«Viene un concejal o una autoridad y encarga a una empresa diez postes, antes había 20, luego otro lo encarga a otra empresa... falta coordinación entre las administraciones pero también dentro de la propia administración, cuando se acomete algo y no se tiene en cuenta lo que había antes», resume Francisco Rodríguez Marín, profesor de Historia del Arte en la Facultad de Turismo de Málaga desde hace 20 años.

Se refiere al marasmo de señales informativas turísticas e histórico-artísticas que inunda el Centro de Málaga y que parece una sucesión de capas geológicas que nadie se encarga de retirar o actualizar, así que si en un cartel informativo Málaga contabiliza 36 museos, en el siguiente han quedado reducidos a 27.

El profesor también llama la atención sobre que algunas de esas señales exhiben información incorrecta o está directamente copiada de un conocido libro, como la del edificio de Daniel Rubio junto a Atarazanas.

También hay casos en los que, como ocurre con un poste de la calle Alcazabilla acerca de la Alcazaba y el Teatro Romano, el sol ha descolorido la información, mientras casi todas las señales informativas sobre Picasso, en el suelo del Centro, se encuentran en un estado lamentable.

El experto además recalca la importancia de que las señales no tengan colores en exceso llamativos que supongan «un parche» en el entorno «o que interfieran el tránsito público». Con respecto a lo primero, pone de ejemplo una enorme señal en la calle Santa María, pegada al muro del Sagrario, junto al Patio de los Naranjos de la Catedral, en el que, por cierto, no funciona el código QR. «La ley de Patrimonio dice que los BIC no deben tener carteles, ni cables ni señales», recuerda.

Este caos informativo, que ya expuso en una conferencia en la Sociedad Económica de Amigos del País, recogida recientemente en el libro Málaga. Reflexiones para una ciudad creadora, debería lleva a su juicio «a una

autoexigencia, ya que la apuesta cultural de la ciudad ha salido tan bien». El profesor entiende que eso implicaría «ser conscientes de que el primer recurso turístico es la propia ciudad» y no una serie de museos y monumentos individualizados.

Por eso, aboga por que en Málaga sólo exista «uno o dos modelos» de señalización turística «muy pensados, con un diseño unificado, eficaz, si es bilingüe mejor y con poco texto así como con un material resistente, que no distorsione ni entorpezca el tránsito».

Francisco Rodríguez Marín es partidario de recurrir más a la señalización horizontal, para «descargar» el Centro Histórico de Málaga de los clásicos postes y paneles.

En este sentido, pone el ejemplo de un buen número de ciudades de Europa y América, que incorporan en sus cascos antiguos planos de la ciudad o maquetas de monumentos en relieve y en bronce. Un material antivandálico, de fácil interpretación para los visitantes y aunque tendría un precio elevado, «quedaría para siempre», indica. Iniciativas que pondrían freno al descoordinado panorama de nuestros días.