­­El Pimpi ha servido para muchas cosas, todas ellas excitantes. La primera y más importante ha sido comprobar como un negocio que fue creado en 1971 se ha sabido adaptar al paso implacable del tiempo. Es probable que haya pocos sitios en España en los que conviven tan bien la tradición con una sociedad acelerada que muere por hacerse la foto para Instagram. Antonio Banderas, universal desde hace muchos años, ya correteaba entre sus barriles de pequeño. Ahora, cuando acaba de entrar en el accionariado, su hermano, Chico, junto al gerente de la casa, Pablo González, desglosan cifras y secretos para La Opinión. Un mano a mano que deja con ganas de más, como las tertulias con un vino que entusiasma.

¿Creen en el extraño fenómeno de un visitante de Málaga que se haya ido de la ciudad sin pasar por El Pimpi?

Pablo González: Debe haber pocos.

Chico Banderas: Pues sí, habrá pocos. El Pimpi ha traspasado las fronteras y la gente ya viene aquí como quien va a visitar un museo. Para nosotros, lógicamente, eso es algo fantástico.

¿Cuándo empezó El Pimpi a ser algo más que una bodega?

Pablo: Yo creo que desde su propia fundación en 1971. Cuando Pepe Cobos y Paco Campos se trasladan desde Córdoba a Málaga, y convierten lo que era una sala de fiestas en una bodega, ya nace con carácter debido a su apuesta por lo tradicional y por la cultura. Ahí están las tertulias culturales que hacía Gloria Fuertes en el patio. Ahora hay muchas asociaciones que se siguen reuniendo cada semana aquí. Por cosas así, esto siempre ha sido algo más que una empresa de restauración.

¿Cómo se conjuga la tradición en la era de internet con un mundo que tantas veces parece abrazarse a lo artificial?

Pablo: Precisamente, hemos intentado unir la tradición de El Pimpi con el mundo moderno, con la actualidad. Y una de las mejores maneras ha sido unir esa tradición con las redes sociales, con el 2.0. Es fundamental que las tradiciones se rejuvenezcan y tengan su espacio en el mundo moderno. Que la Semana Santa salga en las redes sociales no le resta un ápice de tradición.

Chico: Esa combinación se está llevando muy bien y creo que aquí está una de las claves del éxito.

Encuentra un empleo que te guste y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida.

Pablo: A mí me viene al dedillo. Mi vida ya es El Pimpi. Vaya donde vaya, siempre está presente. Eso hace que no tengas vacaciones, no tengas días libres, pero es algo que no te pesa. Es muy fácil trabajar en El Pimpi para alguien como yo, que siempre ha querido estar vinculado a Málaga. Sobre todo ahora, cuando la ciudad afronta un futuro que no tiene límites.

Chico: Hacer un trabajo que no te gusta debe ser terrible. Pablo, con su insultante juventud, lleva la gerencia de escándalo. Si encima está disfrutando, pues hace disfrutar a los demás.

Pablo, desde fuera, su relación con Pepe Cobos recuerda a la del púgil con su mentor.

Pablo: Totalmente. Es así. Yo a Pepe le debo muchísimo y siempre le estaré agradecido. Él ha sido mi mentor y me ha enseñado mucho. Vio en mí lo que, quizá, en ese momento, otros no vieron.

¿Málaga sin El Pimpi o El Pimpi sin Málaga?

Pablo: Málaga está por encima de todo. Málaga y los malagueños tienen vida propia. Esta es la ciudad del paraíso. El Pimpi necesita a Málaga y no al revés.

Chico: Cualquiera que conociera a la Málaga de los años 70 y ve como se ha desarrollado... es que es increíble. Málaga tira por sí sola y no creo que tenga fin. Y nosotros intentaremos aportar todo lo que podamos.

Hay malagueños que manifiestan su hartazgo con el turismo y dicen basta. Muchos viven en el Centro Histórico.

Chico: Hay que regular el crecimiento de alguna manera. A un malagueño no le puede costar trabajo encontrar una vivienda para alquilar, cuando parece que todo se ha volcado en los apartamentos turísticos. Pero Málaga es una ciudad que vive de los servicios, da gusto pasear por las calles y ver a tanto extranjero. En definitiva, ver que el turismo funciona.

¿Málaga tiene un problema con la ocupación de las vías por parte de las terrazas?

Pablo: Hay que tener mucho cuidado porque se está haciendo una criminalización de la hostelería. Tenemos que ser conscientes de que Málaga es una ciudad turística. El clima acompaña todo el año y hay muchas personas que viven del turismo. Entonces, no podemos acusar y perseguir a las terrazas de Málaga.

La semana pasada se hizo oficial la entrada de Antonio Banderas en la propiedad. ¿Cómo ha quedado repartido el accionariado de El Pimpi?

Pablo: Ellos (Antonio y Chico Banderas) tienen una parte considerable de la sociedad. La familia Cobos tiene otra, y yo tengo un pequeño porcentaje, un poco en torno a la responsabilidad que sostengo. Eso hace que, dentro de una perfecta armonía entre las tres partes, tengamos afrontemos los proyectos por realizar.

Ahora que se han fusionado los nombres de Antonio Banderas y El Pimpi, ¿no creen que podrían empezar a abrir embajadas de Málaga fuera de España?

Chico: Bueno, todo se estudiará (risas).

Pablo: Puede haber proyectos de futuro. Pero es cierto, que El Pimpi es lo que, porque está donde está. El marco es inigualable. La Catedral, el Museo Picasso, el Teatro Romano...

¿Qué tiene en común la marca de Antonio Banderas con la marca de El Pimpi?

Pablo: Yo creo que Málaga.

Chico: Exactamente. Málaga es el factor que les une. El Pimpi es un negocio emblemático donde mi hermano también ha correteado de pequeño entre los barriles. Participar de este negocio ahora es un sueño.

Nace la Fundación El Pimpi. ¿Qué hay detrás de este nuevo proyecto?

Pablo: Seguir en la línea que ya se venía haciendo con las acciones culturales y sociales que hacemos. Era desligar esto de la empresa y aglutinar todo bajo una fundación. Al final, se trata de devolverle algo a una sociedad que tanto le da a El Pimpi.

Chico: Con la fundación canalizamos todas las ayudas que ya había. Para mi hermano es algo fundamental. Evidentemente, este es un negocio empresarial y se busca un rendimiento. Mi hermano habla de negocios éticos. Eso es algo fundamental.

El Pimpi tendrá ahora su propia línea de cátering.

Pablo: Sí, la línea de negocio del cátering es un proyecto que teníamos pendiente. Es una colaboración con el cátering de Bodegas Campos. La idea es satisfacer las peticiones que nos llegan por parte de nuestra clientela, que demandan que demos eventos fuera de nuestra establecimiento.

¿Qué hay detrás del proyecto de crear una escuela de hostelería?

Es un proyecto muy necesario para la ciudad de Málaga. Hay que apostar por la hostelería, pero por varios motivos no habíamos dado el paso hasta ahora. Queremos hacer una escuela de base, que no compita con las que ya existen, y a las que le debemos muchos. Se trata de ayudar a aumentar el nivel general de la gastronomía en Málaga. Formar en idiomas. Combinar la teoría con la práctica en El Pimpi y con los locales que se adhieran.

¿Faltan camareros cualificados en Málaga?

Pablo: Sí, hay una carencia en el servicio. Pero es lógico. El boom que hemos vivido no ha ido acompañado de la formación. Es mucho más fácil crecer que formar.

Chico: Pasa un poco lo que pasó con los albañiles en pleno auge de la construcción. Recuerdo perfectamente lo difícil que era encontrar a un buen albañil. Imagina el turista alemán que llega a El Pimpi y lo atienden en su idioma. Ese es el valor añadido que tenemos que buscar.

A veces, los fríos números sirven para fijar el contexto. ¿Cuántos litros de cerveza y de vino dulce se han consumido en 2017?

Pablo: Ahora que estamos cerrando el año, estamos en torno a un consumo 150.000 litros de cerveza. Sólo de barril. Son auténticas cifras de locura. En el vino dulce, que es un moscatel de Málaga, estamos en torno a 60.000 litros de vino. El típico, en la botella de los lunares.

¿Cuántos personas pasan de media al día por El Pimpi?

Pablo: Me atrevería a decir que pasan unas 4.000 personas al día. Incluyendo aquí los picos en la Feria, la Semana Santa o en la Navidad, que son una auténtica locura. El puente de diciembre también se ha convertido en una fecha tradicional que funciona. Hemos tenido unos días, que siempre hemos estado llenos.

¿Cuántas personas trabajan ahora mismo en El Pimpi?

Pablo: Tenemos una plantilla de 180 personas. Una de las cosas de las que más orgullosos estamos es que no tenemos temporalidad. Las fechas señaladas las afrontamos con la misma plantilla de siempre.

¿Cuál es el plato que más se pide?

Pablo: Hombre, la fritura de pescado se encuentra entre los más alto. El pulpo a la brasa, aunque pueda sorprender, está entre los platos más vendidos. El rabo de toro. También funciona muy bien la repostería.

¿Recuerdan de memoria cuál es la dedicatoria que firma Antonio Banderas en su barril?

Pablo: Para los malagueños, y en especial para las malagueñas...Creo que era algo así. Con cariño, Antonio Banderas. Tenía presente a los malagueños, pero muy especialmente a las malagueñas, como siempre (risas).

Chico: Siempre ha estado conectado con El Pimpi. Cuando rodó El Camino de los Ingleses, utilizó el Palomar para el rodaje.

El barril de Antonio Gala reza lo siguiente: «Si me pierdo una tarde en Málaga, en el Pimpi me encontrarán». ¿Es esta bodega es un buen lugar para perderse?

Pablo: Un buen lugar y también uno muy fácil para perderse. Sobre todo, olvidarse de la hora.

Chico: Es un buen lugar, desde luego. A veces es como el túnel del tiempo. Sabes cuando entras, pero no cuando sales.

¿Hay que perderse a veces para volver a encontrarse?

Chico: Yo creo que sí. Muchos veces hay que desconectar para retomar las cosas con fuerza. El Pimpi es un sitio estupendo para eso. Olvidarse de las penas y de muchas cosas que están pasando en la sociedad.

Pablo: El Pimpi también se perdió durante una época. Hubo un momento en el que se tuvo que reinventar para salir de un bache. Fue a comienzos de esta última crisis y salió más que reforzado. En 2007 había 14 empleados y hoy somos 180.

¿El vino es básico para bordar un encuentro?

Chico: Estamos en tierra de vinos. Yo diría que ayuda much una tertulia con un vinito.

Pablo: Si es de la tierra, mejor. Aquí respetamos mucho a los productos de la tierra.

Estamos ante el resurgir de las banderas. ¿Cuál se enarbola En el Pimpi?

Chico: Yo creo que la bandera que se debe llevar es la de la paz. Con las banderas de la paz y del amor es suficiente. Y creo que El Pimpi las lleva a las dos.

Chico: Yo añado a la bandera de Málaga. El Pimpi siempre ha sido totalmente apolítico. Estamos al servicio de los malagueños y de los turistas.aciones.