A escasos metros de la administración agraciada en la calle Mármoles está la panadería de Ana Isabel Díaz, una joven de 39 años que ha repartido 15 décimos premiados con el Gordo, entre ellos, el suyo, que con un negocio recién abierto y una hipoteca por pagar ya sabe en qué lo invertirá.

La panadería Peso de la Harina, ubicada en la calle con el mismo nombre, abrió sus puertas hace tan solo dos meses y medio. En paro y sin previsión de trabajo, Ana se decantó por montar su propia panadería. «Fue volver a trabajar y desde entonces todo ha ido bien», explica la propietaria quien, además de vender el pan a los vecinos del barrio, ha repartido un total de seis millones de euros. Una suerte que se cruzó por azar en su camino. Y es que Ana tiene por costumbre jugar el número 25105 y en caso de no estar se hace con cualquier otro número. Eso fue lo que sucedió este año. Su hermana le llamó para decirle que no estaba y le propuso otra opción. «Cuando mi hermana me dijo el número -71198- pensé: éste va a tocar aquí, lo sé», resume mientras sigue despachando a los clientes que se acercan para darle la enhorabuena y preguntar a quién más le ha tocado alguno de los décimos premiados con 400.000 euros.

Se hizo con cinco décimos de una vez y así, hasta sumar un total de 15 que ha repartido entre gente del barrio que lo necesita.

Una corazonada que ha compartido con todo aquel que ha pasado por su establecimiento. «Yo se lo decía a la gente, aquí vamos a descorchar la botella de champán, vamos a hacer una barbacoa y va a venir la televisión a grabarme», expone entre risas. Sin embargo, cuando cantaban el Gordo unos minutos antes de las doce de la mañana del viernes, Ana apenas fue consciente de que el número que había salido era el suyo. Hasta que no la llamaron por teléfono para decírselo no supo que el Gordo estaba ahí mismo. «Estaba trabajando y tenía la radio puesta pero ni así me he dado cuenta de que era mi número», resume.

La ilusión ha sido doble por saber que le ha tocado pero, sobre todo, por lo que ha repartido. «Ha sido un premio muy bien repartido», explica. Sin hijos, ni casada pero con una hipoteca muy grande, como ella misma menciona, tiene claro que lo primero que hará es pagar el piso. Su máxima premisa en estos momentos es «poder dormir tranquila».

«No pienso dejar de trabajar», apunta. Con un negocio con menos de tres meses, este empujón económico le ayuda para continuar en el día a día de manera más desahogada. Con lo que le sobre al pagar espera darse algún capricho, aunque aún no tiene muy claro qué será.

Mientras atiende a los clientes se da la enhorabuena de manera mutua con una señora mayor. Dice que Ana le vendió uno de los décimos y ella lo asiente, un dinero que lo más probable es que invierta. Nada de viajes, ni caprichos, ella ya ha viajado todo lo que ha querido años atrás, según explica. «Tampoco es tanto», menciona mientras el resto de la clientela fantasea con qué habría hecho si hubiera caído el décimo premiado en sus manos.

Pero la historia de Ana tiene algo más de misterio. «Me ha ayudado mi abuela para que me toque», aclara. Y es que hace muchos años a la abuela de la recién premiada, también de nombre Ana, le tocó la lotería. «No recuerdo cuánto dinero fue pero en aquel momento fue muy buen dinero», comenta desde detrás del mostrador. Una coincidencia que comenta con sus clientas que le dan la razón. «Se llamaba Ana y también le tocó la lotería. Eso ha sido cosa suya desde ahí arriba», explica emocionada. Como sea, la panadería Peso de la Harina continuará abierta. Ofreciendo pan y quién sabe si algún décimo más agraciado en los próximos años.