La fascinación por una visión oscura sobre el desarrollo de las sociedades industriales del oeste, proyectada a partir del ejemplo de Gran Bretaña, sigue vigente. Cuando Stanley Kubrick salió a las pantallas con la Naranja Mecánica, tardó apenas un año en pedir su retirada. Resignado ante un coro de críticas de la esfera política que se mostró paralizada por una ola tremebunda de violencia juvenil, que achacaron al visionado compulsivo de la película. Salvando las distancias, el mundo de los partidos en España está viviendo la irrupción de su propia naranja mecánica, con un impacto igualmente notorio. El buen momento que vive Ciudadanos en todas las encuestas se entiende mejor si se pone énfasis en el enfrentamiento como un concepto de atracción y eje cautivador. El hombre contra las bestias. Luis XIV contra los parlamentarios franceses. Alex, el héroe de la película, interpretado de forma magistral por Malcolm McDowell, luchando contra los integrantes de su banda que se rebelan contra el líder. Albert Rivera, tapándose las partes íntimas, plantando cara al nacionalismo catalán.

Guillermo Díaz, uno de los dos diputados de Cs por Málaga que ocupa un escaño en el Congreso, lo tiene claro cuando se le pregunta por el buen momento que vive el partido. «Ahora mismo, no hay dudas de que ha sido la gestión del golpe de la democracia en Cataluña». Para que un partido que empezó como una formación netamente catalana haya podido expandirse como un fuego de arbustos por todo el país, sólo hacía falta la posibilidad de una distopía como nexo de unión entre una mayoría en la que cada uno es de su padre y de su madre. Puigdemont la sirvió en bandeja y Rivera conquistó Cataluña.

Ahora quiere hacerlo con el resto del país, convirtiendo, al mismo tiempo, a Ciudadanos en un billete de primera clase para entrar en la telaraña institucional de los ayuntamientos de la provincia de Málaga. La afiliación, aseguran, aumenta y con la demanda creciente aparecen los oportunistas. Porque la Costa del Sol también es eso. Una gran piscina llena de pirañas con muchas ganas de cambiar su destino. A veces, el pasado lo ha demostrado de sobra, no se necesita más que una concejalía adecuada para regar la cuenta corriente.

Pero hubo un tiempo no muy lejano en el que la principal preocupación de la formación en Málaga era muy distinta. Pasaba por saber si a la reunión convocada iban a venir las suficientes personas como para poder juntar dos mesas sin provocar al camarero. Díaz todavía se acuerda de las miradas de complacencia lastimosa que emergían cuando empezaba a explicar porque había que adherirse a lo que entonces se llamaba todavía Movimiento Ciudadano. Era finales de 2014 cuando Rivera decidió la expansión. El ahora diputado leía a Arcadi Espada, Félix de Azúa y Albert Boadella. Sus catalizadores contra los nacionalismos. «Cuando yo vi que había la intención de poner en marcha un proyecto nacional, yo estaba entusiasmado recuerdo», recuerda. En 2015, cuando Rivera vino a Málaga para presentar a Movimiento Ciudadano en el Palacio de Congresos, hubo una cena en un restaurante cercano a la Catedral al que no le ha ido tan bien como al partido naranja y ya ha cerrado: «Albert hizo un esbozo de lo que se venía haciendo y me dieron el contacto de Juan Cassá». Una llamada. Un café por el Muelle Uno. Ese fue el germen de un binomio que se mantiene en pie. Cassá era algo así como el primer mohicano de Cs en Málaga. El primer nudo para comenzar con el ganchillo. Lo más llamativo que se conocía de él al principio era su coleta. Y que algún gurú del marketing político le recomendó podar aquella prolongación capilar. Cassá contestó que eso era innegociable y no le fue tan mal. Al gurú no se sabe, pero no fue un profeta. El ahora concejal en el Ayuntamiento de Málaga, que sueña con ser alcalde, se paseaba por toda la provincia y montaba el stand con alma de comercial: «Hablar bien de tu producto sin mencionar al competidor». Constancia no le faltó y el cuentakilómetros de su Peugeot 5008 lo acusó, hasta el punto de que tuvo que cambiarlo por un Dacia Lodgy . En realidad, por entonces, Rivera era bastante desconocido y había que explicarle a muchos quien era ese joven con ganas de expansión política. La causa, recuerda Cassá, exigía dedicación a jornada completa. «Hubo un momento en el que le dedicabas todo tu tiempo libre a esto». O era así, o la sensación de que no iban a llegar los resultados se apoderaba del grupo.

En ese tiempo, hubo un antes y después en la vida de Irene Rivera. Ella era algo así como lo más parecido a Top Gun. Una funcionaria, reconvertida por vocación en piloto de helicóptero, que sobrevolaba la provincia para cazar a los aspirantes a Fernando Alonso en nuestras carreteras, y que vio la luz en las ondas radiofónicas. El flechazo político lo recuerda de la siguiente mantera: «La primera vez que escuché a Albert Rivera fue en la radio. Yo iba conduciendo mi coche. Me tocó su voz. Era un mensaje fresco y distinto. Hizo un llamamiento a la sociedad civil. Un político que no quiere a políticos». Para Rivera (Irene) la política, admite, era algo que entonces estaba muy en la trastienda. Su peculio acumulado era suficiente como para no necesitar de una nómina pagada con dinero público: «Me iré del Congreso cuando Albert sea presidente».

La foto que acompaña esta información la completa Gonzalo Sichar. Más adusto en las formas, fue otro de los fijos en recorrer la provincia en el coche de Cassá. «Yo, cuando abandoné UPyD, me iba de un partido en expansión a otra de aficionados», recuerda sobre su afiliación en el partido naranja y rebate a los que le llamaron oportunista. Sichar, Díaz, Rivera y Cassá son los miembros de la primera junta directiva del partido en Málaga. Los últimos de la 042. No es la numeración de una celda, sino el código que le dio la dirección nacional la primera agrupación de Cs en Málaga, y que era la misma para toda la provincia. En 2019 habrá tortas por abrir nuevas en los municipios de la provincia y presentar listas. No vaya a ser que el tren se pase y los ventajistas ya no tengan donde subirse.

Juan Cassá

«Yo fui el primer afiliado de Cs en Málaga. No había estructura ni dinero, y todo salía de nuestros bolsillos. Ahora me debo a los malagueños, que son los que me pagan. Lo orgánico no se puede compatibilizar con tu día a día»

Irene Rivera

«Mi primer contacto con Albert Rivera fue a través de un correo electrónico. El mismo día que le escuché en la radio, le escribí. Me contestó a los dos días. Yo siempre lo digo, estaré en política hasta que Albert sea presidente».

Guillermo Díaz

«Quedábamos en cafeterías y juntando dos mesas era suficiente. Si algo he aprendido en lo que llevo en política, es que no hay tomarse las cosas como algo personal. El carisma personal de Rivera ejerce de pegamento».

Gonzalo Sichar

«Las elecciones andaluzas fueron un antes y después. Entonces empezó a afiliarse mucha gente. Hay que poner especial cuidado en las capitales en 2019, aunque creo que debemos estar en todos los grandes municipios.