Aunque no le gusta hablar mucho de su pasmosa facilidad para aprender lenguas, la realidad es que Iván Perchante tiene esta semana tres horas de polaco, y otras tantas de chino y árabe. Domina 14 idiomas, aunque en total estudia 18 y pronto se adentrará en lenguas autóctonas de Camerún y Senegal por su pasión por África.

De hecho, los idiomas han permitido a este generoso argentino de 31 años, que lleva más de 16 en Málaga, emprender desde 2015, en solitario, proyectos solidarios en Camerún que están dando su fruto. Como explica, «el 95 por ciento de los ingresos para estos proyectos proviene de gente del puerto que ha donado, porque podía hablarles en su idioma. Ese es el valor que tiene para mí estudiar idiomas».

Iván ha trabajado hasta finales del año pasado -cuando cerró la empresa- en un barco turístico de paseos por la bahía. En la actualidad está en paro pero como confiesa, «mi ilusión es seguir trabajando en el puerto».

Las donaciones de turistas de todo el mundo le han permitido, hasta la fecha, dotar de un generador eléctrico un hospital de Camerún y ofrecer asistencia hospitalaria a 127 personas sin recursos.

Pero además, este joven incansable, que lucha día día por un mundo mejor, ha logrado que en Obout, una población a cien kilómetros de Yaundé, la capital de Camerún, se ponga en marcha un hogar para seis niños abandonados, acogidos por la familia de Pascal, un antiguo refugiado ruandés, a los que paga la escolarización, la ropa y el desayuno diario (que cuesta 50 céntimos). Uno de esos niños es Andrea, una pequeña de 4 años, hija de una niña violada a los 13 años, que ha encontrado una nueva vida en este hogar, que lleva el nombre de Alejo Ocar, un amigo argentino que fue un gran apoyo para Iván, en sus tiempos de futbolista en la tercera división sueca, cuando su carrera se truncó por una grave lesión.

La labor de Iván Perchante también está consiguiendo que este primer hogar que ha fundado sea casi autosuficiente. «Mi padre siempre dice que hay que evitar dar dinero y en su lugar, dar recursos para que trabajen». Por eso ha costeado las semillas y materiales para cultivar una hectárea de tierra con cuyos productos (cacao, maíz, cacahuetes, un tipo de plátano), esta gran familia se alimenta y comercia.

La labor humanitaria de Iván Perchante está a punto de convertirse en la asociación Doble Corazón, a la que le falta la tramitación oficial. «Lo que busco ahora son donaciones mensuales, aunque sea un euro, porque un euro cuenta», resalta.

Mientras, en su tierra natal, Argentina, ha logrado la regularización de una inmigrante boliviana, residente desde hacía 20 años y ha completado una biblioteca en una zona deprimida.

Para el año que viene tiene proyectado un centro de salud en Camerún para personas sin recursos que ofrecería hospitalización y transfusión de sangre por 7,50 euros, cuando lo normal de los hospitales es cobrar 60. El sueño sigue en marcha.