diario.

Las abacerías de antaño se han transformado en bazares explotados por súbditos chinos, donde se pueden adquirir desde un bolígrafo a una botella de güisqui, cintas de video, bombillas, biquinis, platos, perfumes, esmalte de uñas, pareos, alfombras, sombrillas, pashminas, paraguas, bragas y pirulís deLa Habana. Curiosamente, en la sección Comercios en Torre del Mar que se publica en este diario, he hallado un anuncio de una abacería, Abacería Los Barriles.

Ya nadie se acuerda de otros comercios o talleres imprescindibles en épocas no muy lejanas, como las guarnicionerías y las talabarterías, encargadas de preparar los arreos o jaeces de las caballerías.

Otro vocablo en desuso es el que se utilizaba para los locales dedicados a la venta de productos alimenticios: Ultramarino. Abundaban las tiendas de «Ultramarinos y coloniales», aludiendo a los productos procedentes de América y Asia. Hoy se recurre a algo más sencillo y expeditivo: Alimentación.

También casi se ha perdido la palabra ingenio, que se emplea hoy solo para referirse a la capacidad para inventar, para crear, para hacer reír… Antes se utilizaba para designar una factoría dedicada a la obtención de azúcar procedente de la caña de azúcar. En la provincia de Málaga, especialmente en la costa oriental, había ingenios o fábricas de azúcar de caña; estaban ubicadas en Nerja, Torre del Mar, Torrox y Frigiliana. En esta última localidad existe todavía el Ingenio Nuestra Señora del Carmen, donde se elabora miel de caña de azúcar que se vende en numerosos comercios dedicados a la alimentaciónLa casa da mucho de sí

El sustantivo casa -vivienda- tiene mil usos, algo así como algunos productos del hogar que en su etiquetado resaltan como reclamo la palabra multiusos, que lo mismo sirve para desatorar un fregadero como para eliminar una mancha rebelde, facilitar el funcionamiento de una cerradura o engrasar una bisagra que chirría y despierta al bebé que acaba de coger el sueño después de una rabieta de media hora.

Casa ya sabemos que es el habitáculo de todos los que tenemos la dicha de poseer un lugar donde vivir; pero casa se utiliza para informar al ciudadano de todo cuanto pueda imaginar. Lo mismo sirve para vender una colcha que un turrón.

He puesto en marcha el disco duro de mi cerebro y he localizado en Málaga muchas casas que responden a fines muy variados. Sé que no están todas las que existen o han existido, pero la información que ha salido del citado disco duro es curiosa:

Casa Matías, una taberna-bar que estaba en la calle Duende que tiene su entrada por calle Nueva; la Casa de las Colchas, un comercio que existió en la citada calle Nueva y que estaba especializado en la venta de colchas de todos los tamaños y colores; Casa Mira, la número uno en la oferta de turrones y helados; Casa Pedro, un restaurante que estaba en El Palo y que tuvo gran aceptación durante muchos años; Casa de Guardia, una taberna que data del año mil ochocientos y pico y que destaca por los vinos de la tierra; Antigua Casa del Abuelo, en la calle Especerías, establecimiento que frecuentaban las mujeres que venían de los pueblos de la provincia a emplear, o sea, a comprar tejidos y confecciones; Casa Zulaica, en la calle Calderería una y otra en la calle Granada, dedicada a la venta de productos relacionados con la caza y otros deportes; Casa de las Medias, ubicada en el pasaje de Marmolejo, cerca de la plaza de la Constitución, y que solamente vendía medias; la Casa de las Tres Chicas, que está en lo que hoy llaman Soho para que vayamos aprendiendo inglés; Casa de Cambio, que estaba en la antigua plaza de la Marina y que cambiaba divisas o monedas de otros países; Casa de Socorro, sustituida hoy por Urgencias de Carlos Haya; Casa Curro, hotel; casas parroquiales, tantas como parroquias hay en la capital; casas regionales, como Melilla y Jaén; Casa del Niño Jesús, donde se educaban niños de familias sin medios; Casas de Hermandad, tantas como Cofradías de Semana Santa; Casa Cuna donde se acogían los niños abandonados; casas rurales, que están de moda para fines de semana y puentes; Casa del Jardinero, el chalé que fue sede del Jardinero Mayor del Parque y que hoy es Oficina Municipal de Turismo; Casa de Trato; Casa Romero, vinos en general; Casa de Putas; Casa de Huéspedes; Casa Cano, dedicaba a los comestibles; Casa de Comidas; Casas de Lenocinio; la Casa de los Fantasmas, en el Paseo de Sancha, donde al parecer merodean fantasmas; Casa Consistorial o Ayuntamiento de Málaga, que de forma desdeñosa algunos tildan de Casona del Parque, donde el alcalde de turno tiene que luchar día a día con la oposición que dice no a toda iniciativa sea buena, regular o mala. Y para terminar, «mi casa», la del extraterrestre ET que quería retornar al planeta de donde vino, sin olvidar Casa Bermeja, como apareció en una de las muchas televisiones al referirse al pueblo malagueño de Casabermeja con un cementerio que es fotografiado hasta por los japoneses porque interpretan que los difuntos son enterrados de pie.

Y me abstengo de citar todos los bares y restaurantes que hay en Málaga en la actualidad y que anteponen a su nombre de pila u otro la socorrida Casa de Manolo, Miguelito, Félix, Antonio… y así todo el santoral.