Pese a su origen japonés y coreano, el aligustre, la planta con la que arrancó 2017 en el Jardín de La Concepción, está muy presente en nuestras zonas verdes. El nombre viene de latín ligare (atar) porque con sus flexibles ramas se hacen cestos y ataduras. En invierno, por cierto, sus frutos forman racimos colgantes con pequeñas bolas de un negro azulado.

La protagonista del segundo mes del año fue una planta mediterránea muy familiar: la lavanda, que también recibe los nombres de alhucemilla y espliego. De hoja perenne, podemos verla en flor buena parte del año: desde finales de otoño hasta primavera.

En marzo, el estrellato fue para el arbusto de pandora, una bonita planta trepadora que ofrece flores tubulares de color blanco y crema, a veces con una mancha en el fondo o con estrías marrones. Pertenece a la familia de las bignonáceas.

La planta que simbolizó el mes de abril tiene la particularidad de ser una de las más jóvenes de La Concepción, pues se trata de la fotinia (Photinia x fraseri Dress 'Red Robin'), un híbrido, resultado de cruzar dos plantas del sureste de Asia, la Photinia glabra y la P. Serrulata. Se logró en un invernadero de Alabama en 1940. Crece de forma rápida. En concreto, la fotinia de La Concepción, la Red Robin, fue desarrollada en Nueva Zelanda, así que se trata de un producto botánico más que viajado.

La principal característica de la hermosa planta del mes de mayo, el jazmín del Paraguay es la variedad de colores que ofrecen sus hojas a lo largo de su vida, pues según su madurez, el color puede ser morado, al día siguiente lila y, antes de marchitarse, de color blanco.

En junio, la planta del mes fue la catalpa, originaria del sureste de Estados Unidos, elegida en junio porque es cuando el visitante puede verla en plena floración, aunque sea muy fugaz.

Se trata de un árbol que puede llegar a los 20 metros de altura, con hojas enormes y ovadas. Uno de los elementos más llamativos son sus flores, agrupadas en inflorescencias, con pétalos amarillos y manchas rosadas que recuerdan a las bignonias.

De Sudáfrica vino la planta de julio, la oreja de león, llamada así porque sus flores recuerdan las orejas y colas del rey de la selva, una semejanza que viene de antiguo y que ya se recoge en su nombre científico: Leonotis leonurus.

Se trata de un arbusto perenne, amigo de los paisajes rocosos y los ríos, con flores tubulares de un intenso color naranja. En la medicina tradicional africana la infusión de sus hojas se emplea para aliviar problemas pulmonares y combatir resfriados.

El mes veraniego por excelencia estuvo representado por la aloisia, original de las zonas templadas de Sudamérica. Lo más llamativo de sus flores, tubulares, blancas y pequeñas, agrupadas en inflorescencias, es el maravilloso olor que desprenden.

Puede que la planta del mes de septiembre confunda un poco, porque recuerda muchísimo al bambú. Sin embargo, se trata de la camaedorea y aunque por ese parecido se le conoce también como caña bambú, se trata de una palmera, es decir, que no tiene los tallos huecos.

Puede alcanzar los tres metros de altura y es natural de Centroamérica. Es muy utilizada como planta de interior.

Octubre nos dejó una planta del mes que bien podría ser la del año 2017, fruto del buen trabajo del equipo botánico en los invernaderos de La Concepción. Se trata de la Victoria cruziana o irupé.

El Jardín Botánico no solo ha logrado cultivarla sino además que dé semillas. Originaria de los ríos Paraná y Paraguay, los europeos no la conocieron hasta 1825, cuando llegó a nuestro continente, gracias a la expedición costeada por Andrés de Santa Cruz, presidente de Bolivia (de ahí lo de cruziana en su nombre científico). En cuanto a Victoria, hace referencia a la reina Victoria de Inglaterra.

La flor de este nenúfar gigante vive solo dos días y sus enormes hojas, de un metro de diámetro, pueden soportar hasta 40 kilos de peso. Una auténtica estrella botánica.

Y de la gigantesca Victoria a la pequeña ajania, la planta de noviembre, que no mide más de medio metro. Como abarca mucho terreno, se emplea mucho en jardinería. Originaria de Japón, los ingleses le han dado el nombre en su lengua de crisantemo de oro y plata, por el color amarillo intenso de sus flores, que se reúnen en inflorescencias, y el ribete plateado de sus hojas, que lucen un verde intenso.

El año se despidió con una planta que parece anunciar la Navidad, por el rojo brillante de sus pequeñas bayas. Se trata de la nandina, un arbusto de hoja perenne, de China y Japón, aunque se encuentra en muchas partes del globo. Las hojas son rosas al salir en primavera, cambian al verde y se tornan de color pardo poco antes de caer. Así, de esta forma tan bonita y colorida, dijo adiós 2017 en La Concepción.