El bar es un sitio sagrado para muchos españoles, pero bien conocen los que regentan uno la enorme complejidad de la hostelería. Montar un establecimiento de la nada o afrontar una renovación requiere de una alta inversión. Con la crisis económica llegó también la estrechez en los bancos y la restricción de créditos. Ante esta dificultad para obtener liquidez, las cerveceras se han convertido en algo así como un salvavidas para muchos establecimientos. Un prestamista que deja dinero sin cobrar intereses por ello, a cambio de garantizarse por parte del hostelero un compromiso para una cantidad fija de volumen. O dicho de otra manera, las cerveceras adelantan un dinero que luego recuperan a través de los pedidos que la hará el propietario del establecimiento.

Guillermo Rubert, director regional de Hostelería de San Miguel, asegura que es una práctica habitual en el sector. «Nos hemos convertido en el principal sostén de la hostelería, de eso no hay duda», manifiesta. Esto no significa que exista barra libre, ni mucho menos: «No es algo que se le dé a todo el mundo, ni mucho menos». Las cerveceras, igual que una entidad financiera, analizan cada petición en función del riesgo y de la rentabilidad que pueden obtener. «Son operaciones bien estudiadas que no se hacen a la ligera», resume Rubert y señala que a partir de determinadas cantidades ya exigen un aval bancario. Es decir, en el caso de que un establecimiento no se vea capaz de adquirir las cantidades acordadas, responde un tercero o la deuda se liquida a través de lo estipulado en el aval. Sergio Ragel, responsable de Cerveza Victoria en Málaga, también confirma que en determinados casos su marca se presta a esta práctica. «Aunque es algo que hay que matizar según cada caso. No es cierto que alguien pueda venir y creer que le vamos a montar un bar», apostilla.

Fuentes consultadas entre los propios hosteleros piden cautela con este tipo de prestamos: «Los fabricantes de cerveza adelantan unas cantidades de dinero a cambio de lograr ser los que surtan de cerveza los caños del establecimiento y fijan compromisos en tiempo y cantidades mínimas a consumir. Siempre que el negocio funcione y se pueda responder, bien. De lo contrario, empiezan los problemas». Las cerveceras, aseguran estas fuentes, se garantizan en el aval una cláusula de «primer requerimiento». Es decir, que el banco les liquida la deuda primero a ellos sin necesidad de consultar al propietario.